Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 14 de febrero de 2002
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Espectáculos
Leonardo García Tsao, enviado

Entre ladrillos verborreicos y comedias excéntricas

BERLIN, 13 DE FEBRERO. Corrían los rumores acerca de que la nueva realización de Costa-Gavras era de lo mejor de esta 52 Berlinale, un detonador de controversia y hasta escándalo que movería las cosas en este apagado festival. Incluso un crítico serio como Michel Ciment, de la revista Positif, elogiaba las virtudes de esa producción francesa titulada Amen.
Costa Gavras
Vanas esperanzas. El director griego demuestra a lo largo de dos horas y pico de verborrea que su estilo discursivo no ha envejecido bien en los tiempos en que un colega como Oliver Stone se vale de todo tipo de recursos visuales y sonoros para hacer convincente una tesis. Costa-Gavras narra el dilema del arrepentido teniente Kurt Gerstein, oficial de la SS, quien trata de denunciar los horrores de los campos de exterminio nazis a través de una figura religiosa como el Papa Pío XII. Sin embargo, sólo un sacerdote jesuita le hace eco pues el Vaticano no está interesado en defender la causa judía.

El tema, aunque conocido, se prestaría tanto a la polémica como la obra original de Rolf Hochhuth en que está basada la película si no aburriera al respetable con una serie interminable de escenas de discusión verbal situadas en oficinas, vestíbulos y antesalas. Y en otra terrible concesión al mercado internacional, Amen está hablada en inglés, aun cuando todos sus actores son alemanes, franceses o italianos. Eso da la impresión de estar viendo una película mal doblada, con acentos típicos para personajes que supuestamente son alemanes o italianos.

El mejor antídoto a la solemnidad anticuada de Costa-Gavras fue The Royal Tenenbaums, tercer largometraje del director estadunidense Wes Anderson. En abierta alusión a la saga familiar de The magnificent Ambersons, de Orson Welles (recientemente ultrajada en un remake de Alfonso Arau para la televisión gringa), Anderson cuenta el acercamiento de un patriarca ?un muy simpático Gene Hackman? a la familia que abandonó cuando sus tres hijos eran pequeños genios. Después sobrevino una serie de crisis y catástrofes que han afectado a todos los Tenenbaum.

El humor de Anderson es un gusto adquirido y no es fácil sintonizar con su inclinación por lo excéntrico (por ejemplo, varios periodistas eligieron salirse a media proyección). Y si bien hay instancias en que el cineasta se pasa de chistosito, no cabe duda sobre la originalidad de su estilo. A diferencia de paisanos como los hermanos Coen o Todd Solondz, Anderson no necesita despreciar a sus personajes para burlarse de ciertos aspectos de la idiosincrasia gringa. Por lo contrario, los momentos más memorables de The Royal Tenenbaums son aquellos en que ensaya la ternura en medio de la reconciliación familiar.

No quedan muchas más expectativas en el tramo final de la Berlinale. Es tradicional en todo festival con estrategia que lo más flojito se reserve para los últimos días, sabiendo que la mayoría de los invitados ?los compradores y distribuidores, sobre todo? inician su regreso a casa por ahí del jueves. La cosa puede ponerse de miedo.

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