Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 7 de febrero de 2002
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Política

Octavio Rodríguez Araujo

Foro Social Mundial

Terminó en Porto Alegre el segundo Foro Social Mundial. Por cuanto a participación fue más exitoso que el del año pasado. Más países representados, mucha más gente y con mayor repercusión entre algunos de los participantes que su contraparte: el Foro Económico Mundial, este año realizado en Nueva York.

De alrededor de 700 talleres que se instalaron a partir de ponencias registradas, poco más de 60 por ciento fueron presentados por brasileños, según la información oficial del foro. Sólo 2 por ciento de esos talleres estuvieron referidos al socialismo, como estudio o perspectiva. El resto de los temas fue muy variado: desde la interpretación de los sueños o el esperanto como instrumento de promoción de la paz (en serio) hasta el examen de la crisis del capitalismo y la perspectiva de un nuevo orden mundial.

No hubo resoluciones ni acuerdos importantes. Fue, en realidad, un encuentro. La nota la dieron los intelectuales y líderes de opinión que participaron en los seminarios, cuyo objetivo fue "permitir la identificación, elaboración y profundización de temas específicos, más que promover el debate público y la socialización de estrategias para la construcción de un nuevo mundo", según explicaron los organizadores. Las conferencias centrales también tuvieron repercusiones noticiosas.

Un dato curioso, que menciona Luis Hernández Navarro en su artículo del 5 de febrero, es que los partidos políticos "no pudieron participar en el foro", aunque sí algunos de sus militantes. "No pudieron" es una expresión ambigua. Dicho sin ambages, a los partidos políticos no se les permitió participar porque, como está de "moda" entre los anarquistas desde mediados del siglo XIX, los partidos pertenecen al ámbito político, a la "sociedad política", se dice ahora, y el foro, como su nombre lo indica, es social, es decir, de la sociedad civil, que también está de moda.

El dato no es secundario. La mayor parte de los movimientos en contra de la globalización neoliberal, desde el Encuentro Intercontinental en tierras zapatistas en 1996 hasta ahora, se ha visto influida por el posmarxismo y el anarquismo en diferentes dosis según el momento. Se mezcla a Proudhon y a Bakunin con algo de Bernstein (por raro que parezca) y, a la vez, a Rosa Luxemburgo, Pannekoek y Bordiga por su defensa de los consejos obreros (que ahora llamarían de la sociedad civil o territoriales). A Marx, Lenin y Trotski los desdeñan por igual los posmarxistas que los anarquistas.

Proudhon estaba en contra de todos los que a su juicio deificaban al Estado: republicanos, socialistas, liberales. Por extensión, en contra de quienes coincidían con la idea de un gobierno y de cualquier forma de organización en la que hubiera disciplina y jerarquías. Se oponía al capitalismo porque no permitía una sociedad de productores iguales asociados libremente en comunas independientes en las que, obviamente, el gobierno sería prescindible. Bakunin, a semejanza de Proudhon, proponía que los individuos pudieran trabajar sin constricciones y en asociación voluntaria en la que nadie domine sobre los demás. Además, estaba en contra de cualquier organización porque implicaba jerarquías y disciplina. Era partidario de los movimientos espontáneos e intuitivos como forma de expresión revolucionaria de la sociedad. Bernstein se oponía a la dictadura del proletariado y era partidario del gradualismo hacia el socialismo y, sobre todo, de la democracia. Por la extensión de ésta se llegaría al socialismo. En esto no coincidía, obviamente, con los anarquistas, pero sí en su propuesta que decía: "En mi concepto, lo que se llama fin último del socialismo no es nada, pues lo importante es el movimiento".

Coincido con Wallerstein (véase nota de Hernández Navarro del 4 de febrero) cuando dijo que en Porto Alegre se está generando una alternativa al modelo consistente en la toma del poder estatal para cambiar al mundo. "No hay aquí una estructura centralizada, sino una coalición de movimientos nacionales, trasnacionales y locales, con prioridades diversas, unidas en su rechazo al neoliberalismo. La mayoría de estos movimientos no quieren tomar el poder, y si lo buscan lo hacen como parte de una táctica entre otras. Sin embargo [...] las fortalezas del foro son, simultáneamente, sus debilidades. La carencia de centralización provoca que sea difícil coordinarse para las batallas que se anuncian en el futuro. Además, aún está por verse qué tan grande es la tolerancia hacia las diferencias internas. La izquierda mundial regresó adonde se encontraba a mediados del siglo XIX sin ninguna de sus ventajas. Tiene a su favor la experiencia y la esperanza de los errores del pasado." (Las cursivas son mías.)

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