Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de febrero de 2002
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Espectáculos

ANDANZAS

Recuerdos de Flores Canelo

Colombia Moya

MI PRIMER RECUERDO sobre Raúl Flores Canelo, a quien ahora festejan por el décimo aniversario de su muerte, fue bailando en Bellas Artes El demagogo, con el Ballet Nacional de México, cuando la lucha de Guillermina Bravo por independizarse de lo oficial, luego de ser derrotada por Ana Mérida, estaba en pleno clamor. Su amor propio, sus ideas entonces comunistas y su gran pasión y coraje por la danza, la hicieron levantar de la nada un grupo y una serie de obras que, como El demagogo, reflejan con sinceridad, sencillez y gran talento, la realidad de los líderes sindicales, el capitalismo y la clase obrera, estatus que Raúl Flores Canelo interpretaba como nadie.

SU ALTA Y esbelta figura, vestido con saco y pantalones, se deslizaba por el escenario con extrema simplicidad en secuencias más bien actuadas que bailadas, pues la coreografía de gran intensidad dramática con la música de Bartok, no usaba los despliegues técnicos que años después dicha compañía adquirió con la técnica Graham. Su rostro hermoso y expresivo, con aquellos grandes ojos de abierta mirada y claros reflejos, lo hacía, como a John Fealey (el demagogo) el héroe indiscutible de la obra, para muchos de lo mejor de Guillermina Bravo.

A GRANDES ZANCADAS, con las rodillas semi dobladas devoraba el escenario con su carisma indiscutible, así como en Madame Bovary, de Josefina Lavalle, La nueve estéril, Guernica y El paraíso de los ahogados de Guillermina Bravo. Ahí estaba Gladiola Orozco, Linn Durán, Aurea Turner, el inconfundible hombre roca Pepe Mata, a quien el olvido ha sepultado, y toda la banda de bailarines de aquellos años 50.

FUERTES CREYENTES TODOS de la justicia social, la mayoría de las temáticas de los ballets se referían al sufrimiento del pueblo, aún antes de que la maestra Bravo compusiera Vivaldi, ya en el inicio del camino hacia otra ruta, con la presencia de Rossana Filomarino como bailarina y maestra de la técnica proveniente de Nueva York, adonde se abonaron de por vida posteriormente.

DURANTE TODO ESTE tiempo, yo había transitado por el Ballet Infantil, el Ballet de la Universidad, de mi maestra la señito Magda Montoya, y tomaba clases de manera casi enfermiza con el maestro Sergio Unger, Madame Dambré, Javier Francis y creo que hasta Guillermo Arriaga, además de Oscar Tarriba, hasta que fui a dar al ballet de Bellas Artes a instancias del reiterado "Consejo" de Miguel Covarrubias y Santos Balmori desde antes de la gira de la compañía por Europa y China, a la cual no me dejaron ir mis padres. Sin embargo, cuando regresaron, ingresé a dicho grupo, al cual ya había ingresado Raúl, luego de abandonar el Ballet Nacional.

VIVIAMOS LOS ESTERTORES de la llamada Época de oro de la danza mexicana. Me tocó bailar entonces el último refrito de los famosos ballets de la época: El chueco, La manda, El sueño y la presencia, Tierra y Los gallos con Juan Casados y Rosalío Ortega; Orfeo y Opus 60, de Ana Sokolow, entre muchas obras más. Raúl era callado, discreto y tremendamente observador. Poseía buen humor, tenía el chiste preciso siempre cargado de ironía y cierto sarcasmo. Viajamos a Cuba en gira oficial y allá bailó conmigo Los gallos, de Farnesio de Bernal y Raúl Cosío, en el Festival Internacional de Ballet de La Habana, recién inaugurado por Alicia Alonso y Fidel Castro. Una vez me invitó a comer a su casa y conocí a su esposa Magnolia, ambos gentiles y cordiales, lejos de la paranoia y desconfianza que después lo invadía; me enseñaron las preciosas calaveras vestidas de papel de china y hermosos colores que él mismo hacía. Fue verdaderamente agradable.

TAMBIEN BAILAMOS JUNTOS Tres juguetes mexicanos, de la inolvidable Elena Noriega, igualmente sellada con el silencio y el olvido tan injustamente. El era el cirquero; Farnestio de Beri, el Caballo; Josefina Lavalle, la muñeca coqueta, y yo la pobre sirena negra de Oaxaca, en el pequeño drama del triángulo amoroso de los juguetes de barro mexicanos.

DESPUES, CUANDO FUNDO su ballet independiente con Gladiola y trajeron a Michel Descombey y se dividieron con tanta bronca y sufrimiento, él ya era otro. Anadel Linton me pidió la entrevistara en mi programa de Radio Universidad, Tiempo de Danza, para hablar del asunto. Lo hicimos y me suspendieron un tiempo, por altas influencias, no digo de quién. Así, cuando logró su propio subsidio del INBA -su salón y haberse quedado con el nombre del Ballet Independiente, pues Gladiola se quedó con Descombey y los franceses, y también con subsidio y salón-, Raúl continuó con la línea de la danza mexicana en su más genuina expresión, con el apoyo invaluable de Ana Sokolow.

CONVIRTIENDOSE EN EL heredero de tal movimiento artístico enriqueciendo y superándolo, Raúl Flores Canelo pudo resistir el canto de las sirenas y encontró en nuestra identidad, la veta magnífica de su obra, con humor incomparable. Te saludo, viejo compañero, dondequiera que estés.

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