Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de enero de 2002
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Economía
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José Antonio Rojas Nieto

Nuevo debate eléctrico

Los relojes descompuestos dan la hora exacta dos veces al día. Pero se desconoce cuáles son esas dos horas. Hay legisladores que parecen relojes descompuestos; sin ningún tipo de análisis y sin reflexión alguna, vociferan a diario la urgencia de la privatización eléctrica, sin evaluar las experiencias, incluso las más exitosas. Nada sería más deseable que estos legisladores guardaran un poco de silencio y se pusieran a estudiar, aunque sea un poquito, para que reabierto el debate en el Congreso actúen más responsablemente.

México efectivamente necesita una reforma en el sector energético, y está listo para ella. Pero no es necesariamente cierto que el sentido de ésta deba ser el que señalan, por ejemplo, Francisco Gil a quien sus asesores están a tiempo de repararle un buen expediente sobre el caso o, ni siquiera, Gary Becker -el premio Nobel de Economía que nos visitó-, quien también como reloj descompuesto no hace sino repetir lo mismo que ha dicho desde hace muchos años.

Por sí misma, la sola cloaca abierta de Enron -cuyo flujo putrefacto no acabamos de percibir-, ya debiera ser razón para revisar a fondo las características de la reforma que se impulsa desde principios de 1999 y que este gobierno, por medio de sus adláteres, ha ratificado. Pero si lo de Enron no fuera suficiente, ahí están los primeros frutos de la revisión crítica que bajo una indudable honestidad intelectual realizan ya ideólogos de la desregulación. Hoy me refiero a dos: Paul Joskow, del MIT, y David M. Newbery, de Cambridge.

En una muy reciente reflexión sobre la crisis de California (California's electricity crisis -La crisis eléctrica de California-, MIT; 28 de septiembre, 2001) Joskow concluye algunas cosas muy importantes: 1) la naturaleza instantánea de la producción y el consumo de electricidad hace que el diseño de un mercado competitivo de electricidad sea muy complejo y represente un reto muy grande; 2) la operación eficiente del mercado eléctrico requiere enorme capacidad técnica de diseñadores, operadores y reguladores, para que con oportunidad se evalúen y aprueben alternativas y cambios necesarios y urgentes frente a los problemas; 3) nunca funcionará un mercado eléctrico con consumidores finales aislados del mismo; 4) funcionará mejor si la mayor parte de la electricidad producida se comercializa con contratos de largo plazo que operan como seguro contra la volatilidad del mercado spot a corto plazo, el que, sin embargo, resulta necesario para indicar las tendencias de los niveles de precio que deben observar esos contratos de largo plazo; 5) los grandes consumidores industriales deben tener la opción de comprar su energía directamente a generadores, intermediarios del mercado mayorista o distribuidores finales para inhibir o aun anular práctica depredatorias de poder de mercado; 6) los beneficios más importantes de la reforma se verán a largo plazo como consecuencia de la inversión en plantas más eficientes, administración adecuada de riesgos, de servicios para hacer más eficiente tanto la oferta como la demanda, de introducción continua de inovaciones en generación, transmisión, transformación, control, medición, distribución y comercialización de electricidad. Y termina aceptando que toda reforma tendrá problemas que sólo a mediano plazo se podrán corregir, para lo cual los organismos gubernamentales deberán actuar rápida y decisivamente.

Esta síntesis de Joskow nos conduce a palpar la enorme complejidad que comporta una reforma que no elimina los problemas, sino que sustituye los de la aparentemente obsoleta estructura tradicional de monopolio natural integrado verticalmente por los de un mercado teóricamente libre y competitivo.

Del otro lado del Atlántico, David M. Newbery (Problems of liberalising the electricity industry -Problemas de la liberalización de la industria eléctrica, Cambridge 2002) reflexiona sobre la crisis de California y sobre la paulatina introducción del mercado competitivo de electricidad en la Unión Europea y nos ofrece conclusiones muy importantes: 1) el mercado funciona sólo cuando los generadores potenciales tienen garantía de que no hay restricciones de transmisión; 2) debe haber una oferta adecuada, segura y confiable, es decir, una red segura y confiable, capacidad de generación adaptada y sin restricciones, y) seguridad de suministro de combustibles, gas natural, combustóleo o carbón, entre otros; 4) es necesaria una regulación apropiada, sin ella se pierden los beneficios de la liberalización de los mercados.

Concluye diciendo que con la liberalización se ha debilitado la regulación y que eso ha sido sumamente nocivo, pues -como ya lo señalaba Paul Kemperer, de Oxford, en otro análisis muy reciente (What really matters in auction design -Lo que realmente importa en el diseño de subastas-, Oxford, agosto de 2001)- más pronto que tarde surgen prácticas discriminatorias, colusión, contubernio y poder de mercado que afectan y lastiman a los usuarios finales. El asunto, pues, no es sencillo. Sin duda -hay que asentar- México está listo para una reforma. Pero no necesariamente en el sentido que marcan las manecillas de los relojes descompuestos.

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