Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de enero de 2002
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Política
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Rolando Cordera Campos

El semáforo y la pirinola: la nueva política económica

El secretario de Hacienda reconoció los focos rojos de la recesión, mientras que el gobernador del Banco de México se regodeó con los cerrojos para atajar cualquier desacato inflacionario. Todos estamos contentos, habría dicho Marcello Mastroiani, al término de su triste visita a las casas de sus hijos en aquella extraordinaria crónica de Tornatore sobre el autoengaño.

De autoengaños hay que hablar aquí, en tanto la patria de Sarmiento sigue su dramática marcha al fondo de los fondos. Eso fue lo que ocurrió en aquellos lares, y así nos pasó en otros tiempos que no se han ido y podrían volver. A veces, esta autosatisfacción engañosa se viste de realismo crudo y descarnado, pero autoengaño sigue siendo. Porque al reconocimiento de la dura realidad suele seguir el "no hay de otra". Y es la hora en que no acertamos a crear los reflejos, las instituciones y los registros que nos permitan evadir este despeñadero mental que se vuelve caída libre real, de ingresos, empleos, ilusiones. Como ocurre hoy en Argentina.

La desvergüenza de Menem en la playa se cuece aparte. Pero él mismo es portador de este veneno mortal que se apoderó del mundo financiero, y luego del político, y al final de todo el mundo, con la aceleración de la globalización y la victoria del capitalismo. Se necesita una enorme capacidad de descaro y cinismo, pero también de dosis considerables de amnesia, para decir lo que el lunamielero de La Rioja declaró a la prensa sobre él, su país y quienes lo han sucedido en el cargo. Pero todo se vale en este mundo desbocado en el que todo parecía posible, hasta hablar del fin del ciclo y de las crisis, y del de la inflación y de la moneda, hasta que explotó la bomba echada a andar bajo la soberbia tutela del gran Cavallo.

El secretario Francisco Gil habla de aumento del desempleo en poco más de 400 mil personas, que probablemente lleguen a ser el medio millón pronosticado hace algunos meses. Nos dice también, del brazo del doctor Ortiz, que esos empleos no se recuperarán este año, porque el crecimiento de la economía seguirá cercano al de la población y, por ende, será menor que el aumento en el número de mexicanos que entran cada año al mercado de trabajo. Santo y malo: la pobreza crecerá, y el descontento social con el cambio, la alternancia y la política seguirá su ruta ascendente.

Muchos empresarios están hechos una furia con los impuestos y quienes los aprueban, pero no tardarán en darse cuenta de que lo peor está en el gasto magro, sujeto a recortes, que según dicen los diputados de la izquierda le "consiguieron" a Fox sin IVA en alimentos y medicinas. Ahí sigue estando el pivote del mal desempeño de la economía, y nada sería más estimulante que ver al secretario y al gobernador, junto con los diputados y los senadores que les dieron la manita, dándole una visitada: no hay economía en desarrollo que pueda emerger y mantenerse a flote sin una efectiva capacidad de gasto público, la que nuestro país no tiene, o de la cual fue despojado por el dogmatismo que se alió con la penuria para ofrecernos más de lo mismo, pero con menos.

Se puede, sin duda, argumentar que la senda de crecimiento adoptada es al final de cuentas la más segura. Que atar nuestro destino económico y social al de la nación más rica y poderosa no es, después de todo, una mala decisión. Que esa liga rendirá todavía más que ayer, y que todo es cuestión de aguante y orden. Sea. Pero para aspirar hoy a hacer de este discurso algo atendible políticamente hay que añadirle algo más que el gran salto exportador de ayer, que se atoró.

Por ejemplo, sería bueno que antes de que nos cuenten de nuevo el cuento macabro de las finanzas del IMSS y el ISSSTE pudiéramos saber si se puede desarrollar sistemas de protección y seguridad adecuados a las decisiones estratégicas mencionadas arriba. Es decir, si el país puede darse, y pronto, los mecanismos necesarios para compensar las oscilaciones que nos impone la intensa relación económica con el vecino y si, además, es posible que los recursos de atención a la salud a cargo de aquellos organismos puedan aunarse pronto a los flacos dispositivos de atención abierta con que cuenta el gobierno, y que a todas luces son insuficientes para servir a los pobres, aun en tiempos de bonanza.

De no ofrecer respuestas buenas a interrogantes como estos, lo que puede haber en un plazo corto es una reacción que vaya más allá del "modelito" de economía abierta y de mercado, del TLC o la alternancia y el gabinetazo, para poner en cuestión a la democracia misma. No hay que olvidar que una fracción grande del "mito genial" del desempleo y el subempleo que ahora reconoce como parte del semáforo nacional el secretario Gil, votó y aprendió a votar con los traumas del 94 y la crisis del 95, y que en el 97 y el 2000 lo volvió a hacer en busca de una mejoría real y no de una curul o un escaño, o del celular de su diputado más cercano.

Estos votantes caen del empleo a la desocupación sin red alguna, con la indemnización siempre en disputa, y ahora con la expectativa de nuevo achatada por una recesión que, sospechan, no será conmovida por los mensajes radiales de los sábados. Realismo sí, pero para todos. Que todos pongan, pero que algunos pongan más.

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