Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de enero de 2002
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Cultura
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Hermann Bellinghausen

En otra vida

Ahí me echas aguas, le había dicho a mi cuñado, parados como estábamos entre los pilotes y las franjas que estábamos pintando. Coloqué las señales fosforescentes para desviar el tráfico y me puse el saco fosforescente con el logo de la Delegación. Teníamos ya listos en el camellón los cubos de pintura, los rodillos con ruedas y todo el equipo para la instalación de los fantasmas.

Nos había tocado mucho últimamente turno nocturno. Desde que trabajamos juntos, que es reciente, me peleo menos con mi cuñado. Porque de que nos vemos seguido, eso de cualquier manera. Vivimos en la misma vecindad y él anda con mi hermana (y me veo leve al decir "anda", si ya le hizo dos chamacos, aunque seguido el cabrón se hace el desentendido).

Todavía no era tarde, aunque estaba oscuro. El voceador, me acuerdo, alzaba entre los carros en el crucero un periódico de la tarde que decía, en grandote, "Ola de amparos". Apretado con su otro brazo llevaba un palo de algodones que se me figuraron, todo junto, un esqueleto de dragón.

Luego yo que me acuerdo de los detalles más raros. Moví una reja con flecha de desviar la circulación y atravesé la avenida en la curva del parque. Al otro se le fue el detalle de avisarme que venía una Suburban hecha la raya en dirección a Insurgentes, que volteo y la veo venir, que me echo a un lado y libro yo pero no la reja, rájale en la salpicadera. Al baboso de mi cuñado se le ocurrió ir a agarrar los clavos de los fantasmas para irlos taladrando en el pavimento entre las líneas de los carriles, y no avisó.

El amarrón de la camionetaza hizo que se asomaran los dependientes del Seven Eleven que hay allí. Poco faltó para tropezarme con los cables de los taladros.

Bajaron como de pedo el chofer y un gordo de mucho saco de cada una de las dos portezuelas izquierdas.

-Te dije que me echaras aguas le grité a mi cuñado, que del sacón de onda del madrazo soltó los clavos que había levantado del granel y se me quedó mirando, pálido, como si el fantasma fuera yo.

-Ya vienen a picuderanos alertó González, el jefe de cuadrilla, que no es mala onda, pero se notaba encabronamiento conmigo.

No bien dijo, sentí en el hombro una mano que me volteó bruscamente. Con su jeta hinchada me dijo un güey:

-Pérate, enano, no te hagas pendejo.

-No me hago le dije, aceptando de antemano que la había cacheteado, pero que no era para tanto.

El periodiquero, luego luego de metiche, se acercó con su palo de algodones, se me hizo una lanza tipo Edad Media de las que salen en algunas películas. Atrás de mi se juntó la cuadrilla y González le dijo al de la jeta hinchada:

-Momento, caballero. Vámonos respetando. Somos trabajadores públicos y el daño no fue intencional.

-Arroyo, tranquilo se oyó una voz de mujer de dentro de la camioneta. Entonces bajó una princesa de elegante vestido y unos aretotes dorados. Caminó hasta nosotros y le ordenó a Arroyo que me soltara.

-Señora, yo arreglo el problema, regrese a la unidad, no se exponga.

El chofer ya estaba hablando por el radio de mano. O celular. Qué pancho.

-Arroyo, está bien ya, deje en paz a los señores, que están ocupados. No fue nada, en este momento nos vamos.

Haga de cuenta una aparición. La mujer más bonita que mis ojos habían visto. Me miró con una sonrisa no sé cómo y me preguntó:

-ƑEstás bien? ƑNo necesitas que te revisen? Fue culpa nuestra, veníamos demasiado aprisa. El golpe de la camioneta es nada.

Esto último lo dijo mirando a González, para tranquilizarlo. Su chofer y sus guaruras no sabían qué hacer. Qué tal que nos las secuestrábamos. Estábamos medio horrorosos. Pero ella les tenía autoridad y les ordenó regresar a la camioneta inmediatamente. Era joven. Más gentil que sus gorilas. Vergüenza le habían de dar. Se interesó por nuestro trabajo.

-ƑEstán pintando rayas nuevas?

-Y colocando fantasmas -dije.

Puso cara de divertida, como si hubiera dicho yo un chiste.

-Vaya con tu trabajo. ƑTe gusta?

-Podría ser peor -dije.

-ƑTe pagan bien?

Será que la vi joven, de inmediato la tuteé.

-ƑDe veras te interesa saber? ƑO quieres quedar bien?

Que estuviera chula no le quitaba lo maldita niña rica. ƑA poco le íbamos a importar unos mugres cuadrilleros.

-No te quería ofender, dispensa dijo y miró hacia su camioneta vino oscuro, donde la esperaban con ansias y las cuatro portezuelas abiertas sus escoltas.

-Bueno, supongo que estamos muy lejos. Es una lástima. En otra vida, te invitaría a tomar un café.

La niña rica ligando, Ƒeh? Se burlan de uno por pobre. Me sentí en El Inocente, que ya es mucho Pedro.

-En otra vida le dije y regresé al camellón a recoger los fantasmas en lo que ella se me quedaba mirando, creo que triste.

En otra vida, carajo, iba yo, enojado de mí mismo por dejarme encandilar. La cuadrilla empezó a echarme bulla, ándale con el enano, le gustó a la riquilla. En defensa propia, me acerqué a mi cuñado y reclamé otra vez, para que todos oyeran:

-Te dije que me echaras aguas, güey.

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