Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 3 de enero de 2002
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Mundo
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Marcos Roitman Rosenmann

Argentina más allá de la crisis

Resulta poco creíble que la crisis argentina sea resultado de un gobierno corrupto y del despilfarro de las riquezas nacionales. Tampoco puede deberse a una mala gestión administrativa. De ser así, la mayoría de los países de América Latina deberían haber entrado en una crisis de legitimidad y en un profundo deterioro institucional desde hace bastante tiempo. Las causas no son el mal aprendizaje en una facultad de economía de las "leyes" de la oferta y la demanda. Las causas hay que buscarlas en otro lugar. Sus principios son políticos. Los tópicos y las explicaciones economicistas sólo pueden empañar un proceso de explicación cuyos orígenes se encuentran en las reformas implementadas durante los años de dictadura militar y continuadas hasta el presente por los gobiernos civiles de la Unión Cívica Radical o del Partido Justicialista.

En la actualidad Argentina vive una crisis política manifestación de las reformas emprendidas durante las tres últimas décadas del siglo XX. Por ello y a diferencia de anteriores crisis, la inestabilidad social, el "vacío" político, incluso la renuncia del presidente De la Rúa no traen consigo los rumores de un golpe de Estado. Pocos piensan en un levantamiento militar como la solución a los males. Ni siquiera forma parte de las visiones más pesimistas. Todos hablan de un problema de ajuste y de acoplamiento macroeconómico. ¿Por qué?

En este sentido la solución propuesta a la crisis conlleva una interpretación en la que no se alteran las dinámicas de privatización y reconversión aplicadas sistemáticamente durante estos años. Por el contrario, se pretende dar continuidad a dichas prácticas. Así, se trata de salvar un proyecto estratégico levantado bajo las juntas militares y continuado hasta hoy. Tras 30 años de políticas de refundación del orden podemos afirmar sin temor a equívocos que estamos en presencia de sus manifestaciones más claras. Esta crisis es resultado de un proyecto político neoligárquico, excluyente y concentrador, cimentado en los principios utilitaristas de la economía. La crisis es consecuencia de la aplicación consistente de las políticas neoliberales. Lo que sucede en Argentina puede suceder mañana en Brasil, Chile, Uruguay o México. No es descabellado en tanto constituye el resultado manifiesto de la aplicación del proyecto de exclusión.

Sin embargo, las interpretaciones ad hoc buscan evitar entrar en esta interpretación y presentan el problema como una cuestión específica de operatividad financiera y de liquidez monetaria. Se trata de dar confianza a los inversores extranjeros señalando que no habrá cambios radicales ni profundos. La cuestión es un problema técnico y de imagen internacional. Los analistas se apresuran a dar explicaciones econométricas sin ninguna alusión a los efectos de las políticas liberales desarrolladas en estas décadas.

La renuncia del presidente De la Rúa se interpreta y presenta como el fin de la crisis y el inicio de la solución. Se acabó la inestabilidad, es el comienzo de un nuevo tiempo histórico. Todo será diferente. En un día se han acabado las manifestaciones, las protestas y todo vuelve a la normalidad. No ha cambiado nada pero todo parece ser diferente. Se vuelve a la rutina.

Extraña manera de salir del problema. Se mantienen inalterables las causas, no se atacan los problemas de fondo, pero se edifica un discurso donde se plantea acabar con todos los males del país. Se promete mantener la paridad del dólar con el peso y ahora con el argentino. Igualmente se presenta este momento como el instante propicio para una regeneración del ámbito político.

Todos parecen luchar unidos por salvar a Argentina de la peor crisis de su historia. Pero pocos adjetivan esta crisis y buscan sus raíces en las políticas desarrolladas en estos 30 años. Es mejor un cabeza de turco, y no Menem precisamente. De la Rúa es el personaje indicado. Bajo los criterios de una ingeniería política su renuncia se concibe como un acto de prudencia para evitar males mayores. No hay responsabilidad política, simplemente una mala gestión. Los miembros del gobierno renuncian con él y de esta forma se socializa el fracaso. Otros lo podrán hacer mejor. De la Rúa dimite en un alarde de cobardía política. La decisión es consecuente con el postulado de no poner en peligro las grandes inversiones extranjeras y los capitales internacionales sobre los cuales se ha construido el espejismo de una Argentina poderosa y fuerte.

Como sucediera con otros países de la región, Argentina fue considerada un ejemplo modélico de aplicación de las reformas. La privatización, la apertura comercial y financiera, la desregulación del mercado de trabajo han sido los pilares sobre los cuales se ha presentado una Argentina pujante. Ahora que se rompe el espejismo, la responsabilidad es de unos pocos ineptos e incapaces. No hay ningún vinculo entre esta crisis y las políticas neoliberales de oligarquización del poder. Todos los cambios que se acometieron con el fin de "modernizar" y "adecuar" las estructuras a los requerimientos de un nuevo orden mundial deben mantenerse intactos. Lo importante es dar una sensación de futuro esperanzador. Hay que correr una cortina de humo que evite mostrar cómo se ha ido desarticulando lo público a fin de evitar cuestionar el proyecto político de neoligarquización del poder. Las víctimas de estas políticas no tienen cabida en este orden. La desobediencia civil y la violencia se irán agudizando a consecuencia del rápido proceso de degradación donde la solución será imponer regímenes totalitarios para mantener la gobernabilidad dentro de los marcos de la economía social de mercado. En Argentina estamos asistiendo a las primeras manifestaciones de este proceso. La crisis amenaza y afecta a todo el continente. Hoy asistimos a la caída del mito neoliberal de orden y progreso. Tal vez debamos insistir en ello, en parte la lucha democrática lo exige.

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