Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 12 de diciembre de 2001
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Política
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miercoles Ť 12 Ť diciembre Ť 2001

Luis Linares Zapata

Promesas y vanidades

Finalmente Vicente Fox acabó sus rounds de sombra en medio de andanadas mediáticas estériles que esperaban situarlo como el eje articulador de los esfuerzos nacionales. Y no logró tan siquiera subirse al cuadrilátero en el que se disputa el poder de orientar y hacer. En enero, 43 por ciento de la población afirmaba como buena su labor contra 7 por ciento que la catalogaba mala. Pero, en noviembre, la foto revela algo por completo diferente: 30 por ciento dice que su labor es buena contra 23 por ciento que la tacha de mala (GEA). En el camino fueron quedando, como lirones de una batalla sumamente costosa para el país, las promesas de sostener un crecimiento con altas tasas, hasta alcanzar, a la brevedad posible, y no hasta el pardear del sexenio, como más tarde ha querido interpretar sus dichos de campaña, un confortable 7 por ciento del PIB; o las inversiones cuantiosas prometidas (con los recursos extraídos de Pemex) para llevar a cabo una verdadera revolución educativa. Se derrumbaron los mitos de la eficiencia de los gerentes y una campaña de difusión los expone al desprestigio adicional con sólo leer el inocuo texto que acompaña enormes fotos en las que aparecen como perplejos rostros de salón. Similar suerte corrieron las reformas estructurales para una Constitución renovada que cimentara el cambio de régimen. Eso quedará, como afirmó Muñoz Ledo, para un lejano tiempo que reúna las suficientes energías decisorias.

Pero la más sentida baja de esta pelea anual se ha registrado en el callejón de las esperanzas frustradas. Sobre todo la expectativa de cambio que, con el deambular de Fox, casi se ha esfumado de la mente colectiva.

La encuesta ya citada (GEA, primero de noviembre) capta en toda su plenitud el derrumbe en este intangible renglón que fue el centro de la campaña electoral. Al principio, en enero, 73 por ciento de los mexicanos creían que Fox cambiaría la situación del país contra 14 por ciento que negaba tal posibilidad. Para noviembre los optimistas se redujeron a 52 por ciento y los que no esperan cambios aumentaban hasta 33 por ciento. Y no únicamente se ha visto declinar la popularidad general de Fox: todas y cada una de las características que conforman imagen de un gobernante, de un líder, de un administrador, se han ido para abajo de manera espectacular y esa declinación empezó aún antes de que la reacción crítica en la prensa fuera notable. El mismo Presidente confesó el fracaso de su propósito de movilizar a la opinión ciudadana para que ésta presionara al Congreso, a los partidos, y lograra pasar las modificaciones legislativas que enviaba. No le resultó la estrategia de comunicarse de manera directa y tuvo entonces que ceder ante la llamada clase política, incluida la de su propia agrupación (PAN), con las consecuencias conocidas. Una de ellas sobresale del montón, la posposición, durante valiosos meses, del mecanismo para enfrentar el pasado que, sólo hasta hace algunos días, rectificó.

Revertir tales caídas con un golpe de timón, como el anunciado programa de desarrollo social en la convención panista del fin de semana (para principios de enero), es confiar en las salidas mágicas y desconocer dónde se encuentra parado hoy. Poco hay de suerte y de instantáneo en la construcción de un liderazgo de magnitud presidencial. Lo grueso del trabajo se hace con detalles, diagnósticos precisos, imaginación y perseverancia en la construcción de consensos. Las renovadas promesas de šahora sí se cambiará todo 180 grados y mañana iniciará una nueva era hasta con nombres diferentes a los programas! quedan para las boberías y los almacenes de fracasos.

Ofrecer a su enardecida audiencia de panistas las cabezas de los "peces gordos" que, a juzgar por pasados alardes del secretario Barrio, no sabe ni siquiera cómo nombrarlos, en cuál pajar buscarlos o con qué instrumentos investigarlos, es caer de nueva cuenta en la justicia al servicio de las causas inmediatas de la popularidad tardía y esquiva.

El presidente Fox tendría que embarcarse, de inmediato, en un real programa de austeridad republicana y concentrarse en el trabajo político minucioso que ha dejado en manos de gente poco diestra y, más peligroso todavía, de improvisados timoratos. Dejar de lado toda esa inercia burocrática que lo ha rodeado y que va aspirando, al hincharse con nuevos puestos sobrepagados, los pocos recursos con los que cuenta el erario, sobre todo en un año que anuncia la continuada depresión de la economía; depresión que además empezó bastante antes que la de Estados Unidos y no como una desgracia inducida por ella, tal como se ha propalado. Muchas de las causas del freno y tropezón económico se encuentran dentro y la política de contención de la demanda (cortos) no es ajena a la debacle que hoy se sufre ni tampoco la incapacidad para generar planes de emergencia.

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