EL PPP: INSTANCIA SIN PROPOSITO CLARO
El
gobierno federal anunció ayer la creación de la Coordinación
General del Plan Puebla-Panamá y de un consejo consultivo para esa
instancia. Así inicia la formalización de una promesa formulada
por el presidente Vicente Fox en su toma de posesión que no ha sido
suficientemente comprendida --ni explicada-- por la sociedad y que ha suscitado
reacciones negativas de diversa índole.
Sería improcedente poner en tela de juicio los
buenos propósitos que fundamentan al PPP: el impulso al desarrollo
sustentable en el sur de México y la coordinación de estrategias
internas con una política exterior orientada a la cooperación
y a la integración son, ciertamente, plausibles.
Sin embargo, el PPP ha generado temores y rechazos de
distintos sectores políticos y sociales en las entidades consideradas
en el plan; el más destacado de estos rechazos ha sido, sin duda,
el expresado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
el cual ha calificado al PPP como una coartada para uncir a las comunidades
indígenas de la región a una globalización neoliberal
y uniformadora.
Desde la perspectiva de la política exterior se
critica que el plan mencionado parte de una concepción errónea
y peligrosa al pretender dar un trato semejante a entidades integrantes
del pacto federal mexicano y a naciones soberanas e independientes, como
lo son las centroamericanas; que trastoca, en consecuencia, el ámbito
de la política interna y el de las relaciones internacionales, y
que podría percibirse, en ese sentido, como tutelar e incluso injerencista.
En esa lógica lo deseable sería el establecimiento
de dos programas, uno dirigido al sur y sureste del país, y otro
al ámbito centroamericano, ambos coordinados e intercomunicados,
pero operados desde instancias gubernamentales distintas: la Secretaría
de Gobernación (con el apoyo, si se quiere, de las de Hacienda,
Desarrollo Social y Contraloría) para el primero, y la de Relaciones
Exteriores para el segundo.
Es claro, en todo caso, que en la presentación
y promoción del Plan Puebla-Panamá se ha incurrido en errores
que no necesariamente son de conceptualización y que posiblemente
sean de comunicación; si ese fuera el caso, cabría esperar
que el Ejecutivo federal se empeñara en explicar su idea con más
claridad a fin de generar los consensos --nacionales e internacionales--
que requeriría un programa tan ambicioso como el referido.
De otra manera, la implantación del PPP será
vista como una expresión de arbitrariedad y se minará, con
ello, su viabilidad.
Sería lamentable porque el desarrollo sustentable
del sur y del sureste mexicanos, así como el estrechamiento en la
cooperación con las naciones hermanas de Centroamérica, son
ciertamente tareas fundamentales e impostergables de la agenda nacional.
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