San
Cristóbal de las Casas, Chis., Frente a 120 mujeres participantes
en la mesa sobre "Violencia doméstica", Juana, indígena
zoque de la comunidad de San José, municipio de Marqués
de Comillas, en la selva Lacandona, venció el miedo y la vergüenza
para relatar, que su marido violó a sus dos hijas, la mayor de
14 años. Para la mayor era el segundo embarazo, el primero fue
también producto de una violación. Juana y sus hijas denunciaron
ante su comunidad la violación de las dos niñas por su
padre. La comunidad solamente decidió aplicarle al hombre un
castigo económico de dos mil pesos. Juana quiere dejar de vivir
con este hombre pero después se retractó de denunciarlo
porque no iba a tener quien mantuviera a la familia.
María, madre de tres hijos, contó que durante 16 años
vivió maltratos fisicos y emocionales con su marido. En 1992,
encontró a su esposo con otra mujer en su cama. Se decidió
y acudió al Dif, denunció ante el ministerio publico el
maltrato fisico y mental pero como las lesiones no eran graves no le
hicieron caso y sobre el asunto de la otra mujer le informaron que era
casa del señor y él tenía derecho a meter a quien
quisiera. Le dijeron que si ella tomaba acciones contra el marido, se
podía meter en problemas.
A partir de esa fecha viven en la misma casa pero en secciones diferentes
(él arriba de la casa con entrada independiente y ella abajo).
Actualmente, él le debe de un año tres meses de pensión
alimenticia. Su suegra asistió como testigo y el juez de lo civil
le dijo que cómo era posible que estuviera contra su hijo.
María solicita el divorcio y que él se vaya de la casa
en donde vive ya la agrede a ella y a sus hijos constantemente. El juez
civil ante el que han presentado denuncias no hizo nada debido a que
el señor le hacía servicios personales. María se
presento en San Cristóbal con Derechos Humanos donde le dieron
un papel para que fuera con derechos humanos de su ciudad y que el Dif
le diera ayuda. Cuando María fué al Dif le dijeron que
no tenía pruebas ni testigos de lo que pasa dentro de su hogar.
Su esposo está permanentemente borracho, cuando lo demanda llega
la policía, lo encierran y él sale inmediatamente.
Bernarda es madre de dos hijas de 5 y 3 años de edad, respectivamente.
Su esposo la golpeaba constantemente, la última vez que lo hizo
ella se defendió con un cuchillo hiriéndolo y provocándole
una hemorragia que le ocasionó la muerte. Ella fue detenida,
acusada de homicidio y el juez no le quiere reconocer que actuó
en defensa propia. Pidió la ayuda de una abogada. Ninguno de
sus familiares la visita.
En la vivencia que concentró a unas tres mil mujeres, durante
dos días, en el encuentro "Reclamo ante la impunidad y la
violencia en Chiapas", convocado por 16 organizaciones no gubernamentales
a iniciativa del Seminario Feminista de San Cristóbal, las mujeres,
en su mayoría indígenas, pero también mestizas,
escuchándose unas a otras, se atrevieron a dar la cara, a hablar
desde su corazón.
Algunas, que venían de comunidades donde hay simpatizantes zapatistas
saben que es necesaria la organización, lo han aprendido desde
antes del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional en 1994. En general para ellas estar organizadas ha sido una
actividad hacia fuera de su mundo familiar: para denunciar atropellos
de militares y paramilitares, para resistir la entrada del ejército
a sus comunidades, pero al oír los testimonios de sus compañeras
muchas reaccionaron preguntando ¿Puedo hablar del alcoholismo?
¿Puedo decir que mi marido me pega? Si el marido te agarra (sexualmente)
a la fuerza ¿es delito? ¿Cómo puedo denunciarlo?
Si te violan y quedas embarazada ¿puedes no tener al hijo?.
Se dieron cuenta de que en demasiadas ocasiones no se escuchan ni se
apoyan entre sí las mujeres en las comunidades, de que puede
haber otra forma de organización que mira hacia dentro de su
vida familiar, de que puede y debe haber otro mundo para las mujeres.
El encuentro inició con una marcha el 24 de noviembre. Las organizadoras
calculaban que participarían unas 800 mujeres. Llegaron cerca
de tres mil. Y eso que pusieron cuotas por regiones al invitar: "que
vengan unas 20 mujeres" "pues van a ir 80" les contestaban.
En el mitin, al final de la marcha, Maru Méndez, de Tenejapa,
habló en tzeltal y Rosa María Méndez, de Zinacantan,
en tzotzil y ambas hablaron de la injusticia "de que nuestro padre
nos venda" con hombres ricos o por el trago, "ya no es el
caso de que sigamos así, que nos sigan violando" afirmó
la primera; "no queremos más eso y vamos a buscar nuestro
derecho", señaló la segunda".
En las mesas, donde trabajaron el segundo día más de 600
mujeres, además de la de violencia doméstica -cuya realización
fue la más controvertida ya que no faltó quien recomendara
a las organizadoras que no debía tratarse eso- se habló
de las distintas formas de la violencia contra las mujeres en Chiapas:
de la guerra, estructural, sexual, de las políticas gubernamentales
y violación de los derechos en la Administración y Procuración
de Justicia. Se escucharon más de 100 testimonios. En la organización
se previó un equipo de sicólogas para apoyar a las mujeres
en casos de crisis. Una treintena de indígenas fueron atendidas.
Una de ellas fue Jesusa, quien en la mesa "violencia de la guerra",
se salió aparentemente del tema al señalar que estaba
muy triste, y soltándose a llorar, dijo que su esposo no la deja
salir, "no sólo el gobierno es el que molesta, es la primera
vez que salgo a participar, a mi esposo tampoco lo dejan salir (los
soldados), nos molesta el gobierno y nos molestan dentro de la casa".
Al llegar a este punto Jesusa tuvo una crisis. Mientras seguía
llorando explicó: "mi marido me dijo que si me venía
me dejaba. Y yo me vine".
Las participantes llegaron de 48 de los 111 municipios del Estado. Rebasaron
a las organizadoras: Adela Bonilla, Mercedes Olivera, Martha Figueroa,
Diana Damian, Teresa Maza, Marisa Zepedaijllegaron a ser 64 las
personas, hombres y mujeres las que integraron el equipo, todas/os voluntarias
de organizaciones no gubernamentales como Chiltak, del Colectivo de
Mujeres, de CIAM, Foca, Casa de la Luna Creciente, Desmi, Alianza Cívica,
feministas independientesij
En el evento se reiteró la denuncia de más de 70 casos
de violaciones sexuales a mujeres -todos ellos impunes, incluyendo el
caso de tres indígenas violadas colectivamente por soldados en
un retén de militar en Altamirano- muchas cometidas por militares,
agentes de Seguridad Pública, judiciales y paramilitares ".
Masacres como la de Acteal y el Bosque, asesinatos, despojos, amenazas,
un horror que ha llevado al desplazamiento de cerca de 20 mil personas
en esta guerra de baja intensidad que se libra en Chiapas.
Del encuentro salió un pronunciamiento que fue entregado, junto
con una serie de testimonios, a la Alta Comisionada de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson.
(Ver
la carta)
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