Editorial
Ver día anteriorLunes 27 de mayo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Robótica contra empleos
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ras un encuentro realizado recientemente en Pekín, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) concluyó que los sistemas educativos deben reinventarse para que los educandos puedan hacer frente a un mercado laboral en que al menos 30 por ciento de los empleos actuales estarán automatizados con instrumentos de inteligencia artificial (IA) y robótica, lo que desplazaría a unos 375 millones de trabajadores en el mundo. El organismo internacional alertó además sobre el peligro de que el empleo masivo de IA en los procesos académicos desemboque en una intensificación de las desigualdades –particularmente las de género– y en el mal uso de los datos personales de los alumnos.

Por su parte, el senador Napoleón Gómez Urrutia dijo ayer, en un encuentro de trabajadores industriales realizado en Bruselas, que el desarrollo de la llamada industria 4.0 –digitalización, robotización e inteligencia artificial– ha empezado ya a desplazar mano de obra en el mundo, a afectar prestaciones laborales y a generar una mayor desigualdad social y regional. El también líder del sindicato minero puso en perspectiva la disyuntiva de la transición a la industria 4.0 entre una lucha violenta por empleos o recursos tales como el agua, la energía y la tierra fértil o una transición justa y ordenada que respete y proteja a los trabajadores actuales mientras se crea nuevo trabajo decente en industrias sostenibles.

Ciertamente, el horizonte aquí descrito se ha previsto desde hace más de un siglo. Pensadores marxistas como August Bebel ( La sociedad futura) y Paul Lafargue ( El derecho a la pereza) especularon sobre los derroteros que habría de tomar la mecanización y la revolución industrial.

Ya en la primera mitad del siglo XX se reflexionaba sobre lo que ocurriría ante la incursión masiva de mecanismos automatizados en la industria y otros sectores, y de ello dan cuenta distopías como la película Metrópolis, de Fritz Lang; la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o la comedia de Chaplin Tiempos modernos. Pero si la mecanización y la automatización cambiaron radicalmente el mundo, esas transformaciones parecen mínimas ante la perspectiva inminente de los impactos que tendrá la conjunción de digitalización, robótica e inteligencia artificial.

La disyuntiva central ante este futuro próximo reside en poner la nueva revolución tecnológica al servicio de las utilidades o de las poblaciones. Lo primero llevaría, sin duda, a un escenario social de pesadilla, con una concentración sin precedente de la riqueza y una brutal expansión de la miseria, en tanto que lo segundo permitiría incidir positivamente en drásticas reducciones de la jornada de trabajo y en la generación de bienestar para toda la sociedad.

Por supuesto, esta tendencia mundial afectará, para bien o para mal, a nuestro país. El desafío básico consiste en diseñar políticas educativas y laborales que permitan la inclusión de estudiantes y trabajadores en la transformación que se viene y en armonizarlas con los requerimientos de una economía competitiva en el contexto de la globalidad. Y la reflexión, el debate y la construcción de soluciones deben empezar cuanto antes.