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Papa en los países bálticos (históricas notas al pie)
“T

ras rezar en los antiguos guetos de Kaunas y Vilna conmemorando a la comunidad judía lituana casi totalmente exterminada por los nazis –y sus colaboracionistas locales (véase: parte I)– Francisco homenajeó a los freedom fighters anticomunistas asesinados y deportados por Stalin en la antigua sede del KGB y centro de tortura convertido en un Museo” –informaba la prensa (The New York Times, 23/9/18). “Rindiendo por igual tributo a las víctimas de la ocupación nazi y la soviética –seguía la información– el Papa alertó sobre los nuevos brotes de supremacismo y antisemitismo –una vez detrás del Holocausto– y sobre los peligros de ‘quedarse enfrascados en los debates sobre el pasado’, en una aparente alusión al revisionismo histórico, en tiempos en que muchos países de la Europa Central rescriben su papel en el genocidio nazi o igualan –como en Lituania– el exterminio de los judíos con deportaciones y ejecuciones de los lituanos en tiempos soviéticos” (The Independent, 23/9/18). “En la antigua prisión del KGB –antes también una cárcel de la Gestapo– el pontífice conmemoró también a miles de católicos y cientos de curas torturados, asesinados y/o deportados por el régimen totalitario estalinista frente al cual la Iglesia católica ha sido un importante foco de resistencia” (El País, 23/9/18).

Hasta aquí el recuento periodístico de los restantes motivos históricos en el fondo de la visita papal (bastante parecido en todos lados).

¿Qué es lo que falta en él?

Otra vez un par de detalles que cambian y completan un poco el panorama.

Veamos: (I) la –aparente– crítica de Francisco al revisionismo –una herramienta predilecta de los regímenes semiautoritarios pero también un modo de entender la historia propio a los liberales– parece oportuna, aunque en otra ocasión Francisco se inscribió de facto con sus decisiones en el revisionismo histórico de la ultraderecha polaca (bit.ly/2CSQqdq, bit.ly/2P5rlTW) y su propio afán en Lituania de rendirles el tributo a las víctimas de los dos totalitarismos por igual, seguía perfectamente las coordenadas principales del revisionismo que pone a la par al nazismo y al estalinismo (a pesar de ser fenómenos políticos distintos) y trata a Hitler y Stalin como hermanos gemelos (Nolte et al.), algo que sirve para empujar la agenda del anticomunismo –en sí mismo una hermenéutica y un modo de leer al siglo XX (E. Traverso, The new anti-communism, en: History and revolution..., 2007, p. 152)– y pintar al fascismo/nazismo como una mera reacción a la amenaza bolchevique (D. Losurdo, War and revolution, 2015, p. 8); (II) apuntando al renacimiento del antisemitismo, el Papa no mencionó su causa principal en Europa Central: el anticomunismo tardío (bit.ly/2IksYVT), un fenómeno ligado al revisionismo, que –entre otros– culpa a los judíos por los crímenes del estalinismo, trata al antisemitismo como especie de anti-bolchevismo, insinúa que por su involucramiento en el comunismo los judíos merecieron la suerte que les tocó (sic) y repinta la participación de los ancestros políticos de la derecha de hoy en el Holocausto como una lucha anticomunista (sic); el mejor ejemplo de esto fue cuando bajo el lema de la decomunización se buscaba enjuiciar en Lituania a partisanos comunistas judíos por crímenes de guerra (bit.ly/2AFIF9e), mientras ningún partisano nacionalista jamás fue juzgado por la exterminación de judíos lituanos y polacos al lado de los nazis (sic); (III) los peligros y paradojas del revisionismo están a la vista en el auge en Lituania de la narrativa de los dos genocidios (bit.ly/2P1gE3N) –uno hitleriano, otro estalinista (donde el segundo tiene la prioridad ideológica, algo más que claro en el Museo en Vilna)– que sirve para tapar la participación de los propios lituanos en el primero (“¡una nación tan sufrida por un ‘genocidio’ no pudo ser partícipe en el otro!”) y en los gestos del propio Papa que homenajeó a la par a judíos exterminados –entre otros– por partisanos anticomunistas aliados con Hitler y luego a estos mismos partisanos perseguidos luego por Stalin (sic), o cuando le rindió el tributo a Iglesia católica lituana tan sufrida durante el estalinismo pasando por alto su postura durante el Holocausto, con capellanes en cada batallón ofreciéndoles la absolución a quienes fusilaban a los judíos... (R. Vanagaite, Our people..., p. 105).

El canónico dictum de Croce –toda historia es historia contemporánea– tiene, al parecer, su versión completa y/o original: toda historia verdadera es historia contemporánea (B. Croce, History: its theory and practice, 1921, p. 54). A ojos de Croce, como un buen idealista que era, la historia era una serie de mentiras de la cual, al escribir, había que escoger una versión más cercana a la verdad. El revisionismo histórico –si bien aparentemente no tan ajeno a algunas posturas conservadoras crocianas– parece, por un lado, un ejercicio a rebours: de escoger y promover las mentiras más grandes e increíbles y, por otro, un juego de mitades, dónde una mitad de la historia sirve para tapar a la otra. En fin, es un vórtice de ambigüedades que succiona incluso a los que parecen criticarlo.

*Periodista polaco