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Con litro y medio de diésel al día ha dado estudios a sus tres hijos
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▲ Para don Manuel no es penoso ser tragafuego ni hacerle buches al combustible; lo malo son los jefes policiacos que lo han remitido al juzgado cívico.Foto Mirna Servín
 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de agosto de 2018, p. 30

Tras 17 años de trabajar en cruceros de Polanco, la piel de Manuel es un paño oscuro con cicatrices negras alrededor de los ojos y pómulos. Cuando se inclina hacia adelante para escupir una llamarada, la camisa trasluce su enjuta figura con la que hace una reverencia para recoger algunas monedas entre los automovilistas.

Manuel Lazcano de la Vega, de 60 años, ocupa diario litro y medio de diésel, diluido en un poco de agua, para tragar fuego.

Empieza a las siete y media de la mañana y escupe llamas hasta las tres de la tarde. Después, va a trabajar a un hotel de la colonia Guerrero, donde termina a las 10 de la noche para irse a su casa en Ecatepec, a la cual llega poco después de las 11:30.

Esta jornada de más de 15 horas de trabajo por tres de traslado, de lunes a domingo, le ha permitido ver graduada a su hija mayor de la carrera de sicología, a su segundo hijo ya en administración de empresas y al tercero en una preparatoria de la UNAM.

Cuando ellos terminen la escuela yo ya voy a descansar. Es un sacrificio, pero un gran orgullo porque mis hijos han salido buenos para la escuela cuenta mientras escupe los restos de combustible que quedan en su boca y sostiene la antorcha, hecha de alambre de gancho de ropa, con la punta forrada de tela.

Algunos automovilistas y vecinos que lo han visto por años en la misma zona lo reconocen y lo saludan porque no soy vicioso ni nada. Relata que ellos le dan trabajos eventuales de mantenimiento y jardinería, pero sólo las llamas que escupe, confiesa, le han dado para los gastos que tiene en casa.

Manuel recuerda que llegó de Veracruz a la colonia Guerrero cuando tenía dos años. Entró a la preparatoria, pero su papá tuvo un accidente y Manuel tuvo que empezar a trabajar, primero de ayudante y luego de plomero hasta que encontró a otro tragafuego, quien a petición expresa le enseñó a ser un dragón y escupirlo.

Dice que no tiene problemas de salud por darle tragos al combustible frente a la antorcha prendida. Sólo me enjuago bien la boca y listo. Claro, si te la llegas a pasar, te da una diarrea, bien fea.

Lo peor ha sido cuando lo atropelló una moto, pero también lo han asaltado a mano armada y algunas veces ha terminado en el juzgado cívico por trabajar en la calle. Hay policías que nos entienden y otros de plano, no. Generalmente los jefes, que ni nos conocen, pero pasan en su camioneta, con muchos policías y nos los echan. Manuel saca su encendedor de la bolsa trasera para caminar en medio de la vialidad. Yo les he dicho a mis hijos que esto no me da pena porque no le estoy robando a nadie. Es mi trabajo.