Opinión
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Sucede lo que puede suceder
¡L

as cosas suceden porque pueden suceder! ¡Lo imposible nunca ocurre! Este sencillo precepto que, por obvio, parece ocioso repetir, suele quedar arrumbado cuando se trata de discusiones sobre la vida política que más nos atañe.

La frase esto nunca va a ocurrir más bien debería traducirse en algo así como: a mí no me conviene o me da miedo que suceda. Es una manera de alejar lo que se considera un peligro para mí o para los míos o, como decía una encumbrada dama, para mi código postal.

La posibilidad –que cada vez se veía más cercana– de que Andrés Manuel López Obrador ganara la pasada elección aumentaba cuando lo llenaban de insultos y daba lugar, precisamente en ámbitos pomadosos, a que alejaran de su mente lo que podía suceder alegando que era un peligro para México –aunque pocos oímos esgrimir alguna razón sólida– e inconscientemente, incluso, suponiendo que la Divina Providencia no iba a permitirlo.

Piénsese que el providencialismo está más presente en el ánimo de los mexicanos de lo que conviene a la salud social y, claro, permite la manipulación de muchas conciencias.

Pues bien, dado el generalizado hartazgo y fracaso para el bien general de la población mexicana que causó este neoporfirismo de los recientes cuatro o cinco sexenios, si hace poco más de un siglo que la población se levantó en armas, lo que presenciamos el 1º de julio fue un verdadero levantamiento en urnas.

¡Qué bueno que resultó así! Imaginemos lo que sería un alzamiento popular con tantas armas que los gringos han introducido al país y tantas organizaciones clandestinas como hay en México y, lo que es peor, tanta gente que nada tiene que perder.

¿Por qué el ideario de Morena se parece tanto al del llamado nacionalismo revolucionario? Piénsese que hubo opiniones que criticaron y repudiaron a López Obrador precisamente por lo que llamaron una vuelta al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de antes, recordando todo lo que éste tuvo de nocivo, mas perdieron de vista la posibilidad de que las razones sociales, resultado de la regresión del reciente cuarto de siglo, fuesen una situación parecida a la hegemonía de los científicos y diera lugar a una similar respuesta de la población.

También podría recordarse que aquel PRI de antes fue el sustento de un nacionalismo revolucionario que encauzó aquel desarrollo impresionante que se bautizó como el milagro mexicano. Quienes tienen una formación dogmática de la que no se han podido desprender tienden a simplificar en exceso y, sobre todo, a no tomar en cuenta precisamente que cuando las cosas suceden es porque pueden suceder.

Recuérdese que para llevar adelante el proceso neoporfirista, la cúpula del país recurrió incluso a la incorporación de una cauda de elementos que procedían de los dos sexenios ultraconservadores de la docena trágica, que sobrevivieron en el actual gobierno, y todo indicaba que seguirían en el siguiente.

¿Qué esperaba la cúpula? ¿Continuar usando a las bases del PRI como carne de cañón para ir en contra incluso de los principios de su propio partido? Pues le salió el tiro por la culata: a la hora de votar prefirieron a un López Obrador que les recordaba el ideario de su juventud.

De hecho, los priístas rejuvenecieron en las urnas y sucedió lo que podía suceder.

A la memoria de Luis Donaldo Colosio