Opinión
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Tiempos de reflexión, decisión y cambio
E

l contundente triunfo de Andrés Manuel López Obrador como próximo presidente de la República y los candidatos de Morena al Congreso de la Unión modifican los tiempos, modos y aspiraciones de los mexicanos, incluidos los pueblos indígenas y sus derechos. Lo primero que queda claro es que existen varios movimientos indígenas cuya composición y formas de empujar sus demandas los distinguen aunque, en general, éstas coincidan. Los que más figuran en este escenario son los que participaron en el proceso electoral, donde se puede mirar a antiguos indigenistas y neoindigenistas junto con antiguos aliados del zapatismo, empujando una reforma a la Contitución federal para incluir en ella los acuerdos de San Andrés, políticas públicas y presupuestos transversales y una secretaría de Estado que las lleve a la práctica.

Para los tiempos que corren y las transformaciones que se han anunciado esto no es suficiente. Por eso estaría bien escuchar a los otros movimientos indígenas, que también tienen qué decir. Me refiero a los pueblos y comunidades indígenas que luchan por el ejercicio de la autonomía y la defensa de sus derechos, marcadamente los políticos y territoriales; ellas tienen más claro lo que los indígenas que conforman el grupo indígena del presidente electo enuncian de manera general, porque en reuniones que han organizado por todo el país en los años recientes han discutido propuestas de cambio y en ellas pueden estar las alternativas mas claras sobre el rumbo a seguir.

Pongo un ejemplo de ello. De acuerdo con sus declaraciones públicas, el equipo indígena del virtual presidente electo propone la creación de una secretaría para que atienda este sector de la población, pero entre quienes a diario defienden sus derechos se piensa otra cosa. Mirando las secretarías de asuntos indígenas que se crearon en algunas entidades federativas, donde varios de los que la impulsan a escala federal participaron, conocen que una institución de ese tipo no funciona si no cuenta con las facultades y el presupuesto necesario; conocen que si llegara a funcionar las otras podrían dejar de atender a los indígenas; y si cuenta con las facultades, el presupuesto y los funcionarios sensibles a los reclamos indígenas, puede actuar en contra del ejercicio de la autonomía de los pueblos. A ellos les parece mejor un organismo autónomo descentralizado que los apoye en el ejercicio de sus derechos, con capacidad para corregir las desviaciones del poder publico.

Otro caso es el de los derechos a reconocer. Uno de ellos, central, los territorios y los recursos naturales en ellos existentes. No basta con reconocerlos, hay que crear los instrumentos para hacerlos valer y la instancia gubernamental obligada a velar por que se cumplan. ¿Se va a modificar la Sedatu para darle facultades de reconocer los derechos territoriales? Lo mismo se puede decir de los recursos genéticos y los derechos de identidad cultural. ¿Se van a transformar la Sagarpa y la Secretaría de Cultura? Si no se van a modificar estas instituciones, ¿quién lo hará y bajo qué mecanismos? ¿Qué se va a hacer con las instancias culturales que ya existen pero sus funciones no están a la altura de las necesidades y demandas de los pueblos indígenas, como el Inali, las universidades interculturales y la dirección de educación indígena? Como dije, no basta crear una secretaría, es necesaria una reingeniería en todo el Estado.

Otro asunto que no puede ignorarse es el de la paz en Chiapas, que tiene que ver con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y sus aliados, a quienes considero el tercer movimiento. Si el futuro presidente está convencido de cumplir lo pactado el 16 de febrero de 1996 entre el gobierno federal y el EZLN, no puede ignorar que esos acuerdos tienen como finalidad lograr una paz justa y digna en ese estado. Los acuerdos de San Andrés no se cumplen sólo con la inclusión de su contenido en la Carta Magna, su cumplimiento implica tender puentes con los rebeldes para alcanzar la paz. Que éstos muestren desdén por el gobierno electo no nulifica esa obligación, que lo es de todo buen gobierno.

Cambio es cambio. No vamos a seguir con lo mismo. La gente votó por un cambio y el gobierno no puede estar ensimismado, ha dicho López Obrador. Ojalá y su equipo de trabajo sobre pueblos indígenas piense lo mismo y, sobre todo, encuentre otras ventanas para mirar la realidad y maneras distintas de hacer política, incorporando personas jóvenes de los diversos movimientos, gente con experiencia positiva de gobierno; atendiendo las propuestas y experiencia de la gente, para que los cambios que se impulsan sean reales y no meras poses gatopardistas donde todo cambia para que siga igual. Si esto llegara a suceder, la oportunidad de cambio para que la vida mejore, esa que los resultados electorales del primero de julio pasado ofrecen, se habrá desperdiciado. Y eso sería un error histórico lamentable.