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El Gran Concierto en el Cielo de Pink Floyd
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Louise Clare Marshall en vivo, en Pompeya, en captura de imagen de YouTube
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Periódico La Jornada
Sábado 3 de marzo de 2018, p. a16

En los estantes de novedades discográficas esplende un tratado sobre la condición humana: David Gilmour Live at Pompeii.

Trátase de la puesta en actualidad de un clásico, lo cual no es tautología sino acto de minotauro: desandar el laberinto, mi alma.

Como las casualidades no existen, sino las causa-lidades, hace dos días se cumplieron 45 años del parto de una obra-emblema cuya gestación tomó nueve meses: el álbum Dark Side of the Moon, cuyo track 5 es el track 6 que ahora nos embruja: The Great Gig in the Sky.

Live at Pompeii es, digámoslo así, el nuevo disco de Pink Floyd.

Argumento, esgrimo y defiendo tal aserto: es el nuevo disco de Pink Floyd, así como lo es también Is this the life we really want, el nuevo disco de Roger Waters, reseñado así por el Disquero:

https://goo.gl/KKLwxu

Nuevos ambos álbumes porque Gilmour y Waters son, siguen siendo y serán siempre Pink Floyd, ese invento de la era moderna que obligó a quienes escriben sobre música a buscar nuevas palabras para expresar lo que antes era conocido como rock.

Live at Pompeii es un álbum doble y corresponde al audio del concierto de más de tres horas que nos conmovió hasta las lágrimas el miércoles 13 de septiembre pasado, cuando el Disquero acudió al estreno mundial en salas cinematográficas, a una de las 2 mil 500 salas de 28 países donde retumbó el sonido Floyd.

Así reseñó el Disquero ese filme dirigido por Gavin Elder:

https://goo.gl/UeFqy8

Debido a las salvajadas del capitalismo salvaje y las leyes graves y gravitacionales del mercado, no ha llegado a las tiendas mexicanas el devedé con el filme. No obstante, el audio nos resulta idóneo para clavarnos en las texturas de la materia acusmática, y por eso elegí el track seis del disco uno de este álbum doble, porque The Great Gig in the Sky ha sido puesta al día, re-vitalizada por su autor, David Gilmour, aunque digan que la compuso Richard Wright y en la realidad quien cobra las regalías –y ese es el argumento mayor del Disquero de hoy– es la cantante que ha hecho estremecer 45 millones de veces multiplicadas por el número de personas que han escuchado cada una de esas copias, el total que se ha vendido desde hace 45 años, cuando nació The Dark Side of the Moon, cuyo track 5 es precisamente The Great Gig in the Sky, el track 6 de Live at Pompeii.

Aquí pongo, amada mi alma, querida lectora, amable lector, el vínculo de YouTube para que se estremezcan:

https://goo.gl/Yxvp4U

Este álbum doble resume tres horas de concierto en 21 tracks, desde una pieza sublime que sintetiza el arte único e irrepetible de David Gilmour, inventor de un sonido único, hasta culminar en el himno existencial: Comfortably numb.

Si vieron ustedes, mi alma, lectora, lector, el anterior videíto que dura apenas un minuto con 22 segundos y se estremecieron como me sucede cada vez que lo veo y ahora me concentro en la materia acusmática, es decir en el sonido puro, estaremos de acuerdo en que se trata de una experiencia estremecedora, extrema, epifánica, y no es una cuestión de gustos ni preferencias sino de mera materia acúsmática decir que se trata de la mejor versión ever, la consecución del Grial, el objetivo logrado porque la manera como entona melopeas, gritos, susurros y gemidos Louise Clare Marshall, al frente del trío completado por Lucita Jules y Bryan Chambers, es una auténtica obra de arte.

Como suele suceder con piezas clásicas, The Great Gig in the Sky está rodeada de mitos y leyendas y una buena parte de verdad.

Los hechos objetivos: surgió en la mente de Richard Wright, sentado frente a un piano Steinway y el resultado, una secuencia de acordes muy armónica, conmovió a David Gilmour, quien la completó en su mente con la voz de una cantante negra: Madeleine Bell, o bien: Doris Troy, pero el ingeniero de los estudios Abbey Road, donde grabaron la versión original en 1973, llevó a su amiga Clare Torry en calidad de palomazoo bomberazo, pues nadie tenía una idea cabal de lo que querían; todo el disco The Dark Side of the Moon es la transición de la etapa experimental de Pink Floyd a la era de los conceptos y da la casualidad que, en términos siempre sencillos, sin afanes intelectuales, el gran tema de los Floyd siempre ha sido y será: la condición humana.

La gestación de The Dark Side of the Moon sucedió en secuencias, siendo la que nos ocupa la por ellos denominada death sequence, o bien ”mortality sequence”, de donde las revistas del corazón tomaron, como siempre, la parte anecdótica y vulgar: el miedo de Richard Wright a volar en avión. El miedo de los humanos a la muerte.

Pioneros también en el arte del performance, los Floyd acostumbraban tocar en vivo el embrión de esta pieza como una suerte de spoken word: alguien leía fragmentos del Eclesiastés. Lo cual derivó en uno de esos actos geniales: llamar al portero (call porter, Cole Porter, jeje), es decir invitar a la persona que resguardaba el portón de los estudios Abbey Road, a recitar los siguientes versos, que quedaron para la historia en los 45 millones de discos que se han vendido tan sólo de la versión original:

I am not frightened of dying
anytime will do
I don’t mind
why should I be frightened of
dying?
There’s no reason for it
you’re gotta go sometime
If you can hear this whispering
you are dying

Ese acierto monumental, esa derivación occidental del concepto budista de impermanencia y vacuidad, es el origen del misterio que dio nacimiento a The Great Gig in the Sky: un espejo de la condición humana; eso es inexpresable en palabras y por eso Louise Clare Marshall nos hace estremecer: pone en sonido el ansia, el crispamiento, el miedo y el espanto que a los seres humanos les es impuesto como idea de lo que es la muerte, cuando se trata de una transición, una manera de convertirse en luz.

Sostengo que la autoría de The Great Gig in the Sky es de David Gilmour porque: a) ya dije que la estructura de acordes es creación de Richard Wright, pero ese material NO es la obra, tan sólo funge a manera de intro, la obra ES el canto, la creación en el instante que hace la cantante solista; b) los derechos de autor los cobra la cantante de la versión original, Clare Torry, quien ganó en tribunales luego de interponer una demanda pues había muchos millones ya en regalías en 1974, apenas a un año de circular The Dark Side of the Moon, cuyo track 5 es la epifanía que hoy nos ocupa y, last but most important: c) David Gilmour fue quien instruyó a Clare Torry la manera de expresar lo inexpresable:

Al principio solamente dijo: just busk it, coloquialismo que refiere la manera de cantar de los músicos callejeros en Londres. Luego afinó: improvisa y lo demás es historia: Clare Torry pasó del baby baby, yeah al canto sin palabras que hoy conocemos como un clásico de clásicos y David Gilmour definió así: es asombroso cómo una ama de casa londinense llegó al estudio de grabación e hizo nacer este caudal de sonido orgásmico que nos mantiene fascinados.

Si vieron el videíto cuyo vínculo puse aquí, observaron cómo David Gilmour, sentado con su guitarra slide, ve embelesado a Louise Clare Marshall, satisfecho de su logro: expresar lo inexpresable.

Ergo: ya no hablamos de la muerte ni del miedo a la muerte ni de ninguna fruslería.

Ella expresa sin palabras, ululando la vocal u, alabando la vocal a, elevando la vocal e, ilando la vocal i, contoneando la vocal o, nada menos que la condición humana y entonces lo que canta es el meollo, la síntesis, el verdadero contenido y significado de la pieza titulada El Gran Concierto en el Cielo (The Great Gig in the Sky): una canción de cuna, una versión sónica de El grito de Edvard Munch, una caricia a gritos, un ulular de sirena de mar, un reptar de serpiente mágica, una emoción intensa, una manera de convertir el arte del shout rural, esa técnica de los esclavos negros que formó parte del nacimiento del blues, una forma de definir la utopía, una manera de decir lo inefable, lo que no sucede, una derivación sonora de la física cuántica, una ecuación metafísica, un portal dimensional, un umbral, un sueño…

la condición humana
y la voz en off:
I never said I was afraid of dying.

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