Opinión
Ver día anteriorMiércoles 25 de octubre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Despechados
L

os desprecios llegaron de sopetón y de manera por demás inmerecida. Las reiteradas acusaciones, sin embargo, empezaron a despertar sospechas de hondas mal querencias desconocidas. Aun así las cosas, se soportaron desaires e insultos. Las mismas amenazas se quisieron suavizar. Pero el candidato Donald Trump no amainó sus críticas para con los mexicanos. Los más prudentes de acá y, hasta de allá, recomendaron calma bajo la consigna de que todo cambiaría en cuanto el magnate tomara las riendas del gobierno. Dos años después del inicio de tan groseros gestos, condenas y dichos algo inició su desarreglo en el ánimo nacional. Aristas básicas de una relación, que se deseaba duradera, en ascenso y sólida, fueron trastocadas de improviso. Las dudas y corajes comenzaron a circular y mellaron las conciencias, aun las más entregadas hacia un estilo de vida ambicionado. Poco a poco el sentir mexicano trocó su rumbo y, en especial, la misma sustancia, que ya se pensaba sólida, empezó a resquebrajarse. Un dejo de despecho inundó los ánimos colectivos y ahí ha quedado enquistado.

Los intereses, ya tan interrelacionados en una miríada de facetas, quedaron pasmados y han sufrido dolorosas revisiones. Y el cuadro resultante que emerge de toda esta faena no se entrevé para nada positivo. Es casi imposible encontrar algún ángulo que dé lugar a la esperanza de mejoría. Tal vez empeoren, al menos, durante el tiempo que dure la presidencia de Trump. Pueden ser otros tres años o, peor aún, siete más si los votantes que lo apoyan logran su relección. Los horizontes para la convivencia mutua se han nublado hasta el punto de causar daños sensibles en variados órdenes. La mutua cooperación, pensada como sustento de la convivencia, ha caído en un hoyanco que nadie (de este lado de la frontera) cavó. Las expectativas de una confluencia de visiones políticas y económicas, las maneras de llevar a cabo los ya masivos y complejos intercambios, entraron en una desconcertante zona de presiones. La búsqueda de paliativos por parte de líderes y gerentes no pasan de palabrería hueca: hay vida después del TLCAN México es mucho más que un tratado de libre comercio y otras alegorías por el estilo no confortan a casi nadie. Menos todavía si se adelantan esquemas donde se pondera que ellos saldrán más perjudicados

El desconcierto llegó por conductos y personas inesperados. Los distintos grupos que se han visto tocados por los desplantes trumpianos son, cada vez, más numerosos. Quizá los que resienten la distancia actual con mayores ansias sean los hombres o mujeres dedicados a los negocios. En especial aquellos que, ante cualquier ocasión, vuelcan las miradas hacia los variados centros empresariales del norte en busca de ejemplo, sostén o guía. Otro grupo adicional, de sensible alcance, sea el conformado por los familiares que reciben las remesas enviadas por migrantes. El mundillo político partidista ha caído en total parálisis mental y su actuación frente al fenómeno da tumbos notables. Un día deciden alinear sus maneras de conducir sus asuntos con los desplantes de Trump y, el otro, siguen sus bandazos cotidianos y las groseras ocurrencias en tuits: despiden entonces al embajador de Corea del Norte, votan en consonancia con las posturas gringas en la OEA y forman coaliciones de países contra Venezuela. Poco se diga de aquellos otros mexicanos que, todavía, empollan ancestrales resquemores y miedos hacia un ensoberbecido vecino que mucho daño ha causado aquí y en bastantes más lugares de este vecindario.

El sedimento que va madurando en la relación entre el pueblo raso, y también en el informado, respecto a la administración de Trump está bien embadurnado de racismo. No sólo este presidente intemperante ha dado repetidas muestras de su afiliación al supremacismo de los blancos –ahora de alta boga entre ciertas capas sociales de ese país–, sino que, su entorno mismo, claramente se regodea con similares pendencias. El sufrimiento causado a los llamados dreamers, (DACA) además de alevoso, es despiadado para con ellos y sus amigos y familias. No habrá arreglo que valga y, muy posible, se continúe deteriorando la relación entre ambos países. El gobierno de Peña Nieto ya no tiene capacidad alguna de enmendar la actitud de cautela y buenas maneras adoptada desde un inicio. Su popularidad ha quedado afectada, en buena parte por este fenómeno de aceptado bajo perfil ante los desplantes del grosero magnate. La traslación de estas tensiones hacia los ya iniciados tiempos de campaña electoral serán, qué duda, determinantes para orientar las simpatías y rechazos de los votantes. Todos y cada uno de los candidatos contendientes tendrán que adoptar decididas posturas ante este delicado asunto.