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La educación cívica como motor del cambio social
L

a familia es el pilar fundamental de toda sociedad. En ella se forman los valores y principios que el individuo necesita para vivir armónicamente y construir un tejido social fuerte. Esos valores se transmiten de padres a hijos y de generación en generación, dando como resultado el comportamiento cívico de la sociedad de nuestro país.

Sin embargo, no es sólo en la familia donde se construyen valores sociales. Es el propio gobierno el que debe brindar al ciudadano distintas políticas públicas destinadas a la construcción de una cultura social llena de responsabilidad colectiva, unión social y coparticipación entre sociedad y gobierno. Lo anterior, con el fin de construir una democracia mayormente participativa y un cambio de pensamiento del ciudadano para una recomposición social paulatina.

La recomposición del tejido social es uno de los elementos fundamentales para lograr cambios efectivos en la forma de gobernar en México. Estos cambios harán que los ciudadanos puedan convivir en armonía, solidaridad y de esta forma se genere una cohesión social entre los mexicanos.

Factores como la falta de credibilidad de la ciudadanía en sus instituciones y desconfianza hacia partidos políticos y autoridades, así como hacia funcionarios públicos, son reflejo de malestares sociales que deben atenderse, con el propósito de articular una recomposición social en la que el ciudadano, de manera constante, recobre esa confianza.

Contar con instituciones más sólidas, con visión de futuro, es el motivo principal que el gobierno debe atender para diseñar políticas públicas de la mano con los ciudadanos, a fin de iniciar un camino de recomposición social, unido en todo momento a las necesidades reales que exige la ciudadanía en los tiempos que actualmente vivimos, pues es un factor fundamental para construir instituciones más sólidas y rendir mejores cuentas a los habitantes.

La legitimidad de las instituciones, centrada en la actividad pública, es actualmente uno de los problemas más graves que se viven en México. Esta necesidad se ha acrecentado en la medida en que asciende la desconfianza social, el rechazo, la ira, el enojo, la molestia de la sociedad en contra de las autoridades y los servidores públicos. No simplemente debemos canalizar el descontento social de manera generalizada, debemos revisar cuáles son las causas de dicha inconformidad. Se debe escuchar y hacer partícipe al ciudadano para entablar de nueva cuenta un diálogo cercano a resolver dicha problemática.

La sociedad mexicana está enojada por la actuación de sus servidores públicos. Esto se traduce en una peligrosa falta de legitimidad de dichos servidores y de las instituciones públicas que representan. Ello nos aleja del cumplimiento de los fines del Estado y desnaturaliza la actuación de los órganos de carácter público. Sería conveniente canalizar ese enojo para convertirlo en acciones que mejoren la situación. También es importante que el servidor público se esfuerce en legitimar su actuación apegando su conducta a la ley y alejándose de cualquier forma deshonesta de obtener un beneficio personal a partir del ejercicio de una función pública.

Debemos iniciar una recomposición social para formar un tejido social fuerte, caracterizado por seguridad, confianza en sus instituciones, armonía, paz y una continua, plural y abierta participación democrática. Estos componentes son indispensables para fortalecer el tejido social, a fin de establecer en México una sana convivencia, adoptando valores socialmente deseables en favor de la continua transformación de la sociedad mexicana.

Una ley de educación cívica en la Ciudad de México sería un importante paso para nuestra democracia, al tiempo que marcaría un hecho trascendente para la recomposición del tejido social de nuestro país.