Opinión
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Apuntes postsoviéticos

Herida abierta

K

irguistán y Uzbekistán, en conflicto por el agua de Asia central, no son los únicos países de la antigua Unión Soviética que se encuentran al borde de la guerra. Hace poco Armenia y Azerbaiyán rompieron la tregua que –después de tres años de hostilidades con 20 mil muertos y más un millón de desplazados– acordaron en 1994, con lo cual confirmaron que su disputa territorial por Nagorno-Karabaj, enclave armenio en territorio azerbaiyano, es una herida abierta.

El mayor brote de violencia en los últimos 22 años causó cientos de muertos por ambos bandos (unos y otros hablan de bajas ajenas y no admiten las propias) y gracias al Grupo de Minsk de la OSCE, que se encarga de la mediación bajo el patrocinio de Rusia, Estados Unidos y Francia, se logró un nuevo y frágil alto el fuego.

El riesgo de que Armenia y Azerbaiyán se involucren en una guerra se mantendrá ante su imposibilidad de alcanzar un arreglo político de esta añeja controversia, que vienen negociando ya durante un cuarto de siglo, así como por factores que contribuyen a romper la estabilidad regional, el incendiario papel que desempeña Turquía en primer término.

El problema de fondo sigue siendo el estatus de Nagorno-Karabaj, que Armenia y Azerbaiyán reclaman como parte inalienable de su territorio, incertidumbre legal que convierte el enclave en uno de los más graves de los muchos conflictos congelados –Transnistria, Osetia del Sur, Abjazia, entre otros– que surgieron tras la disolución de la Unión Soviética y a los cuales se sumó, en fecha más reciente, la parte del este de Ucrania que no quiere subordinarse a Kiev.

Existen como estados independientes de facto, con nulo o muy escaso reconocimiento internacional, y dependen de sus apoyos externos, lo cual genera tensión adicional en el espacio postsoviético. Rusia –que salvo la excepción de Crimea y que, en el caso de Nagorno-Karabaj, es el principal suministrador de armas a Armenia y Azerbaiyán– respeta la integridad territorial de acuerdo con las fronteras, por más arbitrarias e injustas, que cada país tenía al momento de formalizar la desintegración de la Unión Soviética.

Aunque en las dos décadas recientes hubo infinidad de violaciones al alto el fuego, esta vez Azerbaiyán lanzó toda una ofensiva en Nagorno-Karabaj que las milicias karabajíes y el ejército armenio lograron detener. ¿Por qué ahora? Los críticos de Bakú aseguran que, ante la caída de los precios del petróleo y los brotes de malestar entre la población, el gobierno de Ilham Aliyev distrae la atención con ese intento de recuperar el territorio ocupado por Armenia, sobre todo cuando se acabó el dinero para adquirir armas nuevas.

No se excluye que, al reanudar las hostilidades, Azerbaiyán trate de forzar un eventual intercambio de regiones con Armenia, que incluya una extensión equivalente a 13.4 por ciento que perdió en Nagorno-Karabaj y donde pueda reubicar a los 800 mil azerbaiyanos que tuvieron que irse del enclave.

Queda mucho por negociar, en todo caso.