Espectáculos
Ver día anteriorJueves 22 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Ringo Starr presentó Photograph, un vistazo a la vida de los Beatles

Desde que empecé, a los 13 años, mi sueño era tocar batería

Paul sigue siendo el mejor bajista; extraño a John y George, afirma

Foto
Ringo Starr en una imagen tomada de la página del músico
The Independent
Periódico La Jornada
Jueves 22 de octubre de 2015, p. 9

Londres.

Es una hora impía en la Galería Nacional del Retrato de Londres –definitivamente no la hora de las estrellas del rock–, pero Ringo Starr está aquí. El ex Beatle, de 75 años, está en el piso de Contemporáneos de la galería, rodeado de curadores y cámaras, para presentar su libro más reciente. Pese a su enorme volumen, Photograph es tan poco pretencioso como su título sugiere, pero por ello más impactante. En más de 300 páginas de imágenes y texto conciso acompañante, Ringo nos lleva por los molinos de viento de su mente y de su memoria.

Comienza con una foto en blanco y negro de Ringo bebé –Richard Starkey cuando nació en Liverpool, en 1940– y termina con una imagen de conjunto de su All-Starr Band, la alineación revolvente de roqueros veteranos con los que todavía recorre el mundo. En el curso de octubre emprenderá otra gira de un mes por Norteamérica, acompañado por viejos compadres musicales como Todd Rundgren y Steve Lukather, de Toto.

Para usar el lema de Ringo, ideal para vivir, todo es paz y amor. Aún le gustan las tocadas, le gustan los de la All-Starr Band, y él les gusta a ellos. Como declaró Lukhater a Los Ángeles Times en una nota sobre la aparición en la próxima primavera de Postcards from Paradise, el álbum de estudio número 18 de Ringo: No habría bateristas rocanroleros si no fuera por él, por todos esos chicos que lo vieron aporreando sus tambores.

Impactó en una generación de ejecutantes

Oh, eso es grandioso, sonríe Ringo cuando le cito esa declaración. Durante años su talento de baterista fue denostado, entre otros por John Lennon, que siempre entraba tarde. Pero Ringo –uno de esos íconos íntimos para los que basta el nombre– está lleno de alegre desparpajo. Sabe el impacto que tuvo en una generación de ejecutantes, sobre todo en Estados Unidos. “Todo viene del Show de Ed Sullivan. Setenta millones de personas vieron el programa, y de esas, 300 eran bateristas. Así que muchos decían: ‘Oh, si toco es por ti’. Pero en ese momento uno no sabe lo que hace.”

En la sala donde estamos cuelgan impresiones de Photograph, título que evoca su exitoso álbum del mismo nombre de 1973. Hay tomas de las primeras giras por Estados Unidos con los Beatles: de Ringo, Lennon, Paul McCartney y George Harrison echando relajo en cuartos de hotel. De cuando tocaban en pubs y clubes de Liverpool y Hamburgo. Son sus vistas a ojo de Beatle de la vida antes de la fama y desde dentro del huracán. Son una visión única, cercana y personal, sin poses ni adornos.

En un espacio adyacente está Barbara Bach, alguna vez chica Bond (en La espía que me amó, 1977), que lleva 25 años a su lado, desde que se conocieron en el aeropuerto de Los Ángeles, en ruta a México para filmar los papeles principales en la comedia bufonesca Caveman.

Ringo luce radiante, como ella, con sus habituales lentes de sol, vestido de negro. Es delgado como un adolescente, impresión reforzada por su corta estatura (1.67 metros). Su energía y salud física son resultado de dieta escrupulosa y ejercicio regular. ¿Qué normas de alimentación sigue?

Bueno, soy vegetariano; vivo de brócoli y esas cosas. Pero cada noche de presentación como una papa hervida con aceite de oliva y levadura de cerveza. ¡Sin mantequilla!

Ante la prensa Ringo parece enojadizo, luego de mil millones de entrevistas y de ser interrogado una y otra vez sobre el grupo pop más grandioso de la historia. Pero Photograph ofrece una razón lógica para volver una vez más a su pasado. Además, está orgulloso de su fotografía, y sin duda lo emociona recibir el visto bueno de la Galería Nacional del Retrato. Todo esto lo tiene muy jovial esta mañana. Sus respuestas son rápidas y juguetonas, y para enfatizar sus asertos me da repetidos golpecitos en el muslo con el dorso de la mano.

No siempre fue tan consciente de la salud. En algún tiempo abusó de sustancias y perdió una década o más de los setentas y los ochentas por la cocaína y el alcohol (él y Bach se sometieron a rehabilitación en Arizona en 1988). ¿Qué piensa cuando ve en Photograph imágenes de aquellos días?

Bueno, así fueron las cosas, contesta con tranquilidad. Yo era un borracho y acabé como borracho. Ya desde antes de los Beatles mi familia era fiestera, y a mí me encantaba la fiesta. Yo bebía desde los 17, iba a los pubs y decía que tenía 18. Y en los días de los Beatles, todos bebíamos. Y otras cosas, añade con intención. Y en mi caso me dominó.

¿Fue después de que la banda se desintegró, en 1970? Bueno, hubo días en que ninguno de nosotros podía trabajar, jaja. Pero fue empeorando para mí, hasta el punto de que era más importante tomar una copa que cualquier otra cosa. Y mi carrera se fue cuesta abajo. Y por eso mi consumo fue cuesta arriba.

Eso puede explicar por qué el libro no tiene muchas imágenes de los setentas y ochentas. Sí, fueron las menos. ¿Están allí?, dice con curiosidad, hojeando con rapidez el libro, que se balancea sobre nuestras rodillas.

Siempre fue bueno tocar en una banda

Esta me encanta, ríe de pronto, mostrando una foto de antes de los Beatles en la que capta la vívida escena musical de Liverpool en los albores de los sesentas. Es Ringo con McCartney, Harrison y “Faron, de los Faron’s Flamingos”. Una vez más el ambiente es de fiesta, y hay una chica guapa participando. Siempre fue bueno tocar en una banda, comenta.

Continúa hablando de la historia temprana de los Beatles, cuando todos los músicos jóvenes de Liverpool iban en caravana a Hamburgo. Yo iba mucho a Alemania, dice con nostalgia. Había buen dinero; me llevaba una maleta llena de zapatos ¡y ganaba más vendiendo los zapatos que en el escenario! A los alemanes les encantaban.

Muestra una foto suya en la escuela primaria, con su madre. Ringo es hijo único, abandonado por su padre en la infancia, aunque criado después por un padrastro amoroso. El texto acompañante dice: Mi mamá y yo. Me encanta esa foto. La mujer amó cada segundo de mi vida y recordaba cada segundo. Era la mejor.

¿Cómo tomó su mamá que la banda de su hijo se trepara a las alturas con tanta rapidez? ¿Le preocupaba lo que la beatlemanía le haría a su consentido? “No, le encantó. Y me amó cada segundo de mi vida. Y el otro lado de la moneda fue cuando la llamé en el 66 y le dije: ‘Ya dejamos las giras. No volveremos a salir, mamá’. ‘Ah, pero tocarán en Liverpool, ¿no?’ ‘No, no volveremos a tocar en vivo’. Y no lo pudo entender.

“Y mi padrastro, Harry, era un gran hombre. Un gran papá. Amaba la música, me dio a conocer a Sarah Vaughan, Glenn Miller y gente así. Me dio una gran lección. Yo estaba escuchando algo y me decía: ‘¿Has oído esta, hijo?’ Y ponía a Satchmo [Louis Armstrong] o quien fuera. Nunca dijo: ‘¡apaga esa porquería!’”

Ringo, padre de tres hijos, entre ellos Zak Starkey, hoy baterista de The Who, hizo lo mismo con sus hijos. Jamás los critiqué [por sus gustos musicales].

Sigue hojeando el libro, como si viera las imágenes por primera vez, sintiendo los recuerdos nuevamente. Se detiene en las fotos simples de George, Paul y John. Ante esas tomas donde los captaba desprevenidos, décadas de iconografía y hagiografía se derrumban.

Considerando la leyenda y la antileyenda que ha surgido en torno a Lennon desde su asesinato, ¿es difícil reconciliar todo eso con el tipo que conoció?

No, todo eso era él. Era una persona de voluntad fuerte y enorme corazón. Y le encantaba reír. Era mi amigo. Su rostro se ensombrece por primera vez. “Lo extraño. A él y a George, porque tuvimos muy poco tiempo juntos. ¡Pero tan intenso!

Pero todavía me reúno con Paul. Y cuanto tocamos juntos es emocionante para mí.

Estuvieron juntos en escena este año, en el ingreso de Ringo al Salón de la Fama como solista. Cuando tocan juntos, ¿los asalta el recuerdo de la sección rítmica de los Beatles?

Es como un recuerdo amoroso, sonríe Ringo. Paul toca estupendamente. Sigue siendo el mejor bajista, y tiene suerte de que yo sea el mejor baterista.

Le menciono With A Little Help From My Friends, la canción que Lennon/McCartney compusieron para que Ringo la cantara. Como Paul ha comentado, la primera línea, ¿Qué harían ustedes si me salgo de tono?, fue una referencia específica a Ringo.

Asiente con vigor. “Sí, sí. Pero ¿mencionó que la segunda línea era: ‘¿Se pararían a lanzarme jitomates?’ Como en el teatro. Les dije: ‘¡Yo no voy a cantar eso! ¿Están locos? Con toda la caca que nos hemos lanzado, no voy a cantar esa línea’. Y la cambiaron.”

En Twitter, algunas son personas tristes

En estos días los que lanzan jitomates son los trolls de las redes sociales. Ringo es suscriptor entusiasta de Instagram, Facebook y Twitter. Intento entrar en el mundo moderno, dice. ¡Me encanta Twitter! Me encanta porque algunos me aman y otros no, pero eso no me molesta para nada. Algunos no son más que personas tristes sin nada que hacer. Y todavía desbordo paz y amor.

Eso se percibe en las fotos de Ringo y su esposa, que está sentada pacientemente en la otra galería. Alzo la voz para preguntarle qué piensa cuando ve imágenes íntimas de su vida en común desplegadas en la mesa de un café.

¿No te encanta, Barbara?, pregunta él.

¡Es increíble!, contesta ella con una risa ronca.

Al final hablamos de su adicción al trabajo. Cuando entrevisté a Paul McCartney en Japón, hace dos años, explicó su entusiasmo por las presentaciones: sencillamente, lo trae de fábrica. Ringo asiente.

Nadie lo entiende. Eso es lo que hago; no soy un electricista. Y cuando comencé, a los 13 años, mi sueño era tocar, y sólo la batería. Me encantaba tocarla. Me encanta entretener al público, añade.

“Soy un baterista. Y por este libro, tomo fotos. Y aun con todo lo demás que hago –toco un poco de guitarra, un poco de piano–, soy el baterista. Ese es el trato”, sonríe, feliz, y se encoge de hombros.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya