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Nosotros ya no somos los mismos

Brindis por un acontecimiento esperado 54 años: el restablecimiento de relaciones Cuba-Estados Unidos

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Hoy se cumplen 51 años de una política francamente genocida que ha sido derrotada por el heroísmo de varias generaciones de patriotas. La bandera de la solitaria estrella, que nunca fue arriada en estos 54 años, es izada hoy en la capital del imperio. ¡Salud!. En la imagen, calles de La Habana en la víspera de la apertura de las embajadas entre Cuba y Estados UnidosFoto Reuters
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e que hay clases, por supuesto que las hay. Y en esto de la taquilla y el rating, ni duda cabe. Jorge Mario/Francisco rompe todo récord. Aunque por razones diferentes, la multitud se manifestó por la opción de seguir platicando sobre los perturbadores mensajes emitidos por el Papa durante su reciente periplo en este continente, y cuyas definiciones provocaron verdaderos sobresaltos urbi et orbi.

Tanto los católicos de Pedro el Ermitaño, como los jacobinos de época terciaria (clasificación por cuenta de López Velarde), me escribieron y expusieron sus razones o, digámoslo mejor, sus puntos de vista. ¡Quién lo creyera!, pero resultaron más aperturos y solidarios estos últimos que los primeros, aunque no dejan de ver las posturas papales con ciertas reservas, pues consideran a Bergoglio más proclive a la quejumbre y al bandoneón que a los claros clarines que anuncia el cortejo de los paladines, del que nos hablaba don Rubén Darío a principios del pasado siglo.

A Arturo Reséndiz, Fernando Cisneros, Saúl Ibargoyen, Marco Fernández, Rafael Torres, Gustavo, Luis Espinosa y a todos quienes consideraron que había más tela papal de donde cortar, les agrego algunos otros tópicos que nos ayudan a comprender mejor al compañero Jorge Mario. Son instantáneas que pienso no debemos perder. Ofrezco más adelante regresar a un asunto de importancia vital: la encíclica L audato Si. Por muchas razones que se remontan a mi paleolítica infancia, el asunto de la subsistencia del planeta me ha tenido aterrorizado toda la vida. Una abuela, la originaria, tenía devoción por fatigar el apocalipsis, diría Monsi, y me hizo vivir a muy temprana edad sequías, inundaciones, hambrunas y epidemias como la llamada influenza española. Desde entonces siempre he tenido pánico a que los alimentos y el agua desaparezcan (antes que nosotros los consumidores), que plagas y enfermedades se abatan sobre el género humano o que un fenómeno atmosférico se encargue de mandar a nuestro mundo a otro. En la década de los 70 fui al cinematógrafo a ver la película de Richard Fleischer Cuando el destino nos alcance. Todavía suelo despertarme bañado en sudor después de haber librado feroz batalla contra Charlton Heston y Eduard G. Robinson por la ración que me correspondía de plancton (único alimento posible en el planeta, ese lejanísimo 2022). Seguramente por una manera de pensar tremendista estoy convencido que el destino nos alcanzó ya. Y de una manera tal que ninguna nación puede, autárquicamente, enfrentar ese apocalipsis de dimensión planetaria, tal como lo concibió Juan, en el último libro del Nuevo Testamento. Los estudiosos se hacen bolas (Salinas jamás los puso en su lugar), discutiendo si este Juan sería el mismo que el llamado Evangelista, que fue un cronista muy reputado en aquellos bíblicos tiempos. Este problema de robo de identidad a mí me tiene sin cuidado. Me preocupa que ni los gobiernos de los estados más poderosos puedan hacer algo, así sean los más progresistas, racionales y autosuficientes. Los miembros de los gobiernos de las grandes potencias vienen, o van, a los consejos directivos de los conglomerados mundiales. Son accionistas, ejecutivos, gerentes de las empresas internacionales dominadoras de la economía planetaria. ¿Y nuestros gobernantes, después de sus modestas pensiones? Aunque tengan cargos rimbombantes en empresas u organismos gubernamentales de carácter multilateral, son bedeles, ujieres (pagados como magistrados del tribunal federal electoral, eso sí) al servicio de las corporaciones que deciden cómo debe ser la vida de la humanidad, después, por supuesto, de generar la plusvalía que su franquicia para existir les reclama. En beneficio de mi abuela originaria debo decir que algunos de sus relatos (que no eran prospectiva, profecías o science fiction, sino crónicas de lo vivido durante la etapa revolucionaria), los replican ahora organismos de la ONU, como la FAO, o personeros como Michelle Bachelet y el presidente de Italia, Sergio Mattarella, quienes informaron que en el mundo hay más de 800 millones de personas hambrientas. Afortunadamente agregaron que hay 500 millones que, en justa compensación, padecen de obesidad. La señora Bachelet coincidió con mi abuela Lola, quien con lógica silvestre y campirana, decía que el hambre se quitaba comiendo (ella no conocía las anfetaminas). La presidenta chilena afirmó ante la trigésima conferencia de la Organización para la Alimentación y la Agricultura: Es claro que el hambre sólo se puede erradicar atacando la desigualdad y la pobreza . Es decir, teniendo qué comer. Por supuesto, no se incluyen en el sabio diagnóstico presidencial los licuados recetados en el hospital Ángeles, o el afamado catecismo de Weight Watchers. A la encíclica quiero dedicarle todos los comentarios que merece; ahora mencionemos algunas viñetas papales sobre las que conviene pensar y, por ahora, regocijarse: El próximo octubre, en el sínodo de obispos, se presentará el instrumentum laboris. Se trata de un documento que incluye temas como éstos: la necesidad de mantener una actitud nueva y comprensiva con los divorciados vueltos a casar (ojo, senador Hermosillo, o mejor aún, oídos), y con las personas homosexuales. A las primeros se les excluye del sacramento de la comunión y de la posibilidad de ser padrinos en los de bautizo y confirmación. También de ser profesores en escuelas católicas o encabezar instituciones de beneficencia. Sobre los segundos, el Papa dijo: si una persona es gay y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla? (Las puertas de miles de clósets en este país están por derribarse). Viñetas que quedan pendientes: opinión de Francisco sobre el regalo de Evo: un Cristo crucificado sobre una hoz y un martillo. Su participación en las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba para restablecer relaciones. Su llamado a combatir la corrupción, la violencia y el narco (¿nos sabe algo?). Y, por supuesto, su mensaje a los jóvenes. (O yo me apresuré, o él se vio lento).

Me quedan menos renglones, que los martinis con los que propongo brindar hoy, lunes 20 de julio, por un acontecimiento que he esperado, nada más, 54 años: ver ondear de nuevo la bandera de la solitaria estrella en la ciudad de Washington, capital del más poderoso país del orbe y la de las barras y las estrellas en La Habana, Primer Territorio Libre de América.

A la hora en que la multitud suele dar inicio a la lectura de la columneta, se estará llevando a cabo el restablecimiento oficial de relaciones diplomáticas entre estos dos países. A este asunto me propongo dedicar próximamente algunas cuartillas, pero por ahora no me aguanto la gana de rememorar algunas fechas que este día cobran significado estremecedor. 1956. Parte de nuestras costas el yate Granma con 82 ilusos que con escaso entrenamiento militar y con precario armamento deciden jugársela por la libertad de su gente. Tres años después, 1959, el dictador Fulgencio Batista huye de Cuba y el ejército revolucionario toma La Habana el primero de enero. Meses después, en abril, Fidel Castro llega a Estados Unidos y conmociona al pueblo estadunidense que lo vitorea, aplaude y abraza en todo lugar al que asiste. La gente lo detiene en las calles y se retrata con él. El domingo 19 de abril el vicepresidente Richard Nixon lo recibe en el Capitolio. La agenda registraba 15 minutos para el saludo protocolario. La reunión, empezada a las 18:59 se prolongó hasta las 21:20. El sensible y experimentado presidente Dwigth Eisenhower se disculpó, pues tenía un partido de golf. 1961, el golfista decide romper relaciones con Cuba y por conducto de la CIA organiza un ejército invasor. El 17 de abril, después de sorpresivos bombardeos (¿aprendidos en Pearl Harbor?), las fuerzas invasoras desembarcan en Playa Girón. En 72 horas los mercenarios son derrotados. mil 200 prisioneros, a quienes se les perdona la vida, son canjeados por tractores y alimentos que la población comenzaba a requerir con urgencia. Hoy se cumplen 51 años de una política francamente genocida que ha sido derrotada por el heroísmo de varias generaciones de patriotas. La bandera de la solitaria estrella, que nunca fue arriada en estos 54 años, es izada hoy en la capital del imperio. ¡Salud!

PD. En 1951 leí en La Habana un grafiti: Exxo no puede Shell, porque de Cuba Texaco. No se pudo y los sacaron.

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