Opinión
Ver día anteriorDomingo 3 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Quetzalcóatl fotográfico
U

na visita al Museo Nacional de Antropología, considerado entre los mejores del mundo en su género, es siempre una experiencia cautivadora. Comienza por deslumbrar con su original e imponente arquitectura, que diseñó en 1963 un grupo de brillantes arquitectos mexicanos, comandados por Pedro Ramírez Vázquez. A la vasta explanada de acceso, sigue el vestíbulo monumental, preámbulo del gran paraguas sostenido por una columna labrada, que preside el inmenso patio. Un espejo de agua con tules y lirios, nos evoca el medio lacustre de la antigua México-Tenochtitlán.

Además de su extraordinario acervo permanente, que nos muestra la grandeza del pasado prehispánico y, en la planta superior nos acerca a la riqueza del mundo indígena actual, siempre tiene algo novedoso. Ahora nos evoca a Qetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, el señor del rayo y del trueno, un relámpago de fuego que surca las nubes y lleva a los hombres del maíz el abrazo de las lluvias.

Desde el centro del país y hasta los confines de Mesoamérica, la Serpiente Emplumada está presente en los signos que nos identifican como mexicanos. Ya sea con el nombre de Kukulcán en tierras mayas o Quetzalcóatl en el centro del país, es el vínculo entre lo divino y lo terrenal, pero, sobre todo, es la figura mítica que aglutina y une en la diversidad a la mayor parte de los pueblos mesoamericanos.

Mediante su mito, la Serpiente Emplumada ha sido inspiración de decenas de generaciones de artistas de todo género: arquitectos, ingenieros y literatos de todas las épocas. Alrededor de su figura se han levantado templos antiguos, monumentos modernos, improbables esculturas en piedra o pinturas murales. Todo en la búsqueda de mostrar la trascendencia y relevancia del Señor de los colores en la historia y el imaginario de los mexicanos.

Una vez más, la Serpiente Emplumada es la inspiración de un talentoso grupo de creadores, que diseñaron una pieza interdisciplinaria que lleva por título Quetzalcóatl fotográfico. El talentoso diseñador industrial Adriaan Schalkwijk creó la original instalación escultórica y fotográfica, representación contemporánea del mítico personaje.

La enorme pieza ondulante, viva representación de la serpiente en movimiento, muestra imágenes de paisajes, personas y vida cotidiana de México, captadas a través de la mirada de tres notables fotógrafos: Bob Schalkwijk, Pim Schalkwijk y Alfredo Martínez Fernández. Las fotografías, algunas con más de medio siglo, capturan la prodigalidad natural y cultural del país en sus diferentes manifestaciones.

La variedad y riqueza de las imágenes provocan una serie de emociones, al mostrarnos los múltiples rostros de este país multicultural y con una impresionante diversidad geográfica. Nos hablan de un México solidario y espontáneo, al retratar mexicanos en el trabajo, en el hogar, en las calles y caminos que nos llenan de orgullo. También se ocupan de contarnos la historia de los rituales cívicos, religiosos o cotidianos que distinguen a las familias y comunidades del país.

Encarna vívidamente la diversidad que caracteriza el patrimonio mexicano, sin desatender la experiencia estética como base de la obra. Quetzalcóatl fotográfico nos invita a experimentar de primera mano la fuerza vital y el ímpetu unificador del dios, a través de una propuesta de exhibición tridimensional.

Busca convocar al público a celebrar la diversidad de México de manera lúdica, con la intención de generar diálogos activos con su público y entre éste. El Quetzalcóatl fotográfico está instalado al pie de la amplía escalinata, que parte del monumental patio y desemboca en uno más pequeño, donde se encuentra el restaurante.

Si no quiere salir del museo puede comer aquí. Hay carta y un bufet que no está nada mal. Es muy grato sentarse en las mesas al aire libre y disfrutar del entorno, que combina la arquitectura con el exuberante follaje de los árboles que la rodean.