Opinión
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Jazz

Xalapa 2013

I

nvitados por la Universidad Veracruzana (UV), llegamos a Xalapa el pasado miércoles 29, a la misma hora que Bárbara entraba a Oaxaca avisando que en plena degradación se daría una vuelta por Tabasco y Veracruz. Después de descansar un rato nos fuimos a la Casa del Lago, donde la UV organizaba un homenaje a Juan José Calatayud en el 10 aniversario de su muerte.

Enrique Ceja, coordinador de Difusión y Extensión de la Cultura, nos recibió amable y sonriente en un salón prácticamente vacío, a no ser por la presencia de Gloria Mendoza, la viuda del maestro Calatayud, y Javier Flores-Mavil, director del Seminario y Encuentro Internacional de Jazz –mejor conocido como el Jazzfest–, que hasta 2009 se celebró en Xalapa, para en 2010 emigrar a Puebla y en 2011 a Guatemala.

La clausura de la edición poblana en 2010 estuvo a cargo de la Panamerican Jazzfest Big Band, integrada por los alumnos del seminario y dirigida por Bernardo Hernández, profesor de Berklee, con tan buenos resultados, que dicho concierto ha sido editado en formato de cedé y bajo el título de El matiz latino será presentado el próximo julio en Xalapa y Puebla.

Pero regresemos a la noche del 29 en la Casa del Lago. La mesa redonda para evocar vida y obra de Juan José Calatayud dio inicio con un Javier Cabrera que nos sorprendió por la facilidad de palabra y la habilidad con que fue moderando, articulando cada una de las intervenciones; lo conocíamos como el excelente percusionista de Orbis Tertius, pero su oratoria era algo nuevo para nosotros.

En la medida en que el público interviene y cuestiona y argumenta después de una conferencia o una mesa redonda, se puede medir el éxito o el fracaso del acto; y aquí la gente intervino, fue receptiva y cuestionó a los cinco meseros: Gloria Mendoza, Javier Flores-Mavil, Javier Cabrera, Adolfo Álvarez (legendario baterista del Cuarteto Mexicano de Jazz y de Jazz entre Tres) y quien esto escribe. La atmósfera se impregnó de anécdotas y recuerdos. Alguien sacó incluso extractos de añejas entrevistas y la voz y la personalidad del maestro, una vez más, se hicieron presentes.

Pasamos después a la sala de conciertos, donde estaban programadas tres de las mejores bandas veracruzanas de jazz. El primer turno fue para Orbis Tertius, grupo emblemático de la Universidad Veracruzana que empezó con un espeso tema de Miguel Flores compuesto en memoria del homenajeado: Espejo. Enseguida –sorpresa que nos movió el piso– anunciaron un arreglo de Misa en soul mayor, legendaria composición de Calatayud que en los engranajes y la sensibilidad de Orbis Tertius adquiere rumbos y atmósferas totalmente abstractas, con poderosos silencios que refuerzan los filosos bordes de la propuesta. Por momentos aparece la sangre antillana de algún ancestro, pero esta nueva Misa... insiste en deslizarse por la inmediatez del free jazz y el quinteto suelta amarras. Enorme.

Cuando se despedían, Óscar Terán invitó al escenario a Lucio Sánchez, ex director del grupo, le cedió el bajo eléctrico y Lucio empezó a trazar las líneas de Softly, As In a Morning Sunrise… el carácter tradicional de Orbis Tertius regresó al escenario, las aguas retomaron su curso con tranquilidad, pero sin perder una brizna de su fuerza.

El grupo de Jorge Mabarak, recién llegado del puerto de Veracruz, subió al escenario. Mientras se instalaron en contrabajo y batería, Jorge sintió el piano y reveló su estatura… con tres o cuatro acordes apenas esbozados en el teclado, el maestro evidenció el poder de su gramática; una vez más, y sin haber iniciado siquiera con el set de esa tarde, Mabarak se mostró como uno de los mejores músicos de este país (no en balde pasó un buen rato en Nueva Orleáns bajo la tutela pianística de Elis Marsalis, el padre de todos los Marsalis).

Los sonidos se acercaron un poco más a la ortodoxia. Abrieron boca con Alquimia, tema clásico en el que el pianista tomó fragmentos del straight-ahead, para filtrarlos y fundirlos (cual es su costumbre) con ecos del son montuno y de la música morisca. Todos sus trazos se acercan o se funden en la perfección. Llegó la samba, la nueva bossa nova (y que valga el pleonasmo), hasta culminar con una verdadera genialidad: Agustín menor, nueva composición en la que Mabarak toma tres temas de Agustín Lara: Veracruz, Noche de ronda y Granada, pero sólo los aborda y rediseña en las partes de tono menor; todos aquellos estribillos en tono mayor que son los que más se aprende y canta la gente, son ignorados por Jorge, entretejiendo una verdadera catedral de menores que pronto estará circulando en un nuevo disco.