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El autor compartió sus ideas con La Jornada en la que, dijo, desearía fuera su última entrevista

En Europa se pasa hambre; me duele la miseria: Lobo Antunes

La gente ya no cree en los políticos ni va a votar, por eso dice que la península Ibérica se acerca a repetir una historia de guerras civiles

De carácter reservado, dice que no le interesan los galardones ni los escritores: Lo importante son los libros, no yo; los premios no tienen que ver con la literatura

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El escritor, durante la entrevista en el Festival Gutun Zuria de la Alhóndiga de BilbaoFoto Serafín Palazón
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 5 de mayo de 2013, p. 2

Bilbao, 4 de mayo.

Antonio Lobo Antunes es un autor que cuando escribe no quiere hablar con la gente, ni ser molestado ni, mucho menos, interpelado por algo tan íntimo como su libro o su propia literatura.

Nacido en 1947, en Lisboa, lleva a cuestas una biografía tan intensa y peculiar como su propia obra narrativa: siquiatra, militar que vivió y padeció una de las guerras más crueles y brutales del siglo XX, la de Angola, y niño enfermo que se refugió en los cómics para escapar del infierno de un hospital, donde la gente se marchaba continuamente.

En lo que él mismo dice que le gustaría que fuera la última entrevista de su vida, Lobo Antunes explicó a La Jornada que todo lo que ocurre hoy día en Europa es dramático, que la gente pasa hambre y que nos acercamos peligrosamente a repetir la historia de las sangrientas guerras civiles de la península Ibérica.

Lobo Antunes es un eterno candidato al Nobel de Literatura y su obra, singular y celebrada en todo el mundo, lo ha llevado a ganar los reconocimientos más importantes, entre ellos el Premio FIL de Lenguas Romances en 2008. Entre sus libros destacan Memoria de un elefante (1979), Esplendor de Portugal (1997), Cartas desde Angola (2005) y Ayer no te vi en Babilonia (2006), entre otros.

El autor portugués interrumpió la escritura de su nuevo libro para participar en el Festival Gutun Zuria de la Alhóndiga de Bilbao, donde tuvo lugar este encuentro.

–Lecturas y escrituras, ¿cómo las une en su literatura?

–Yo cada vez voy a menos cosas, salgo poco y no doy entrevistas. Estoy aquí por una excepción. Todo esto de participar en este festival interrumpe mi trabajo como escritor. Lo importante son los libros, no yo. Y los escritores en general no me interesan mucho. Tengo algunos amigos escritores, como Juan Marsé o Javier Marías, pero no hablamos de literatura ni de sus libros. Nada de eso.

–¿Y sus lectores?

–A los lectores siento no verlos mucho. Tengo una vida muy alejada. En mi familia siempre hemos sido así, al menos por parte de sangre portuguesa, que viene de mi madre, siempre hemos vivido de manera muy cerrada. Ahora ya no doy entrevistas ni hablo con nadie. No tengo muchas opiniones y mis libros son lo importante.

Cuando escribo no hago nada más. Ahora estoy escribiendo un nuevo libro, y para eso es muy importante trabajar todos los días. Desde que empecé con esto tengo la impresión de que no voy a tener el tiempo suficiente en mi vida, por eso tengo siempre una lucha contra el tiempo. De todas maneras el hecho de estar vivo no va a acabar bien.

–Habla de escribir casi como si fuera una condena...

–No es así. Desde los cinco o seis años soy así, y para mí es normal. Para mi familia todo esto era muy raro. Por ejemplo, para mi abuelo, que no tenía un solo libro en su casa. Cuando supo que yo era escritor se quedó muy preocupado y me preguntó si yo era maricón. Yo no sabía lo que quería decir maricón, y después de investigar el significado de la palabra me quede aún más preocupado y seguía sin entender nada. En mi familia era una cosa muy rara.

El padre de mi padre, que también se llamaba Antonio Lobo Antunes, era un hombre del norte de la Amazonia brasileña y no tenía libros en casa, era militar y no tenía ninguna tradición de leer. Digamos que yo fui educado a la manera del norte de Brasil, donde los libros no interesaban un pito.

–¿Cómo va descubriendo el mundo de la literatura y su necesidad de expresarse mediante la escritura?

–De niño tuve tuberculosis y era muy raro. Cuando estaba hospitalizado, viví en un mundo donde la gente se marcha, que sale y que entra cotinuamente del hospital. Entonces empecé a leer gracias a las enseñanzas de mi madre. Pero creo que los escritores están siempre mintiendo. Están siempre posando para la eternidad, y cuando les preguntan quiénes han sido los escritores importantes responden que Homero u otros nombres así. Esas respuestas no importan. Para mí, los importantes han sido los cómics. Empecé a escribir por eso y no por los escritores, que cuando los empecé a leer me aburrían.

Mis maestros han sido los libros de Sandokán, de Salgari. A Homero o Joyce los descubrí mucho más tarde, cuando ya mi camino estaba formado.

–Cuando era niño también jugaba al futbol, ¿verdad?

–Dividía mi tiempo entre los deportes y esto de leer y escribir. Jugaba en el club Benfica, pero era difícil, porque estudiar, escribir, los partidos y los entrenamientos suponían mucho tiempo y no podía estudiar. Así que mi padre se preocupaba y tuve que escoger. Y escogí los libros. Escribir. Después me empezó el gusto por leer.

–Al escribir prefiere la soledad y la tranquilidad...

–El problema no es escribir. Es corregir. Una vez un hombre le dijo a Bach que qué cosa tan hermosa había hecho. Y él le contestó que si hubiera trabajado tanto como él, hubiera llegado a los mismos resultados. Tienes que trabajar, sobre todo cuando empiezas y lees las cosas que escribes y te parecen bien en caliente. Pero tienes que corregir y corregir y desmitificar a los escritores. El talento existe, pero si no trabajas, no sirve de nada. Y en muchos momentos no estás seguro de lo que estás haciendo, pero no hay que dramatizar ni mitificar a los escritores.

–¿Cómo ve la situación actual de Portugal, de Europa?

–Yo soy mestizo. Lo que más me duele ahora es la miseria y el desempleo. La gente tiene hambre. La semana pasada, cuando iba por la calle, una señora muy mayor, bien vestida y bien peinada se me acercó y me dijo bajito: ¡Tengo hambre! Y esto pasa cada vez más.

“No creo en los políticos ni aquí ni en Europa ni en Portugal ni en ningún lado. La gente ya no cree en las mentiras de los políticos, ya no cree en nadie y ya no va a votar, harta de que le hagan promesas que no cumplen.

“La gente está viviendo muy mal. Yo vivo en un barrio pobre y la única cosa que se vende son los candiles de petróleo, porque la gente no tiene dinero para poder pagar la electricidad. Y este invierno hubo muchos más muertos, porque la gente no tenía para calentarse. Más gripes, más pulmonías, más viejos muriendo, entre otras cosas, porque ahora en los hospitales si no tienes dinero, te mueres. Si tienes cáncer y no tienes dinero para el medicamento, mueres. Todo esto antes no se tenía que pagar y ahora lo pagas todo.

“La gente también tiene mucho odio a la troika, que viene cada vez con más imposiciones y más fuertes. Mientras los ministros o los políticos ganan todos mucho dinero. No hay ninguno que esté en la miseria, como tampoco lo están los presidentes de las compañías. Ellos siempre van a tener un empleo, porque existe una entente de clase.

“Ahora, los policías, que están ganando muy poco, ya no quieren ir contra la gente en las manifestaciones. El Ejército, tampoco. Yo he visto la guerra. Éramos un millón 300 mil combatientes en los tres países africanos. La guerra se acabó y vinieron las revoluciones, y de pronto ya no había espacio para tanto general, tanto sargento, tanto capitán y así va creciendo el malestar. En nuestra península, la Ibérica, las guerras civiles son de una violencia extrema.“

–¿Ve entonces que se podría repetir esa terrible historia de las cruentas guerras civiles en la península Ibérica?

–Claro. Pero yo no sé lo que va a pasar. En Portugal y en España cada vez hay una diferencia mayor entre los que más tienen y los pobres, que son cada vez más y más miserables.

Escribo lo que la mano quiere

–¿Todo esto que ocurre lo piensa plasmar en alguno de sus libros?

–Yo no escribo de esto. Yo escribo lo que la mano quiere. No hago planes para los libros. No sé lo que va a pasar. Hace unos años estaba con George Steiner y me dijo: ‘Serán ustedes –portugueses, españoles, griegos o italianos– los que van a pagar lo que los americanos han hecho en el 2008’. Y así es, somos nosotros los que lo estamos pagando. Al mismo tiempo, el pueblo tiene mucha paciencia y aguanta, aguanta, y llega un momento en que empieza a hartarse. Y entonces, ¿qué va a pasar?

–Y usted que vivió una guerra, supongo que lo ve aún con más inquietud...

–En esa guerra, donde yo estaba para matar y ser matado, hubo muchos muertos, mucha destrucción y he tenido mucha suerte. Sólo me quede sin un oído, pero era una guerra de una violencia increíble. Es curioso cómo los seres humanos somos tan sensibleros, tan sentimentales y al mismo tiempo tan violentos. O cómo coexisten entre nosotros, las culturas latinas, esta forma de ser que podemos matar a alguien y al mismo tiempo llorar por él. Matamos con alegría y tristeza al mismo tiempo.

–¿La escritura lo ha salvado de ese horror?

–Hay tres cosas importantes en la vida. Los libros, los amigos y las mujeres. Muchas veces mi abuelo decía que puedes no tener casa, trabajo o dinero, pero que si tienes amigos nunca serás pobre. Y creo que tenía razón. Recuerdo que el antiguo presidente de la República, Mario Soares, me decía: ‘Escucha niño, a los amigos nunca se miente. A la policía política y a las mujeres, se miente siempre’. Y lo decía con toda la sinceridad, porque él había sido preso durante la dictadura 14 o 15 veces.

–¿Qué significó para usted el premio que le dieron en la FIL de Guadalajara, en 2008?

–Los premios no tienen nada que ver con la literatura. Fue muy curioso, porque yo no sabía que existía un premio Juan Rulfo y me gusta mucho Pedro Páramo. Siempre me ha inquietado el sufrimiento de Rulfo. Pero México y Guadalajara me gustan mucho. Los mexicanos tienen una aristocracia natural. Una elegancia natural. México ha sido para mí siempre de una generosidad que no puedo olvidar ni pagar.

–Una curiosidad, ¿cómo escribe usted?

–Con la mano. Mira (enseña el enorme callo que tiene en el dedo). Y escribo a mano, porque me gusta dibujar y ver las letras, cada una de ellas. Y porque me gusta el olor del papel. Tengo una vocación animal; me gusta tocar, oler...