Cultura
Ver día anteriorSábado 13 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
La música de Bach transfigurada
Foto
Foto
Foto
Foto
Foto
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de abril de 2013, p. a16

El fluir de un río cristalino. He ahí la música de Johann Sebastian Bach.

Al escuchar el nuevo álbum que el sello Sony Classical pone en circulación con siete Conciertos para Piano y Orquesta del compositor alemán, el escucha refrenda una asociación de ideas, un amaridamiento de vocaciones y una unidad indisoluble: el nombre de Glenn Gould está sellado con el de Bach.

De los altavoces nace una cascada fresca y cuando toca el piso se convierte en un sendero que transitamos como en una ensoñación.

Esta novedad discográfica engrosa The Glenn Gould Collection, que constituye el valioso legado de quien es considerado por aclamación como el más grande pianista de la historia, quien tomó una decisión cuyas consecuencias influyen en el devenir musical del mundo y propician que sigan apareciendo grabaciones suyas: la decisión consistió en dejar de ofrecer conciertos en público y confinarse en los estudios de grabación.

Trabajar para la posteridad, fue el resultado.

El flamante álbum titulado Glenn Gould Plays Bach. Piano Concertos Nos. 1-5 & 7 aglutina en dos discos distintas sesiones, en lugares y fechas diferentes, que completan la saga concertística bachiana.

En varias de sus conversaciones grabadas en audio y en video, Glenn Gould dejó en claro su pensamiento a propósito del formato Concierto y su función social y musical: estaba convencido de que en los conciertos para piano y orquesta de Bach está el nacimiento del ego de los solistas, que en ese formato existe un frenesí que lleva al público a observar el concierto como si se tratara de un circo romano, pues, decía Gould, se trata de un enfrentamiento feroz entre un ego, el del solista, y una maquinaria pesada, la orquesta.

Tan convencido estaba de sus asertos, que tales observaciones fueron fundamentales para su toma de decisión: dejar de presentarse ante los ojos escrutadores del público y concentrarse en lograr conmover, entrar al corazón de ese público, solamente a través del sentido del oído y por eso se dedicó solamente a grabar discos.

El álbum doble que hoy nos ocupa presenta de manera cronológica los Conciertos de Bach del 1 al 7, todos salvo el primero grabados con la Columbia Symphony Orchestra bajo la dirección de Vladimir Goldschmann.

El primero de ellos está grabado con la misma orquesta pero con un director a la altura de Gould: Leonard Bernstein, ese otro gigante que cambió el curso de la historia de la música por su talante tan vital, luminoso y propositivo.

Escuchar trabajar juntos a Gould y Bernstein es ciertamente un raro privilegio: se trata de dos genios iconoclastas, dos peces gordos que nadaron a contracorriente, dos enormísimos cronopios que hicieron del fraseo, la respiración sonora, la manera diferente de decir la música, un estandarte libertario.

Tenemos en esta grabación un formidable tête à tête, una intensa conversación entre el piano solista y la masa orquestal, porque Lenny Bernstein solía convertir las orquestas en moles de granito que sonaban como catedrales suaves pero recias, porosas y transparentes.

Es entonces cuando la música de Bach mueve cortinas, como describió a la perfección esa música el poeta Jaime Sabines, en un solo, poderoso verso: la música de Bach mueve cortinas.

El resto de los conciertos en estas grabaciones se orienta más al soliloquio profundo que solía entablar Glenn Gould en sus grabaciones, para lograr finalmente una conversación íntima con el escucha (como dirían los maestros Les Luthiers: convirtamos este monólogo en un bi-ólogo, jeje).

El maestro ruso Vladimir Goldschmann era, en efecto, un buen hombre. Antes de conocer a Glenn Gould fungió como director musical de Les Ballets Russes que dirigió otro icono de la historia cultural de Occidente: Serguei Diaghilev.

Bonachón, maleable, moldeable, Goldschmann no tenía empacho en ser criticado por sus colegas que lo acusaban de dejarse dirigir por Glenn Gould desde el piano. En realidad, si escuchamos con atención, lo que hace el director ruso es sencillamente poner a la orquesta como un instrumento al servicio del concepto que Glenn Gould puso en música de manera tan exacta en estos discos.

Mientras suena en los altavoces esta música, ha empezado a llover: a través de la terraza y por encima de los árboles se forma un arcoíris. Un colibrí retoza alegremente cobijado por las ramas de un árbol de jacaranda y menea con brillos verdes y refleja en su pico los rayos cálidos del sol mientras liba de la copa de una flor de jacaranda y vuela graciosamente hacia otra flor y hacia otra y de pronto su vuelo queda enmarcado por las ramas de los árboles, las líneas cristalinas de la lluvia y el techo cóncavo del arcoíris, en una proporción áurea natural, primigenea. Esa es, y no otra cosa, la música de Bach, transfigurada.

[email protected]