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Economía Moral

La medición de la pobreza en el mundo / XIII

Ravallion (Banco Mundial), visión de globalización, pobreza desigualdad

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artin Ravallion (MR) es el director del Departamento de Investigación del Banco Mundial (BM) y principal responsable de sus mediciones de pobreza. En el libro que empecé a comentar en las dos entregas previas (15 y 22/3/13), Debates on the Measurement of Global Poverty (Editado por Anand, Segal y Stiglitz, Oxford University Press, 2010), Ravallion escribe dos capítulos y uno más con la coautoría de Chen. En el Capítulo 1, empieza señalando que lo que le ha venido sucediendo a los niveles de vida de las personas pobres en el mundo está en el centro del debate sobre la globalización Cita a Amartya Sen “la preocupación real de quienes protestan contra la globalización no es ésta per se, sino que parece en gran parte derivar de las carencias continuadas y las crecientes disparidades en los niveles de vida que ven en el periodo de la globalización”. MR no niega las percepciones de los críticos de la globalización: que la pobreza y la desigualdad están aumentando, pero pone en duda que así esté ocurriendo realmente. Según él hay dos bandos: los que sostienen que la pobreza y la desigualdad está aumentando (como el Foro Internacional sobre Globalización), y los que dicen que está disminuyendo rápidamente (Bhalla y Sala-i-Martin, comentados en las entregas citadas). Ravallion trata de situar al BM, es decir lo que él hace, como postura intermedia que sostiene que la pobreza ha bajado, pero lentamente.

Pregunta (muy fuera de lugar, como si él fuese un espectador) “¿A quiénes debemos creer?” Para contestar se va directamente a la medición sin pasar por un análisis del significado de la globalización realmente existente donde, por mencionar sólo dos elementos, el capital y las mercancías tienen movilidad internacional pero la fuerza de trabajo está encerrada en las fronteras nacionales o migra ilegalmente; y donde la distribución funcional del ingreso se ha movido a favor del capital y en contra del trabajo. Empieza diciendo: Antes de cuantificar cualquier cosa uno debe tener claro el concepto que va a medir y descalifica, por no cumplir este requisito, a los involucrados en el debate popular sobre la globalización, aunque los especialistas, dice, suelen ser precisos. Sostiene que la mayor parte de los observadores tiene clara la diferencia entre desigualdad y pobreza: ésta se refiere a niveles absolutos de vida (cuántas personas no pueden alcanzar ciertas necesidades de consumo) mientras la desigualdad es sobre las disparidades en tales niveles. Sin embargo, MR que conduce las mediciones puramente absolutas del BM, sostiene:

Hay amplio acuerdo en que el ingreso de una persona es una base demasiado estrecha para juzgar sobre su bienestar económico. En la medida en que éste dependa del ingreso relativo, las mediciones de pobreza en términos de bienestar tendrían que usar líneas de pobreza que varíen con el ingreso medio de un grupo de referencia relevante”. (p.27)

Y añade algo que suena a una excusa del por qué no lo hace así el BM: Poner eso en práctica de un modo convincente es otro asunto. Cita un trabajo suyo con Chen en el que proponen una clase de medidas de pobreza relativa débil en las cuales la línea de pobreza (LP) aumenta con los aumentos del consumo medio, pero menos que proporcionalmente. Introduce la distinción entre desigualdad relativa y desigualdad absoluta. Si el ingreso de todos crece a la misma tasa, la primera desigualdad (que se mide como el cociente del ingreso de cada persona/grupo y el ingreso medio) no se modifica, pero sí aumenta la segunda, la distancia absoluta del ingreso de dos personas cualesquiera. Para MR la elección entre ambos conceptos de desigualdad es un juicio de valor que pesa mucho en la visión que uno adopte respecto a la globalización. Otra fuente de confusión que subyace en los desacuerdos sobre qué ha pasado con la desigualdad en el mundo es la falta de claridad sobre los dos componentes de ésta: desigualdad entre países y desigualdad entre las personas de cada país. Según MR, la desigualdad entre países ha venido disminuyendo por las altas tasas de crecimiento de China e India, mientras la desigualdad dentro de los países ha tendido a aumentar, incluyendo China e India. Concluye que hay una especie de empate generado por estas dos tendencias contradictorias.

Hasta aquí Ravallion parece un autor que hace distinciones interesantes y propuestas atractivas. Pero en el resto del texto aparece el funcionario del BM que defiende sus cifras olvidándose de mucho de lo dicho antes. Dice, sin discusión, enfoquemos la pobreza absoluta, olvidando que sostuvo que hay amplio acuerdo en que el ingreso de una persona es una base demasiado estrecha para juzgar sobre su bienestar económico, y, sosteniendo la tesis central del BM en defensa del capitalismo neoliberal y de la forma de globalización que ha impuesto al mundo, señala: “Todas las estimaciones que he visto sugieren una tendencia declinante en la incidencia de la pobreza y en el número total de pobres desde 1980” (p.29). Las discrepancias de las que se ocupa son con la medición de Bhalla (que he comentado en entregas anteriores), cuyo radicalismo de derecha hace ver al BM como un vocero moderado del triunfo de la globalización neoliberal (Véase en la gráfica que las mediciones de pobreza del BM, es decir de Ravallion y Chen, dan una visión muy positiva de la globalización neoliberal). Para dar cuenta de las discrepancias entre el BM y este autor, procede a explicar cómo se debe medir la pobreza (por supuesto, como la mide el BM):

“Para medir la pobreza uno necesita, primero, una LP. Los países más ricos tienden a tener LPs más altas…Entre países pobres hay muy poca variación en las LPs, las necesidades absolutas de consumo tienden a dominar en un país pobre. Así que las LP aumentan con la media del consumo. Reconociendo esta característica de cómo varían las LPs, ¿cómo debe medirse la pobreza en el mundo como un todo? Se han adoptado dos enfoques. El enfoque de pobreza relativo usa LPs que aumentan con el ingreso medio del país. Por ejemplo, Ravallion y Chen presentan resultados para una LP relativa que aumenta con la media del ingreso por arriba de cierto nivel crítico… Sin embargo, todas esas LPs relativas no tratan a personas con el mismo nivel de consumo de la misma manera, y por tanto las medidas resultantes perderían significado como medidas de pobreza absoluta. Desde 1990 el BM ha he elegido medir la pobreza global con los estándares de lo que la pobreza significa en los países pobres, lo que resultó en la LP de un dólar al día (p.30).

“Se reconoce plenamente –dice MR– que ésta es una definición conservadora; mientras uno difícilmente podría argumentar no son de hecho pobres las personas del mundo que son pobres con los estándares típicos de los países más pobres; hay muchos más que son pobres con los estándares de los países de bajos ingresos. Ravallion reduce a cero el papel de la definición de la LP en la medición:

“…no hay escapatoria al hecho que hay un grado de arbitrariedad acerca de la LP. Siempre que uno sea consistente entre países, uno puede ver si las comparaciones regionales y las valoraciones de evolución en el tiempo son robustas…” (p. 31).

En próximas entregas, al analizar las críticas al BM de Pogge, Reddy y Srinivasan, ampliaré mis propias críticas. Hoy dejé que el cinismo de MR se expresara para regocijo del lector.

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