Opinión
Ver día anteriorViernes 18 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Adicciones
La búsqueda del olvido
Foto
Mezclando y amasando opio en Calcuta, 1900. Las imágenes fueron tomadas del libro
Foto
Mujer fumando opio, Miguel Víctor Casasola, México, DF, 1935. copyright 666. SINAFO Fototeca Nacional

El deseo de medicarse es tal vez el rasgo principal que distingue al hombre de los animales

Sir William Osler

Toda adicción es mala, ya sea la droga, el alcohol, la morfina o el idealismo

Carl Jung

M

itsubishis, 007, Palomas, New Yorkers, Amanecer de California, M&Ms, Amenazas Dennis, Ruibarbo y natillas, Bolas de nieve, Mariposas azules, McDonalds, Flatliners, Tréboles, Cisnes, Golondrinas, Turbos, Cuatro fases, Refrescos, Corazones de amor, Acertijos, Elefantes rosas, estos son algunos de los atractivos nombres de marca con que aparece el éxtasis en el mercado ilícito de las drogas en Gran Bretaña a comienzos del siglo XXI. Los ingredientes de la pequeña píldora varían de acuerdo con el color, el tamaño y los pictogramas inscritos en ella. La diversidad de marcas demuestra el vigor de este negocio y el dinamismo de su mercado.

El negocio internacional de las drogas ilícitas genera anualmente 400,000 millones de dólares, según estimaciones recientes de las Naciones Unidas. Esto representa 8% de todo el comercio internacional, aproximadamente el mismo porcentaje que el turismo y la industria del petróleo. Sin embargo, muchas de las principales sustancias involucradas en este negocio ilícito han sido empleadas durante miles de años para tratar el dolor físico o los trastornos nerviosos, y también para el placer.

Este libro investiga cómo los que una vez fueron medicamentos legales se convirtieron en el producto del mayor negocio ilícito del mundo.

La embriaguez no es contraria a la naturaleza ni tampoco es una aberración. La absoluta sobriedad no es un estado natural o primario en el hombre. Las drogas se ingieren, se fuman, se inyectan y se aspiran de modo diverso. Aunque a veces políticos y periodistas hablen o escriban sobre ellas como si todas tuvieran las mismas características genéricas, las drogas pueden clasificarse en categorías bien delimitadas, con diferentes poderes y efectos.

Los narcóticos alivian el dolor, provocan euforia y crean dependencia física. Los más conocidos son el opio, la morfina, la heroína y la codeína.

Los hipnóticos ocasionan sueño y estupor; por ejemplo, el cloral, el sulfonal, los barbitúricos y las benzodiacepinas. Su uso es adictivo y puede tener efectos perjudiciales. Los mismos efectos secundarios pueden ser provocados por los tranquilizantes, cuyo propósito es reducir la ansiedad sin ocasionar sueño.

Los estimulantes ocasionan excitación y aumentan la energía física y mental, pero crean dependencia y pueden ocasionar trastornos sicóticos. La cocaína y las anfetaminas son los principales estimulantes, pero también está la cafeína, el tabaco, el betel, el té, el café, el chocolate, el qat y el pituri, entre otros.

Los embriagantes se obtienen mediante síntesis química: el alcohol, el cloroformo, el éter, la bencina, los disolventes y otros reactivos volátiles.

Los alucinógenos ocasionan perturbaciones complejas en la percepción visual, auditiva y otras, y posiblemente también trastornos sicóticos agudos. El alucinógeno más empleado es el cannabis (la mariguana). Otros son el LSD, la mescalina, ciertos hongos, el beleño y la belladona.

Hace sólo tres décadas que los investigadores empezaron a comprender correctamente la acción de estas sustancias. El cerebro humano transmite impulsos eléctricos a través de las fibras nerviosas que conectan entre sí dos células nerviosas o neuronas. Estas células son la base de la actividad nerviosa del cerebro. La transmisión de la señal de una célula a otra involucra a los neurotransmisores, que no son más que impulsos de moléculas portando una señal química determinada. Los neurotransmisores excitan o inhiben la emisión en las células nerviosas, y son reconocidos individualmente por las proteínas especializadas que se encuentran en la membrana celular de las células receptoras. Las sustancias químicas neurotransmisoras se liberan en cantidades diminutas: la serotonina, que provoca que la gente se sienta satisfecha; la dopamina, que despierta sensaciones de placer, y la noradrenalina son neurotransmisores esenciales en la acción de muchas drogas controvertidas. Por ejemplo, si el uso de la cocaína y las anfetaminas puede ser placentero es porque hace que los neurotransmisores liberen noradrenalina y dopamina. La morfina actúa sobre tres receptores diferentes –que responden al nombre genérico de receptores de opiáceos–, los cuales no fueron descubiertos hasta la década de 1970. En esa misma década se descubrió que un grupo de neurotransmisores, llamados genéricamente endorfinas, actuaban como receptores de opiáceos y detenían el dolor sensorial y emocional.

Resulta fácil explicar estos hechos; pero no así las pasiones que las drogas despiertan. La gama de sensaciones abarca desde la risa tonta y la indiferencia hasta el profundo terror de la corrupción, la violencia, la contaminación y la muerte. A menudo las drogas son un recurso para quienes están aburridos, tristes o enojados, es decir, son parte del repertorio de necesidades y estados de ánimo propios del ser humano. La gente las emplea para apartarse de un medio ambiente brutal, como bálsamo contra la culpa y la angustia o como un truco para fastidiar a los mayores. Los opiáceos le dan a uno la posibilidad de reinventarse a sí mismo como un ser superior, distante y despiadado. Proporcionan un control aparente pero también una degradación real. Sirven a quienes ven la existencia como un enemigo implacable. Al ingerirse juntos estimulantes, alucinógeneos, tranquilizantes y analgésicos proporcionan toda exacerbación posible, desde el ímpetu amoroso hasta los deseos de muerte, deseos de apertura y clausura, de reconstrucción y demolición, de energía externa e implosión interna, de búsqueda de un destino y negación del futuro. Las drogas están llenas de abrumadoras incongruencias y contradicciones, e ilustran la máxima del físico danés Niels Bohr (1885-1962), según la cual las verdades profundas se reconocen por el hecho de que lo contrario también es una verdad profunda, a diferencia de las trivialidades, en las que los contrarios son un absurdo. Toda sustancia que tiene el poder de hacer bien, tiene asimismo el poder de hacer mal.

El estar en la droga puede presentarse como un apetito depravado, una desdichada obsesión, un consuelo de escapistas; o como una búsqueda de visiones trascendentales y de excitación mística. Los consumidores de drogas emplean códigos cifrados e inventan sus propias mitologías fabulosas. Del consumo de drogas puede decirse que es una búsqueda de protocolos utópicos o la ruta segura hacia un desierto de la ética. Los efectos secundarios tóxicos parecen un juego para algunos consumidores. Muchos de ellos son puestos bajo vigilancia y se les rehuye como parte de una clase social subterránea y peligrosa; pero a unos pocos (como las estrellas del rock, las modelos del momento o los poetas) se les concede un estatus aristocrático.

Este libro es la historia del consumo de drogas y, por tanto, una historia de los extremos emocionales. Su narración abarca cinco siglos de adictos y consumidores: monarcas, ministros, grandes escritores y compositores, soldados heridos, médicos estresados, amas de casa oprimidas, trabajadores exhaustos, hombres de negocios con gran poder, tarambanas, trabajadoras del sexo, estrellas del pop, perdedores en ciernes, adolescentes angustiados, escolares rebeldes, víctimas del gueto y jóvenes felices en mitad de una juerga. El escenario de los últimos capítulos son las ciudades y suburbios de Estados Unidos, Londres y París, así como casi cualquier parte del mundo, especialmente Sudamérica, Europa del Este, el noroeste de África y el sureste asiático. Aunque es ante todo una historia de gentes y lugares, también es la historia de un pésimo concepto: la prohibición.

Este libro muestra cómo las políticas prohibitivas han convertido medicamentos legales, aunque peligrosos, en el mercado negro más lucrativo y mejor organizado del mundo. La prohibición ha sido, esencialmente, una técnica de colonización cultural informal de Estados Unidos. Ya en 1875 la ciudad de San Francisco reaccionó con una ordenanza prohibitiva frente al auge del consumo de opio por jóvenes de clase media en las casas de opio frecuentadas por trabajadores chinos y alguno que otro personaje del bajo mundo. Otras ciudades y estados del oeste de Estados Unidos aprobaron legislaciones similares durante 1876-1890. Estas leyes fueron las primeras en tratar como delincuentes a quienes consumían drogas –la gente que administraba o frecuentaba las tiendas de opio–, en lugar de controlar el suministro de las sustancias. Al consumo de opio por delincuentes sociales o adolescentes rebeldes en Estados Unidos siguió el consumo igualmente ilícito y recreativo de la cocaína en las ciudades estadunidenses en la década de 1890. El uso social de la cocaína por personajes del bajo mundo y delincuentes juveniles que se enfrentaban con las tensiones de la adolescencia comenzó a transformar nuestra imagen de los consumidores de drogas en unos excéntricos con un vicio específico, en la de criminales maliciosos y enemigos peligrosos de la sociedad. La ley estadunidense de Exclusión del Opio de 1909 comenzó a cambiar el hábito, comparativamente inocuo, de fumar opio por el uso intravenoso, y más destructivo, de la heroína. La ley estadunidense de Narcóticos de Harrison de 1914 aportó el modelo legislativo para la prohibición de las drogas en el mundo occidental. Hacia principios de la década de 1920, la concepción del narcómano estaba dejando de ser la de una víctima de clase media con una adicción adquirida accidentalmente por el uso de un medicamento para convertirse en la de un criminal pervertido que empleaba narcóticos (o estimulantes) para su placer. Las políticas de la Agencia Federal de Narcóticos promovieron el auge de los bajos fondos y de las subculturas criminales. Proporcionaron a los delincuentes un producto nuevo con el que traficar tras la implantación de la Ley Seca. La ortodoxia oficial de Estados Unidos no pasaba de ser una verdad a medias, muy generalizada, que suprimía el hecho objetivo de que algunos consumidores de drogas lograban controlar su hábito, conservar un buen empleo y triunfar en la vida, mientras imponía al resto de los narcómanos el papel de criaturas degradadas y moribundas que la sociedad les exigía representar. Las actitudes y políticas estadunidenses que la ley Harrison generó fueron torpes y contraproducentes.

EU reclama liderazgo mundial

Estados Unidos reclama el liderazgo mundial de las guerras antidrogas desde 1909, y su legislación prohibicionista ha aportado el modelo de los acuerdos internacionales para el control de las drogas. Las políticas prohibicionistas estadunidenses han ido ganando terreno hasta convertirse a escala global en las guerras contra las drogas, asociadas desde 1969 con las administraciones Nixon, Reagan y Bush padre. El enfoque estadunidense puede resumirse así: exige la rendición incondicional de traficantes, vendedores, adictos y ocasionales consumidores por diversión. Esta rendición aún no se ha producido. Las políticas prohibicionistas estadunidenses han fracasado una y otra vez y continúan fracasando. A pesar de su falta de éxito. El Departamento Estadunidense Antidrogas (DEA) ha convencido a los gobiernos de todo el mundo de que posee una experiencia inigualable. Las sucesivas administraciones de Washington han engatusado a los Estados europeos para que adopten estas tácticas fallidas, y las han impuesto en el Tercer Mundo.

En Gran Bretaña, antes de 1914, el suministro de drogas era controlado por las leyes de Farmacia, pero no estaba severamente reprimido. Al comienzo de los combates en Flandes, las mujeres de la alta sociedad introducían granos de morfina partidos por la mitad entre los pañuelos y libros que se les enviaban a los soldados en el frente. En los catálogos de los grandes almacenes figuraban aun las tabletas de morfina y heroína. Dejando a un lado las legislaciones emergentes de tiempos de guerra, en Gran Bretaña las leyes contra la posesión ilícita de drogas datan de 1920, y sus problemas con la moda del uso recreativo de las drogas no comenzaron hasta 1950. Los momentos más críticos en la evolución del escenario de las drogas en Gran Bretaña ocurrieron cuando las autoridades británicas adoptaron las estrategias punitivas estadunidenses a mediados de la década de 1970 y a principios de la de 1980. El mal comportamiento o la rebeldía de los jóvenes británicos que comenzaron a imitar las gracias de los jóvenes estadunidenses fue un elemento secundario durante estas etapas.

He aquí algunos hechos que demuestran lo que pueden lograr 80 años de prohibición.

● El Programa de las Naciones Unidas para el Control de Drogas informó en 1997 que 141 millones de personas habían consumido mariguana durante el año anterior (cerca del 3% de la población mundial). Había 30 millones de consumidores de anfetaminas, 13 millones de consumidores de cocaína y 8 millones de consumidores de heroína.

● La producción mundial de opio se triplicó y la de coca se duplicó entre 1985 y 1996.

● Entre el 10% y el 15% de la heroína ilícita y el 30% de la cocaína ilícita resultan interceptados. Los traficantes de drogas obtienen márgenes de beneficios brutos de hasta 300%. Sería necesario interceptar por lo menos el 75% de los cargamentos ilícitos de droga antes de que los traficantes dejaran de obtener beneficios.

● Un kilogramo de heroína en Pakistán costaba una media de 2,720 dólares en 2000. El mismo kilogramo puede ser vendido por 129,380 dólares en Estados Unidos.

● Un kilogramo de base de coca en Colombia cuesta por término medio 950 dólares estadunidenses. Su precio en Estados Unidos en 1997 era aproximadamente de 25,000 dólares, y el precio en las calles oscilaba entre 20 y 90 dólares el gramo.

● Las Naciones Unidas informaron en 1999 que durante la década anterior los precios de la cocaína y la heroína en Europa occidental, alterados por la inflación, cayeron el 45 y el 60%, respectivamente. Las cifras en Estados Unidos registraron una caída del 50% para la cocaína y del 70% para la heroína.

● Llegados al final del siglo XX, encarcelar a los infractores de las leyes antidrogas le cuesta a Estados Unidos 8,600 millones de dólares al año.

● A pesar del aumento del presupuesto federal de Estados Unidos para la guerra contra las drogas, de 1,650 millones de dólares en 1982 a 17,700 millones de dólares en 1999, más de la mitad de los adolescentes de los Estados Unidos han probado alguna droga ilícita antes de terminar la enseñanza secundaria.

● Se estima que 14.8 millones de estadunidenses consumían drogas ilícitas en 1999. El mayor número de consumidores de drogas ilícitas se dio en 1979, cuando la estimación fue de 25.4 millones.

● El 10.9 % de jóvenes de 12 a 17 años en Estados Unidos había consumido drogas ilícitas durante los últimos 30 días en 1999. Una vez más, la cifra fue mayor en 1979, con el 16.3%.

● Se calcula que, en 1999, 208,000 estadunidenses consumían heroína: tres veces la cifra registrada en 1993. La edad media de los consumidores de heroína en el momento de su primera dosis es de 21 años.

● Unas 991,000 personas usaban inhalantes en Estados Unidos en 1998. Esta cifra había aumentado el 154% desde 1990. En 1998 el 62% de quienes usaban inhalantes por primera vez tenían entre 12 y 17 años.

● Como mínimo, 45 millones de europeos (el 18% de las personas entre 15 y 64 años) han probado la mariguana al menos una vez; 15 millones han consumido mariguana durante los últimos 12 meses.

● En la Unión Europea, hasta el 5% de las personas de entre 16 y 34 años ha consumido anfetaminas y/o éxtasis, y el 6% ha probado la cocaína al menos una vez; pero la experiencia de la heroína la ha tenido menos del 2% de los jóvenes adultos de Europa.

● La mayoría de las muertes relacionadas con el uso intensivo de las drogas en Europa involucra a los opiáceos, combinados frecuentemente con alcohol o con sedantes. Algunos gobiernos europeos hablan de un número significativo de muertes entre los adolescentes, producto de la inhalación de sustancia volátiles, pero en toda Europa son poco comunes las muertes como consecuencia de la cocaína, las anfetaminas y el éxtasis.

● Las diferencias en las estadísticas del consumo de drogas en los países miembros de la Unión Europea indican que hay poca relación directa entre el consumo de drogas ilícitas y la política nacional: los países parecen tener similares índices de consumo con frecuencia moderados, independientemente de tener o no una legislación restrictiva.

● Respecto a la posesión de drogas ilícitas, Gran Bretaña tiene un régimen mucho más severo que la mayoría de los países de Europa, pero asimismo tiene uno de los mayores índices de consumo. El 40% de sus adultos jóvenes ha consumido mariguana (el más alto porcentaje de Europa junto con Dinamarca); el 16% de sus adultos jóvenes ha probado las anfetaminas, y el 8% el éxtasis.

● Cerca del 25% de la población británica ha probado alguna sustancia ilegal en algún momento entre los 16 y los 69 años: esto representa aproximadamente 10 millones de personas.

● El consumo de drogas entre los jóvenes de Gran Bretaña ha venido incrementándose hasta principios de la década de 1990, pero actualmente ha decrecido.

Abstinencia forzosa y tratamiento punitivo, ineficaces

Este es un libro de historia, no de controversia contemporánea; pero presenta pruebas que contradicen muchas de las presunciones de los prohibicionistas. Sugiere que no es la droga en sí lo que conduce al narcómano a delinquir, sino el ansia de la droga. No es el suministro de una droga lo que convierte al consumidor en un delincuente, sino la ilegalidad de ese suministro. La abstinencia forzosa y el tratamiento punitivo de los consumidores son, por lo general, ineficaces. Los suministradores de drogas jamás se han quejado de los riesgos impuestos por las fuerzas del orden, dado que un mayor riesgo siempre supone un mayor beneficio potencial. Puede que las sanciones establecidas contra el tráfico de drogas sean bienintencionadas, y puede que tengan éxito en determinado momento o lugar, pero a la larga su función primordial es la de un incentivo comercial. La prohibición crea una oportunidad irresistiblemente lucrativa para los empresarios que estén dispuestos a moverse en la ilegalidad. Es una política de idealistas que no logran comprender que el consumo de drogas es muchas veces el reflejo de otros ideales del hombre: la humana perfectibilidad, el anhelo de un instante perfecto, la paz que concede el olvido.

*Richard Davenport-Hines es miembro de la Royal Historical Society, ganador del Wolfson Prize de Historia y colaborador habitual de The New York Times, The Sunday Times y The Independent. Ha publicado, entre otros libros, Gothic: Four Hundred Years of Excess, Horror, Evil and Ruin (2000), Vice: An Anthology (1994) y Sex, Death and Punishment: Attitudes to Sex and Sexuality in Britain since the Renaissance (1990).

Con autorización de las editoriales Turner y Fondo de Cultura Económica, se reproduce el prólogo del libro La búsqueda del olvido, historia global de las drogas, 1500-2000