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El fotorreportero habló de Una mirada documental, en el encuentro editorial de Guadalajara

El trabajo de un fotógrafo desaparece si no encuentra un investigador: Moya
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 3 de diciembre de 2012, p. 9

Guadalajara, Jal., 2 de diciembre. Vivimos en un mundo de imágenes, y la fotografía sigue luchando por tener un lugar preponderante en la historia de la sociedad, dijo el fotógrafo Rodrigo Moya durante la presentación del libro Rodrigo Moya: una mirada documental, realizado por el historiador Alberto del Castillo, quien señaló que muchos investigadores prefieren trabajar en la obra de fotógrafos ya fallecidos para evitarse problemas, pero es importante tener su testimonio directo.

Moya y Del Castillo trabajaron mano a mano durante varios años en el archivo fotográfico; pasó un buen tiempo hasta que pudieron publicarlo, porque no querían hacerlo como un coffee table book, sino como un libro de uso para los interesados.

El libro, coeditado por La Jornada, la Universidad Nacional Autónoma de México y Ediciones El Milagro, obtuvo el premio Antonio García Cubas en el rubro de libro de arte, que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Rodrigo Moya advirtió que si un fotógrafo, vivo o muerto, no encuentra un investigador su trabajo desaparece. El archivo es una forma de construir la historia, es un elemento fundamental en nuestro tiempo, y se defiende de este alud horroroso de fotografías que vemos por todas partes.

El libro tiene dos lecturas posibles, señaló a su vez Alberto del Castillo: la primera como parte de la historia de México en este periodo, décadas 60 y 70. Es importantísimo su trabajo como corresponsal o fotógrafo para las guerrillas como la salvadoreña, guatemalteca o venezolana, en República Dominicana, como uno de los pocos fotógrafos latinoamericanos que estaban presentes. La segunda puede leerse como parte de la historia de la fotografía de esa época, y creo que hemos dado elementos para entenderlo al centrar el trabajo de Rodrigo Moya como un eslabón muy importante que se ubica entre lo que sería la fotografía posrevolucionaria y lo que algunos autores han llamado el nuevo fotoperiodismo mexicano, de finales de los 70, con otra generación ya claramente distinta.