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Te obligaba a cuestionar muchos de los lugares comunes, afirma

Se fue uno de los grandes pensadores del continente, lamenta Jorge Fornet
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 16 de mayo de 2012, p. 7

La Habana , 15 de mayo. Carlos Fuentes fue uno de los últimos gurúes que quedaba, sea cual sea la posición estética o política del lector, dijo a La Jornada Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas.

El novelista mexicano fue simpatizante de la revolución cubana, pero en los años 60 se volvió un duro crítico del sistema político de la isla. En Cuba apenas se publicaron tres de sus títulos, por lo que aquí es muy poco conocido.

No obstante, Fornet consi- deró que fue no sólo de los grandes narradores, sino de los grandes pensadores del continente, de esa gente con la que a veces uno discrepa, pero que te hace pensar en nuevas preguntas sobre la literatura y la sociedad.

“Era de los escritores que te obligan a cuestionar muchos de los lugares comunes. La muerte de Artemio Cruz, Terra Nostra y Aura están entre las grandes narraciones de la lengua”, agregó el ensayista. Él, que tanto habló de la tradición de La Mancha, del Quijote, es de esa misma tradición que reivindicó.

Fuentes simpatizó con la revolución cubana, de la que a menudo escribió en la revista Política, que era una especie de crisol de la izquierda mexicana en los años 60.

Pero a mediados de esa década empezaron las fricciones, que estallaron en 1971, cuando, al recibir un premio, el poeta Heberto Padilla fue descalificado como contrarrevolucionario y tras un mes en prisión hizo un discurso autoinculpatorio.

Fuentes y decenas de escritores protestaron por el caso Padilla, que así se convirtió en un punto de ruptura entre el gobierno cubano y una parte de la intelectualidad de izquierda en el mundo.

Junto con el escritor Fernando Benítez, el periodista Manuel Becerra Acosta y el editor Juan Grijalbo, Fuentes había estado en La Habana el 2 de enero de 1959, apenas un día después del triunfo de la revolución. Al año siguiente fue jurado del premio literario de la Casa de las Américas.

Sus discrepancias políticas lo llevaron a mantener una agria disputa con el poeta Roberto Fernández Retamar, el actual presidente de Casa.