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Benedicto XVI / La Visita

Da Calderón bienvenida al Papa con discurso teñido de guerra al crimen organizado

El poder, sin derecho a despreciar la libertad religiosa: Ratzinger

Pide el pontífice avanzar en la construcción de una sociedad basada en el bien, el amor y la justicia

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Benedicto XVI arribó ayer al aeropuerto del Bajío, donde fue recibido por el presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita ZavalaFoto Alfredo Domínguez
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Periódico La Jornada
Sábado 24 de marzo de 2012, p. 5

Silao, Gto., 23 de marzo. En un contexto de discusión legislativa sobre la reforma constitucional en materia religiosa, el papa Benedicto XVI inició su visita a México con una advertencia: ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar la dignidad de toda persona humana, creada por Dios y expresada en el derecho fundamental a la libertad religiosa.

En su primera estancia en México, la sexta de un papa, es recibido por un pueblo que ha sufrido mucho por la violencia despiadada y descarnada, expresó el presidente Felipe Calderón al resaltar que somos 93 millones de mexicanos católicos, el segundo país con la mayor población que profesa esa fe, aunque después revindicó el Estado laico.

Desde el último viaje que hizo el fallecido Juan Pablo II a México ha transcurrido una década y los signos fueron distintos. Aunque Calderón se asumió como católico no besó el anillo del pescador, como sí lo hizo su antecesor, Vicente Fox, sólo inclinó levemente la cabeza y tomó con fuerza las dos manos del jefe del Estado vaticano.

Su esposa Margarita Zavala hizo lo mismo; nada que ver con Marta Sahagún, que se arrodilló ante el Papa. Fue otro guanajuatense el que emuló a Fox, el gobernador panista Juan Manuel Oliva, quien se inclinó y besó el anillo del visitante ataviado con sotana color crema.

Joseph Ratzinger salió sonriente del avión de Alitalia las 16:15 horas, luego subió los brazos y al final juntó sus manos en los labios. Bajó nueve escalones y volvió a saludar a 4 mil personas que fueron congregadas en el Aeropuerto Internacional de Guanajuato. Se trataba de grupos de jóvenes de organizaciones laicales, pastorales y de algunas instituciones católicas así como de agrupaciones de defensa de la vida.

Hubo gritos, pero no el entusiasmo mostrado en los tiempos de Karol Wojtyla. Los mismos animadores preguntaban ¿Dónde está la juventud mexicana?, los veo muy aguados, en las tres horas de espera que fueron aprovechadas para ensayar las porras y entonar las coplas de Caminos de Guanajuato.

El México de la pobreza y la desigualdad, el que Calderón señaló en su discurso que se esfuerza con ahínco por superar, estuvo representado apenas por dos niños indígenas mixtecos, Araceli Esteban y Gilberto Moreno, que llevaron ante Ratzinger y Calderón un cofre, color crema y con detalles dorados, que contenía tierra mexicana.

Porque en el graderío instalado a unos metros del estrado en que se realizaría la ceremonia de recepción del pontífice, los jóvenes provistos con banderas del Vaticano y de México eran en su mayoría de colegios particulares, de clase media.

Los políticos, algunos gobernadores como Marco Adame y Emilio González, además de 160 obispos de México, América Latina, Estados Unidos y Canadá estaban abajo, más cerca del escenario donde Calderón y su esposa, ataviada de rosa, flanqueaban al invitado.

Cerca de cumplir siete años al frente del Vaticano, Ratzinger agradeció a Dios por poder confirmar la fe del pueblo mexicano, su proverbial fervor.

Peregrino de la fe

En sus primeras palabras recordó a su venerado predecesor, el beato Juan Pablo II, quien quiso ir a Guanajuato, lo que suscitó una ovación de los asistentes que en algún momento exclamaron varias veces ¡México, siempre fiel!, la frase que marcó las cinco visitas del papa polaco.

Declaró estar en el país como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella, y animarlos a revitalizarla con la escucha de la palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de la vida.

Invitó a los mexicanos a contribuir a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en una inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad.

Las palabras del Papa se dieron en el contexto del debate legislativo en materia religiosa. Hace cuatro días el Senado dejó en lista de espera la aprobación de las reformas a los artículos 24 y 40 constitucionales, luego de que el PRI pidió aplazarla, para evitar que se interpretara como gesto de cortesía al Vaticano.

En medio de protestas, los diputados y luego los senadores aprobaron en comisiones la reforma al artículo 24 constitucional, según la cual: Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado.

Ratzinger dijo que no se siente extraño en esta tierra e insistió en pedir que los mexicanos no se entristezcan, porque se pueden transformar las estructuras y los acontecimientos poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables.

Pidió avanzar sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia.

Y prometió pedir encarecidamente a Dios y a la Virgen de Guadalupe por el pueblo mexicano y rezar por quienes sufren a causa de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y formas de violencia.

Fallas en el protocolo

Hubo algunas fallas en la ceremonia. Calderón fue presentado por el maestro de ceremonias como Felipín y luego el Presidente intentó saludar a un integrante de su comitiva y se quedó con la mano extendida cuando el protocolo señalaba que éstos sólo debían saludar al visitante y no a quien los presentaba.

El primer mensaje fue de Calderón, quien destacó el regocijo que suscitaba la presencia del jerarca católico en momentos en que nuestra patria atraviesa situaciones difíciles y decisivas.

Lo recibe, su santidad, un pueblo que ha sufrido mucho por diversas razones, y mencionó como causa de ello el siniestro rostro de maldad del crimen organizado. Todo ello después de cinco años de guerra contra la delincuencia.

Con el corazón en la mano

Calificó de hito histórico la visita de Ratzinger, pues refleja una nueva época en los vínculos entre México y el Vaticano, en momentos en que el país avanza hacia la consolidación de la democracia con pleno respeto a la libertad de culto, pluralidad política, religiosa e ideológica posible en estados laicos.

Aseguró que los mexicanos lo recibían con entusiasmo y con el corazón en la mano y dijo confiar en que su presencia ilumine el alma de las mujeres y hombres en la tierra, sobre todo de quienes más sufren. Después presentó a su comitiva, entre ellos, Alejandro Poiré, Patricia Espinosa, Raúl Plascencia, las secretarias Gloria Guevara y Rosalinda Vélez –ambas comentaron algo al oído de Ratzinger– y Gerardo Ruiz. Luego desfilaron por el templete jerarcas religiosos nacionales, como Norberto Rivera y Juan Sandoval Íñiguez.

La bienvenida duró 55 minutos. Con un muchas gracias se despidió el invitado, quien tardó media hora en dejar el aeropuerto. Rumbo a su siguiente parada, la gente lo esperaba con globos amarillos y carteles con frases como: Papa, reza por que acabe la violencia y regrese la paz.