Como poeta de sueños, mujer extraordinaria, pero sobre todo como escritora insólita y del futuro, fue reconocida ayer la autora zacatecana Amparo Dávila (Pinos, 1928), al cumplir 83 años de vida y medio siglo de trayectoria literaria.

En el Palacio de Bellas Artes, donde comenzaron las actividades de su homenaje nacional, los escritores Evodio Escalante, Georgina García Gutiérrez, Luz Elena Zamudio, Omegar Martínez, León Guillermo Gutiérrez, Juan Antonio Calderas y Laura Emilia Pacheco elogiaron la labor literaria y poética de esta mujer de la Generación de Medio Siglo o Generación de la Casa del Lago.

Nueva antología

Se presentó además el libro Amparo Dávila: poesía reunida, realizado por la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), el Fondo de Cultura Económica (FCE) y el Instituto Zacatecano de Cultura (IZC). Teresa Vicencio, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes, le entregó un diploma en nombre de todos los lectores de las décadas pasadas y las que están por venir.

Al tomar la palabra, Laura Emilia Pacheco leyó un texto enviado por el humanista Alberto Manguela, para quien no fue la obra El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, el ensayo que nos reveló nuestra propia identidad hispanoparlante en el espejo de la identidad mexicana, sino los textos de Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Fernando Benítez y Amparo Dávila.

Amparo Dávila, durante su homenajeFoto cortesía CNCA

En seguida, Pacheco reveló que a partir de ayer las 4 mil 100 salas de lectura del país se sumarán al homenaje de Dávila al leer todos sus poemas, mientras en el Sistema de Transporte Colectivo Metro se difundirá en andenes y pasillos cápsulas con fragmentos de la autora de Muerte en el bosque (1959).

Para Georgina García Jiménez, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, desde que Dávila salió a la escena literaria se convirtió en una escritora insólita y extraordinaria, que ha estado al margen de la República de las Letras.

Evodio Escalante se detuvo en algunas de sus cualidades literarias, como la tersura y la precisión de su escritura. Expresó que abre para la literatura mexicana una época posrulfiana y que la soledad y la desolación campean en la primera parte de Poesía reunida.