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Dirige La hija del dragón, obra para niños en el FIC, con China Children’s Arts Theatre

Amar el modo sencillo de contar historias, antídoto ante la tecnología: Peter Wilson

Disfruto la bella simplicidad, veracidad y honestidad de la estética asiática, dice el titiritero

 
Periódico La Jornada
Martes 25 de octubre de 2011, p. 7

En el contexto del Festival Internacional Cervantino (FIC), una compañía china de teatro para niños escenifica en Guanajuato una obra dirigida por un titiritero australiano.

Se trata de la China Children’s Arts Theatre, fundada en Pekín en 1956, la que con motivo de sus 50 años encargó la dirección de la obra The dragon child (La hija del dragón), 2007-2008, a Peter Wilson, artista radicado en Melbourne y alumno de Philippe Genty. El iluminador de escena, Philips Lethlean, también es australiano.

Y para que el idioma no estorbe, Wilson propuso crear una obra en una lengua extranjera, pero sin palabras. Me interesa comunicarme de manera emotiva y metafórica mediante un lenguaje visual en todos los niveles. Amo el teatro visual y el modo en que no necesariamente se basa sólo en palabras. Para el titiritero existen únicamente siete maneras básicas en que una historia se cuente.

The dragon child, del dramaturgo Mu Xing, gira en torno a los 12 animales del Zodiaco chino y Lilly, hija de un dragón, quien, al protegerlos, contribuirá a revertir la contaminación y destrucción de la naturaleza.

Australia no posee una larga tradición en el arte de los títeres y aunque Wilson estudió contaduría –para dar gusto a sus padres– confiesa que el teatro es su primer amor.

En Melbourne encontró una compañía que hacía algo de teatro de títeres, de allí que empezó a ver las posibles direcciones que tomaría esta disciplina.

Bailarín también, varias lesiones lo llevaron hace más de 35 años a dedicarse a la forma artística del teatro de títeres. En 1977 cofundó su propia compañía, Handspan Theatre, con la cual estuvo asociado 18 años.

Una década después, en 1985 Wilson se fue a Francia a estudiar con Philippe Genty, quien es una influencia mayor en mi trabajo.

El misterio de las marionetas

El artista australiano había luchado para conseguir un buen maestro titiritero en su patria. Cuando Genty impartió su primer taller fuera de su compañía, Wilson fue aceptado junto con un grupo de 12 estudiantes de varios países.

Foto
Escena de la obra que se presenta en GuanajuatoFoto cortesía FIC

La experiencia confirmó muchas certidumbres acerca de la forma de arte, a la que le dio un contexto y me aclaró la dirección en la que quería encauzar mis inquietudes. Abrió mi mundo a algo completamente nuevo y maravilloso.

A mediados de los años 80 del siglo pasado, se pidió a Wilson regresar a su país para enseñar el arte de los títeres. A principios de la presente centuria instaló en Australia la primera escuela nacional para entrenar titiriteros.

Durante los años 90 y la primera década del siglo XXI ha recibido múltiples invitaciones para trabajar en Asia, lo que ha influido fuertemente en su creatividad.

El año pasado realizó una gran obra en Bali, titulada Bali agung, basada en un cuento balinés del siglo XII, con un elenco de 150 personas.

En cuanto a la influencia del teatro asiático en su contraparte australiano, expresa: Disfruto mucho la estética asiática. Hay una bella simplicidad, veracidad y honestidad en sus manifestaciones, ya sea de danza, trabajo de máscaras o títeres. Hay algo puro y bello acerca de algo que es histórico, pero que también se relaciona con la contemporaneidad.

–¿A qué atribuye el gusto de los adultos por los títeres?

–Nos interesa el misterio que ofrecen. Eso me lo explicó Genty hace muchos años. Cuando somos niños, hasta los cinco o seis años, poseemos un maravilloso sentido animista del juego, del espíritu dentro de las cosas. Eso es muy primitivo y tiene semejanza con el contar original de historias indígenas que tenemos en Australia y que se remonta a 40, 50 mil años: relatar cuentos con los objetos más sencillos.

“En la medida en que la tecnología es más compleja, pienso que amamos el modo sencillo de contar historias, y la manera en que nosotros como público –usted y yo, como adultos– nos gusta imprimir un lado espiritual o una vida secundaria en el objeto animado que nos deleita y recuerda de alguna manera nuestra propia niñez.”

Del montaje de The dragon child en Guanajuato (hoy es la segunda función), sólo pide deleitarse, dejarse encantar y verse a sí mismo en el relato.