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Alberto Cruzprieto grabó el repertorio completo para piano del compositor estadunidense

La obra de Gershwin era la música popular de su tiempo

El disco The man I love será presentado hoy en el Anfiteatro Simón Bolívar de San Ildefonso

A mis 52 años estoy en el mejor momento de mi carrera y es tiempo de hacer lo que deseo

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Un elemento importante en el jazz es la improvisación y yo no improviso; puedo hacer locuras, pero es otra cosa, dice el pianistaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de marzo de 2011, p. 2

Siempre más del lado clásico y academicista, sobre todo en sus grabaciones, el pianista Alberto Cruzprieto considera que a sus 52 años está en el mejor momento de su carrera y es tiempo de comenzar a hacer aquello que siempre ha querido en términos musicales pero que, por una u otra razón, no ha podido.

Así, emprendió la grabación de un disco compacto con música de George Gershwin, The man I love, en el que incluye la totalidad de repertorio para piano solo escrito por ese compositor y pianista estadunidense, uno de los más claros ejemplos de la difusa frontera que existe muchas veces en el arte sonoro entre el ámbito popular y el culto.

Editado bajo el sello de Quindecim Recordings, el álbum será presentado hoy domingo, a las 12 horas, con un concierto del mencionado intérprete mexicano en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), con entrada libre.

Es un disco entrañable, porque es un proyecto muy querido que estuve invocando durante muchos años hasta que pude hacerlo ahora realidad; contiene justamente música entrañable. Uno a veces tiene que posponer lo indispensable por lo inevitable, define Alberto Cruzprieto.

“El gran distintivo de Gershwin es esta maravillosa sucesión de sonidos que no nos enfrenta a un conflicto, a un drama; es música de otro tipo de intensidad. Tiene la virtud, en primer plano, de la belleza, la belleza siempre; todas las melodías, sus armonías no sólo son muy originales, sino increíblemente sofisticadas.

Nadie componía de esa manera; sí puede advertirse el espectro del pianista y compositor Scott Joplin, básicamente, como una de las fuentes, pero Gershwin era un hombre cultísimo, admiraba mucho a (Arnold) Schoenberg, (Alban) Berg, Maurice Ravel, (Igor) Stravinsky, y hay ciertos giros en su música que evocan a estos compositores.

En entrevista, el intérprete recalca que el gran detonador de este nuevo material fue su deseo de no dejar pasar más tiempo: A mis 52 años, este es mi mejor momento. Creo que tengo la experiencia musical que me respalda, así como la fuerza y la lucidez; era el momento de hacer este disco. En lo posible no quiero dejar pasar en adelante las cosas muy importantes para mí.

Destaca que requirió más de un año para preparar este álbum, pues la escritura de ese compositor es de suma complejidad, llena de virtuosismo deslumbrante.

“Este disco contiene toda su obra original para piano, que lamentablemente es muy poca, a sus 38 años no alcanzó a escribir mucho. Era poco material para un disco, entonces decidí complementarlo con la versión miniatura de Un americano en París, transcripción de Maurice C. Whitney, que hasta donde se sabe la mía es la primera grabación de esa versión, y los siete estudios de virtuosismo sobre igual número de sus canciones hechos por otro extraordinario pianista, Earl Wild.”

Alberto Cruzprieto coloca a George Gershwin como uno de los más notables ejemplos de esa borrosa línea que separa a las músicas de concierto y popular.

Siempre están entrelazadas. Si nos vamos a Beethoven, Mozart o antes, la música popular siempre ha sido una veta que nutre a muchos compositores de este calibre; claro, ellos toman las influencias populares, las decantan y construyen su propio folclor, que es lo maravilloso de esta gran transformación, indicó.

Otra cosa muy importante: Gershwin era la música popular de su tiempo, esa era la calidad de la música popular de los años 20 a los 40 del siglo pasado, cosa que habla ahora de la terrible degradación en cuanto a nuestra convivencia con la música popular.

Recuerda que uno de las principales puntos en los que sentía culpa el autor de Rapsodia en azul era su falta de preparación escolástica en el ámbito musical, lo cual lo llevó a solicitar a Ravel y a Stravinsky que fueran sus maestros, petición que fue rechazada por éstos al reconocer y apreciar la buena factura, majestuosidad y frescura de la música de aquél.

Aunque el jazz, como es sabido, fue una de las principales fuentes de inspiración en la obra de Gershwin, el contacto que el pianista mexicano ha tenido en su carrera con ese género ha sido intermitente. De allí que llame la atención su interés por grabar un álbum como The man I love.

Fue gracias a Eugenio Toussaint (recientemente fallecido), quien me escribió un concertante para piano y orquesta, un homenaje a Miles Davis, en el que me enfrenté por primera vez con un gran dilema, porque un elemento importantísimo en el jazz es la improvisación y yo no improviso; puedo sentarme a hacer locuras, pero eso es otra cosa, comenta.

–Entonces, ¿cómo fue su acercamiento a la obra de Gershwin, cómo vivió ese proceso?

–Mi primera aproximación a una obra musical es el respeto absoluto al texto, y conforme voy trabajando me doy cuenta de que uno tiene siempre la facultad de leer y escuchar entre líneas y que puedo aportar la calidad de intérprete.

“Ahora, cuando la música está tan maravillosamente bien escrita, con indicaciones precisas, pues no hay que darle grandes vueltas, allí está todo, sólo hay que tener la lucidez para hilarlo, tejer esta telaraña armónica y rítmica maravillosa.

Claro que me tomo mis libertades, aunque puestas con discreción; ese es un privilegio de intérprete. El gran peligro es cuando uno se pasa, y entonces el que queda en primer plano es el ejecutante, no la música; en eso hay que tener mucho cuidado.