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Presentaron Fiesta en la madriguera, novela de Juan Pablo Villalobos

Explora escritor la lealtad en la familia y el crimen organizado, como una provocación

El narcotráfico merece una lectura como manifestación de la violencia, dice

 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de agosto de 2010, p. 5

El narcotráfico visto desde su cotidianidad, la relación padre-hijo desde la trinchera de la violencia, los códigos de honor y lealtad en una familia de narcotraficantes.

Las anteriores son apenas algunas de las lecturas posibles de la novela Fiesta en la madriguera, de Juan Pablo Villalobos, que fue presentado la noche del miércoles.

Esta obra es acerca del narcotráfico y al mismo tiempo no lo es. Deja de ser un libro de sicarios, de los que hay tantos y estamos tan cansados, y decide contar lo que realmente es ese fenómeno: no son estos matones, sino personas que viven en una casa y tienen intimidad que es la que realmente debería importar, y se cuenta desde ese punto de vista y lo cuenta un niño, dijo acerca de la novela el escritor Emiliano Monge.

En Fiesta en la madriguera (Anagrama), la voz narrativa está a cargo de Tochtli, un niño excéntrico, adelantado, curioso, que pide un hipopótamo enano de Liberia.

Encontronazo con la realidad

La idea del libro, generada hace unos cuatro años, fue narrar una típica historia de iniciación de un niño que tiene un deseo inalcanzable, y en el transcurso va a tener un primer encontronazo con la realidad. Cuando estructuraba la historia advertí que quizá era más seductora la idea de un niño que quiere y puede tener ese hipopótamo. ¿Qué niño puede tener ese animal? Eso me llevó al tema del narcotráfico, contó Villalobos, mexicano que radica en Barcelona.

Hace 10 años, dijo, “quizá habría escrito la misma novela pero con el hijo de un político o de un empresario monopólico, pero ahora fue el narcotráfico, y me interesa el capricho en el niño. Este deseo absurdo de un hipopótamo, como manifestación primaria del poder. Cualquier niño explora por primera vez el ejercicio del poder mediante el capricho, tiene un deseo absurdo porque sí –nunca se sabe por qué quiere un hipopótamo–. Ese es el tema que me seduce del narcotráfico: el poder, y una manifestación del mismo que es la violencia”.

Este libro fue escrito en la capital catalana, y eso permitió al autor ver lo que ocurre en México desde fuera. No la habría escrito igual o probablemente no habría elegido ese tema viviendo aquí, porque hay tal bombardeo de noticias, de pláticas, que quizá me habría dado pereza. La distancia ayudó porque el conocimiento del tema es superficial, en realidad es un pretexto para desarrollar la historia.

Es una novela de iniciación que no se relata desde el comienzo. Es más el final de un proceso de iniciación en el que Tochtli va a acabar de descubrir quién es su padre. El corazón de la novela quizá está en la relación padre e hijo y quizá lo más desgarrador sea ese proceso de desenmascaramiento, que en el fondo parte de una premisa muy elemental de la sicología: un niño tiene que matar a su padre metafóricamente para poder ser él mismo, para poder ser feliz.

Al final, añadió Villalobos, hay una exploración de los códigos de honor y de lealtad que existen en la familia y en el crimen organizado, como una provocación. Yocault, el padre, llama a la relación con su hijo como pandilla, no como familia. Está la exploración de estos códigos y la provocación de entrar al tema del narcotráfico desde el día a día. No se trata de humanizar, pero sí de entrar no sólo a partir lo que vemos en los periódicos que es el dato duro y los cadáveres, sino también que hay padres e hijos y códigos de relación”.

Es también una especie de cuento infantil perverso por la referencia a los reinos, los países, y eso fue con la intención de colocar la violencia del narcotráfico en el contexto de otras violencias: los narcotraficantes cortan cabezas, pero también los samuráis y los revolucionarios franceses, así como se cortan en la guerra. Todo este juego para colocar la violencia del narcotráfico alrededor de todas estas violencias, si se quiere como una provocación para decir que el narcotráfico no inventó la violencia. No digo que esa violencia no sea terrible, claro que es terrible, pero no se profundiza nada y en el fondo digo que hace 60 años teníamos Auschwitz, como especie tenemos una tradición terrible de violencia. El narcotráfico merece una lectura también como una manifestación de la violencia analizándola en el contexto de otras violencias.

Con esta novela, el autor ha dado vuelta a la piñata, aunque esté rellena de bolsitas de cocaína, dijo el escritor Pablo Rafael.

Villalobos reconoció el espacio para contar una historia, donde lo importante está en mundos imaginarios, donde da vida propia a su historia, ajeno a las balaceras, los AK 47 y los decapitados que nos tienen pasmados y distraídos. El tema de él es divertido, sin guerra ni muertos ni sangre (bueno, poquita) y sin embargo concentra toda la tensión de lo que significa la normalización de la violencia en la voz de un niño, y este libro entra en el territorio de las grandes novelas de iniciación.