Opinión
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60 Festival de Berlín
Un arranque tibio de un festival frío
B

erlín, 12 de febrero. El primer día formal de la competencia ha rendido un par de películas aceptables… pero apenitas. The Ghost Writer (El escritor fantasma), la más reciente realización de Roman Polanski, es una chamba que emprendió tras cancelarse su proyecto Pompeii por falta de presupuesto. Es un thriller político sobre cómo un escritor (Ewan McGregor), quien ha aceptado a regañadientes rescribir la autobiografía de un ex primer ministro británico (un aceitoso Pierce Brosnan), descubre la verdad sobre el pasado del personaje y la razón de las acusaciones de crímenes de guerra en su contra.

La paranoia ha sido el sentimiento central en la obra del cineasta polaco y aquí el protagonista pronto se siente amenazado por fuerzas ocultas. Aunque hay vagas evocaciones al mejor Polanski, The Ghost Writer está más emparentado con algo tan flojo como La última puerta (1999), con la única diferencia que la amenaza ubicua y omnisciente no es Satanás, sino la CIA, algo demasiado sobado en los terrenos del thriller paranoico; incluso, la agencia misma ha perdido credibilidad en su propio país como entidad del mal.

Se salvan la garantizada eficacia formal del director, algunas referencias burlonas a las administraciones de Bush y Tony Blair, y la música de Alexandre Desplat, demasiado sofisticada para un producto tan convencional. Eso sí, el público del Berlinale Palast rompió en risas cuando el personaje de Brosnan se enfrenta al dilema de no poder abandonar Estados Unidos, país que el propio Polanski no podría pisar sin ser llevado a la cárcel.

Totalmente diferente en tono e intención, HOWL (Aullido) es un docudrama de los estadunidenses Rob Epstein y Jeffrey Friedman sobre la figura de Allen Ginsberg y, en particular, su poema epónimo. De notable trayectoria en el documental de temática gay, los cineastas ahora recurren a la recreación de tres instancias: la lectura del poema por Ginsberg (James Franco) en un café beatnik en 1955; el juicio por obscenidad al que se somete al editor Lawrence Ferlinghetti, por publicarlo en 1957, y una imaginaria entrevista con el poeta que da pie a flashbacks sobre su vida.

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El irlandés Pierce Brosnan y la actriz Olivia Williams, en la alfombra roja de la premier de The Ghost Writer Foto Ap

El resultado es respetable pero limitado y demasiado solemne en su enfoque. Las secuencias del juicio –interpretadas por actores conocidos, tal vez para ganar un poco de valor comercial– son algo esquemáticas y las secuencias animadas, que pretenden ilustrar al poema, cometen el mismo error de la disneyana Fantasía, convertir en kitsch lo que no se puede traducir en imágenes. Las partes interpretadas por Franco son las más persuasivas, si bien se recurrió a una hollywoodense idealización de su físico. En vida real, Ginsberg guardaba más parecido con Jeff Goldblum, digamos.

No ha nevado en Berlín con la misma intensidad que en otras partes de Europa o el noreste de Estados Unidos, pero lo suficiente para hacer complicado el desplazarse de un lado a otro de la ciudad. Ya lo he dicho antes: aunque los paisajes nevados son pintorescos como postal navideña, resultan una lata en la vida práctica. Uno ignora si ese fue un factor a considerar en dos fallas que antes eran impensables en la Berlinale: hasta hoy en la tarde no había llegado el catálogo completo del festival, mientras la función de gala de HOWL comenzó con 15 minutos de retraso.