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Premios nacionales 2009

El dramaturgo y académico fue reconocido en las áreas de lingüística y literatura

La actitud del Estado con la cultura, de una ceguera inexplicable: Hugo Hiriart

Se sienten amenazados porque la enseñanza superior es liberal, consideró en entrevista

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Hugo Hiriart opina que la cultura es muy barata e inmensamente lucidoraFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de diciembre de 2009, p. a13

La valoración y el auspicio de la cultura en México, hoy más que nunca, es de vital relevancia. Hoy día el destino del país depende mucho de una buena política cultural, que involucre de igual manera ciencia y tecnología. Sin embargo, lo que ha habido (por parte del gobierno federal) es una ceguera inexplicable. Habla el escritor, dramaturgo y filósofo Hugo Hiriart (ciudad de México, 1942), quien fue distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009 en la categoría de lingüística y literatura, galardón que comparte con Carlos Montemayor y José Luis Rivas.

Sentado en el antecomedor de la cocina de su casa en San Ángel, café con leche en mano, Hiriart reflexiona: en años recientes “ha habido una actitud de desconfianza, de persecución; parece que se sienten amenazados porque la enseñanza en las escuelas superiores es liberal y con tendencia a la izquierda, pero la gente pensante es así.

“En cambio, los gobiernos conservadores ven eso con disgusto; pero lo vean como lo vean, ahí está una parte considerable de lo que puede ser –con los años– el progreso de nuestro país, el cual hoy está postrado y desencantado debido a las diversas situaciones que conocemos hasta la saciedad.”

El autor de obras como La Ginecomaquia (1972), Casandra (1978), Intimidad (1984), Ámbar (1986) y Clotario de Moniax (1991), confía en que la titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar, sí va a meter las manos hasta el fondo.

El maestro Hiriart considera que “la cultura es muy barata, comparada con cualquier otra cosa en la que se puede invertir; y es inmensamente lucidora, porque ayuda a proyectar una imagen de México, una de las muchas utilidades que tiene el arte: enseñar la manera que tiene un país de verse a sí mismo.

Con poco dinero, con una mínima porción de lo que se da al sindicato de Pétroleos Mexicanos o al de maestros se podrían producir 50 películas al año.

Una de las facetas que distinguen al escritor mexicano es su obra como dramaturgo, la cual realiza porque le entusiasman los seres humanos: Me apasiona qué hacen, por qué hacen lo que hacen, cómo dan significado a su vida, cómo hacen que las cosas tengan sentido, cómo no ven las que están frente a ellos, cómo se autoengañan.... todo eso siempre me ha interesado mucho, la interacción entre la gente.

Hiriart se dice afortunado por haber vivido dos vidas distintas. De joven fue una persona tormentosa, borracho; vivía de acuerdo con lo que iba pasando, sin rumbo fijo, sin bienes de ningún tipo, pero con la ventaja de que nunca dejé de leer y escribir, actividades que hoy día conserva y desarrolla, aunque explica que no lee por gusto o placer: “quienes deveras leemos lo hacemos por la necesidad de evadirnos del mundo; es decir, uno lee como beber whisky, como vía de escape de la presión espantosa del absurdo, de la maldad, de la angustia, y aunque la vida tiene sus mieles, en general es espantosa; tan sólo habría que prender la televisión o la radio.

El que lee de verdad lee como vía de escape; si no, ¿cómo se explicaría esa adicción tan fuerte?

De padres “areligiosos, ni siquiera ateos, con una madre maestra formada en la Normal de Lazaro Cárdenas, un padre del tipo científico y una abuela sí muy religiosa”, Hiriart pasó largos años como arreligioso, hasta que en cierta ocasión, sin nada que hacer (la ociosidad es muy buena para muchas cosas, entre otras para el arte, reflexionó), andando por cantinas del Centro con su amigo Pancho Liguori, entró inopinadamente a una iglesia, y salí como una persona convertida. ¿Qué ocurrió?, no sé, nadie sabe, contó Hiriart, quien desde esa experiencia dice que pensar que se tiene una sola realidad es un horror absoluto, de una pobreza completa.

El humor en su trabajo y personalidad es también un aspecto que lo distingue, ya que, continúa, “me parece un error tomarse demasiado en serio. Creo que el arte es un espacio de juego y libertad, como decía Schiller.

A mí el humor me sale así; nadie escribe como quiere, sino como buenamente puede, y así hay que aceptarlo. El caso es que nunca en mi vida he contado un chiste, sin embargo, a veces lo que escribo y lo que vivo tiene un elemento de humor que no sé de dónde sale; no lo busco, aparece solo.

El maestro Hiriart es autor de las novelas Galaor (1972, Premio Xavier Villaurrutia), Cuadernos de Gofa (1981) y La destrucción de todas las cosas (1992); entre su obra infantil se encuentran Disertación de las telarañas (1980), El último dodó (1983) y El vuelo de Apolondro (1984); en cuanto a ensayos, algunos son Estética de la obsolescencia: el universo de Posada (1982) y Vivir y beber (1987).

Asimismo se ha desempeñado como guionista de Novia que te vea (1992, Premio Ariel 1994 al mejor guión cinematográfico), y Niebla, de Diego López (1978).

Actualmente da cátedra en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.