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Tensar un arco: tres poetas brasileños
Jair Cortés
Son muchos los beneficios que nuestro momento histórico nos ofrece como lectores de poesía: acceso irrestricto a variadas bibliotecas virtuales; páginas de literatura en todos los idiomas; blogs de autores en los que se publican textos literarios, bitácoras y diarios personales y un sin número de foros en los que podemos interactuar y convertirnos en parte sustancial de la inabarcable red de información. Ahora no debemos esperar años o décadas para conocer la literatura escrita en otras partes de nuestro continente, no es necesario el traslado físico para acercarnos a otros poetas, bastan un dato y un par de clics para abrir las ventanas del tiempo y saber qué es exactamente lo que en materia de poesía se escribe en la actualidad. Quizá sea esta misma ventaja la que, bien mirada, sea la principal barrera para conocer una totalidad. Si toda selección implica una omisión, no serán pocas las partes omitidas al querer mostrar una generalidad. Esta circunstancia habrá de impedir que volvamos a afirmar, con la seguridad que veníamos haciéndolo, frases como Nueva poesía mexicana, Poesía brasileña reciente o Nueva poesía catalana. No son posibles ya la antología, la selección y la muestra como terrenos seguros y confiables, en los que se anuncie un panorama amplio que ilustre lo mayormente posible de un quehacer escritural. Consciente del fangoso terreno que describo, me limito a presentar a tres de los jóvenes poetas brasileños que he leído recientemente. La familiaridad entre el idioma portugués y el español nos permite indagar con menos dificultad cuáles son los registros sobre los que se mueve la poesía de Brasil, misma que no ha sido extraña para los lectores de México. Joao Cabral Melo de Neto, Carlos Drummond de Andrade, Haroldo y Augusto de Campos, Ledo Ivo, Vinicius de Moraes, entre otros, son nombres que nos resultan cercanos. La presente traducción intenta estrechar aún más esa cercanía, en la que ya figuran poetas que comenzaron a publicar en la década de los años noventa, como Franklin Alves, Leonardo Gandolfi, Diego Vinhas, Delmo Montenegro, Bárbara Lia, Eduardo Jorge, Adriana Zapparoli, Simone Homem de Mello, Virna Teixeira, André Dick y Fabiano Calixto.
Claudio Daniel, poeta y ensayista, ha dicho: “ Los nuevos poetas leen a João Cabral y la Poesía Concreta , y también autores como el cubano Lezama Lima, el portugués Herberto Helder y el rumano Paul Celan, en busca de nuevas posibilidades creativas”; además, agrega, que los autores que pertenecen a la reciente generación de poetas brasileños (en la que incluye a Virna Teixeira, Eduardo Jorge y Adriana Zapparoli), se interesan por “las arquitecturas más complejas del sonido y la imagen, más allá del registro fotográfico de lo cotidiano o de la parodia de la crónica periodística” y, por otro lado saben “la importancia de la Poesía Concreta , del Neobarroco, del Language Poetry, sin rechazar el diálogo con esas tendencias inventivas ni la presencia del Pop”.
Virna Teixeira ha publicado dos libros de poesía: Visita (2000) y Distancia (2005), en los que apuesta por la concreción del poema. En breves repasos a la realidad muestra imágenes, como fogonazos, para evocar o aludir estados de ánimo, casi todos relacionados con lo nostálgico. Situaciones que dan noticia de cómo vivimos la modernidad y que actualizan al “hombre solitario de la multitud” señalado por Baudelaire y Poe. Teixeira se distancia del mundo, pero la experiencia con la palabra habrá de reunirla sólo con fragmentos de aquel.
Los poemas de Eduardo Jorge describen pacientemente imágenes y paisajes que intentan, con mayor soltura verbal, revelar un misterio; su decir es pausado, descriptivo, creando un ambiente eficaz dentro del poema. En 2004 publicó un extenso poema titulado “San Pedro”, en el que la intertextualidad, el uso del verso de largo aliento, combinado con la prosa poética y los versos breves, conforman una estructura sólida en donde las ideas y ambientes surrealistas son sus características más notables.
Adriana Zapparoli está incluida en diversas antologías de poesía brasileña y tiene una activa participación en medios electrónicos, como las revistas virtuales Zunai y A cigarra. Zapparoli propone una estructura poética basada en el vertiginoso uso de palabras y en la acumulación de descripciones para crear una estética de la saturación: un motivo desencadena una avalancha de significados, una especie de zoología de la palabra.
Leyendo a estos tres poetas veo un arco poético que se tensa: va de la concentración verbal de Virna Teixeira a la soltura de Eduardo Jorge, para terminar en la desbordada discursividad de Adriana Zapparoli. Hay aquí tres ejemplos claros de la renovada tradición poética brasileña, siempre dueña de una voluntad por explorar otros sitios y nuevas formas del decir a través del poema.
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