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De cine y literatura, el híbrido caso de Alberto Fuguet
Juan Manuel García
Cuando Alberto Fuguet llega a la entrevista, trae consigo una cámara digital de la que, dice, no se ha separado en mucho tiempo. Habla apasionadamente, casi sin respiro. Su cabello está revuelto y detrás de esos lentes que develan los ojos de un adolescente tardío, está uno de los escritores chilenos más desenfadados y locuaces. Cine y literatura son para el autor de Tinta roja, Por favor rebobinar y Las películas de mi vida, dos áreas que confluyen en un sólo hecho narrativo.
– Considero que es casi la misma disciplina, de verdad, siento que si tuviera que optar por un título ostentoso, quizá la palabra narrador para nombrarme sería el indicado, porque en ambas cosas me interesa hacer lo mismo. Crear personajes, tratar de emocionar, tratar de empatizar. Siempre quise ser director de cine más que escritor, ese era como mi sueño de niño, que no me resultó; entonces entré a la literatura porque era la manera más fácil de hacer películas por escrito, pero no era, no fui el escritor típico, supongo, que estaba leyendo desde los doce años o de antes, y que llega a su primer libro o que llega con una carrera literaria detrás.
Fuguet, que tiene montado en la red el sitio: www.cinepata.com y creó la productora Cinépata, ha filmado varios clips que pueden verse en la página, y dirigió las cintas Se arrienda (2005) y el corto Dos horas (2009), ambos en su natal Santiago de Chile, que han visitado algunos festivales internacionales.
–Yo no fui un detective salvaje, yo era más bien, un cinéfilo […] Estoy haciendo ahora pequeñas piezas que tienen que ver más con poesía, que es captar pequeñas sensaciones.
Los títulos de sus más recientes libros: Cortos y Apuntes autistas, están imbuidos, como los demás, de su peculiar relación con el cine, arte que toca ya bien a los personajes de sus novelas o a él mismo en una especie de alter ego.
–De hecho, ahora con lo que llamamos la caída del muro del celuloide, me parece que cada vez con el cine digital uno va a hacer cosas cinematográficas de forma muy parecida a como uno escribe; por ejemplo, uno puede escribir sin dinero y en cualquier parte, todo eso ya está ocurriendo con el cine. Tampoco el cine implica para mí una industria, me encantaría seguir haciendo películas industriales pero, si no me resulta, puedo hacer piezas audiovisuales referentes a crónicas o a poemas, de hecho me veo más poético en el cine.
A inicios del año, salió en la mayoría de los países de América Latina y España, la novela “montada” por Fuguet, Mi cuerpo es una celda, autobiografía de Andrés Caicedo, escritor colombiano de culto, cuyo libro se ha mantenido como el mejor vendido en ese país sudamericano
–Acabo de hacer un libro sobre Andrés Caicedo y básicamente mi crédito es dirección y montaje, para mí fue muy padre poder poner ese crédito, logré transformar muchos papeles dispersos y reiterativos en una autobiografía que yo creo que se deja leer muy bien. Transformé papeles en una narrativa en primera persona sin escribir yo nada.
SER O NO SER GUIONISTA
Aunque colabora ocasionalmente en la adaptación de libros para llevarlos al cine e incluso ha tenido que reescribir escenas en los sets cuando algo no funciona, al chileno no le gusta que lo llamen un guionista
–No me siento un guionista, lo que no implica que no haya hecho guiones. Otra cosa es alguien que quiera hacer una película basada en un libro, que yo también quiero hacer, lo adapto yo, pero no como guionista, aunque sí he estado metido, inmerso en algunos proyectos basados en libros. A mí me adaptaron un libro, Tinta roja , yo no participé, pero acabo de tomar la decisión de anular un proyecto en el que estuve inmerso tres años y ahora quizá lo transforme en una novela gráfica porque no tengo dinero. Entonces volvemos a lo mismo de antes; partí de escribir cuando no había dinero, y ahora con este guión que ya está listo, para no botarlo a la basura, la idea es transformarlo en una novela gráfica y eso era la adaptación de un libro no ficción. Fue una adaptación súper libre.
Platica que tiene varias novelas revisadas que le gustaría adaptar para el cine o filmarlas él, por ejemplo algunos textos de Richard Ford o Alejandro Zambra.
LITERATURA VIRTUAL Y RULFO VS BOLAÑO
Siendo él mismo un cibernauta, que no un blogger, el autor no concibe la existencia de una literatura virtual, aunque reconoce que pueden existir algunos talentos ocultos en el ciberespacio.
–Creo que lo que hay virtual es de gente muy tímida y muy desconocida, que escribe en sus blogs cosas muy personales; la gente que es menos tímida lo usa como una especie de trampolín para eventualmente llegar al papel. Estoy seguro de que hay un Kafka, un Pavesse, y hay gente así escondida en la red y que vamos a descubrirlo después. Mi idea del blog es apoyarme, apoyar a otros, como romper el círculo de los libros, en mi caso yo veo que mis libros vienen como del mismo planeta.
Lector empedernido de cuanto ocurre en el ámbito narrativo latinoamericano y anglosajón, Fuguet dice de Juan Rulfo:
–Rulfo es un escritor súper global, súper liminar, me parece muy interesante. En general tengo voces y compañeros de ruta que me interesan. En el futuro habría que analizar que no todo el mundo es latinoamericano. Estoy interesado en todo lo híbrido, como crónicas; en Andrés Caicedo, en el argentino Fabián Casas, o en lo que se está haciendo en las editoriales pequeñas.
Con respecto a su compatriota Roberto Bolaño, “que llevó al lumpen a la intelectualidad académica”, afirma:
–Siento que Bolaño es un escritor bien híbrido, pero que logró tener respeto intelectual; es súper pop, tiene un mundo mucho más mestizo [...] Más que escribir de un argentino exiliado nostálgico en París, él escribía sobre mexicanos o españoles, se atrevía escribir con otros pasaportes. Logró meterse en voces que no eran las suyas y las transformó.
De un sopetón, Alberto Fuguet se calla, acomoda su camiseta y sale con cámara al hombro a capturar en formato digital instantes poéticos, como algunas de las mejores líneas de sus libros.
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