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Corearon su nombre entre vivas, brindis, aplausos y música

Amigos de Javier Wimer le brindaron un festivo adiós

Decenas de intelectuales resaltaron sus atributos

Gabriel García Márquez, Carlos Montemayor y Adolfo Gilly, entre los presentes

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Imagen de 1997, que se publicó en Retrato de familia (2004), de Víctor Flores Olea, también presente en el velorio
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La ceremonia fúnebre se realizó en el domicilio familiar del ensayista, adonde acudieron destacadas figuras del ámbito intelectual, como García Márquez, Carlos Montemayor, Luis Ortiz Monasterio, Álvaro Mutis y José María Pérez Gay, quienes aparecen en la imagen sobre estas líneas.Foto Víctor Camacho
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El féretro de Wimer estaba cubierto por una fina tela y pétalos de flores multicoloresFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de junio de 2009, p. 3

En medio de una lluvia de flores, música, aplausos, gritos de viva, el himno nacional y La Internacional fue despedido ayer el féretro con los restos mortales de Javier Wimer, previo a su traslado a la agencia funeraria donde serían cremados por la tarde.

La decisión de la familia del ensayista y diplomático, fallecido el viernes a los 76 años, fue realizar la ceremonia fúnebre en la intimidad de su domicilio, ubicado al sur del Distrito Federal.

Hasta allí llegaron decenas de amigos, colegas y colaboradores del intelectual mexicano desde la tarde y por la noche del viernes hasta el mediodía de este sábado, hora en que arribó la carroza fúnebre que condujo el cuerpo al crematorio.

Entre los concurrentes figuraron destacadas personalidades del ámbito intelectual, la cultura, la política y la diplomacia, como los escritores Gabriel García Márquez, Carlos Montemayor, Jorge Ruiz Dueñas y Víctor Flores Olea.

También estuvieron presentes el filósofo José María Pérez Gay, el politólogo y académico Adolfo Gilly, el ex gobernador de Tabasco Enrique González Pedrero, el ex embajador de México en Irán Luis Ortiz Monasterio y el político Porfirio Muñoz Ledo, así como el nieto de León Trotsky, Esteban Volkov.

Flores, color y canto

El de Javier Wimer fue un velorio, en suma, emotivo e incluso con tintes de festividad, cuando menos durante este sábado, merced la intervención de un trío musical, integrado por dos cantantes mujeres y un guitarrista, que entonó la música y las canciones que más gustaban en vida al también editor.

Así, pudieron escucharse lo mismo una canción de cuna hasta temas de José Alfredo Jiménez, entre ellos No volveré, el cual fue coreado por todos los allí reunidos; lo mismo ocurrió con La llorona, al tiempo que una lluvia de pétalos bañaba el ataúd, el cual yacía ubicado en el centro de la sala, adornado con una fina tela y, en su parte superior, había dispuestas varias fotografías del maestro.

Previo a que el féretro fuera llevado hacia la carroza, lo cual se hizo por un camino tapizado de coloridas flores y pétalos que fue trazado ex profeso en el jardín de la residencia, Renata, hija de Javier Wimer, interpretó una estremecedora pieza en cello.

Una vez que ésta concluyó, los asistentes brindaron estridentes y prolongados aplausos al ensayista y diplomático, al tiempo que coreaban su nombre con gritos de viva.

Momentos antes de que el vehículo fúnebre partiera, irrumpieron otra vez, de manera espontánea, aplausos y gritos de viva; acto seguido se entonaron el Himno Nacional y La Internacional, interpretada con el puño izquierdo en alto.

Javier Wimer fue recordado por algunos de los asistentes a su velorio como hombre de profunda sensibilidad y gran inteligencia, congruente con su ideología y respetuoso de las otras, partidario de la reflexión y el diálogo. Sin embargo, si algo se ponderó de él fue su sentido de la amistad y su don de gente.

Una de las obras maestras de Javier Wimer fue su capacidad de amistad. Fue capaz de mantener vínculos, de formar una comunidad de amigos, y esto significa generosidad, entrega, atención, significa atención y tiempo. Javier cultivó eso máximamente. Por eso en su despedida están reunidos sus amigos, comentó a La Jornada Víctor Flores Olea.

“Cómo calidad intelectual, diría que su característica central ha sido la de ser un hombre de ironía. ¿Cómo se conoce el mundo?, se preguntaba probablemente Javier, y su respuesta era: no con la seriedad ni la seudociencia, sino penetrando irónica y, de forma eventual, burlónamente, y sacando el reverso de las situaciones de los hombres.

Javier resultaba un crítico particularmente mordaz y profundo; era original, porque veía del otro lado de las apariencias. Creo que ésta era una de las características intelectuales más profundas de Javier: el camino del conocimiento por la ironía.

Alegre noción de la existencia

Otros describieron a Javier Wimer como una persona extraordinaria en todo sentido; generoso, con un profundo sentido de la vida, pero a la vez con una noción alegre de la existencia.

Era amigo e impulsor de creadores, y eso inclusive le hizo olvidar las posibilidades de su propia obra. Sus reflexiones eran profundas, fuertes, dijo por su parte el poeta Jorge Ruiz Dueñas.

“Recuerdo que hace muchos años, cuando hizo quizá uno de los ensayos más importantes, profundos, breves, publicados en una antología de Sor Juana Inés de la Cruz en Círculo de lectores, que nos mostró su enormidad y hondura como ensayista.”

Fue ubicado, asimismo, como patriota, en el sentido también más profundo de la palabra, y sobre todo como un ser de enorme generosidad, que vinculaba generaciones y personas.

Tenía la capacidad del diálogo con todos, de hacernos reflexionar; con el don de la amistad nos brindaba posibilidades innumerables para el diálogo, agregó Ruiz Dueñas.

“Fue amigo de personas de diferentes posiciones políticas, siendo él muy firme con las suyas; fue un hombre que pudo entablar relación con personas de otras ideologías al tiempo que apuntaba sus enormes diferencias con las mismas.

“Sobre todo fue un hombre que trajo el contacto a México de profundos pensadores, pintores, escritores y músicos. Su casa siempre fue una especie de embajada de la cultura, adonde llegaba gente de todos los puntos del planeta.

En una palabra, fue un hombre ecuménico, un hombre de su tiempo, profundo, hondo; con su muerte perdemos un mexicano irremplazable.