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Ver día anteriorDomingo 10 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la mitad del foro

Miedo al miedo

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Turistas extranjeros en el Centro Histórico de la ciudad de MéxicoFoto Carlos Cisneros
L

os obreros mexicanos se quedaron en casa y no hubo desfile el 1º de mayo. Lo importante es la salud y en casa se está a salvo del contagio y se fortalece la familia. Vieron la sombra del ángel exterminador y atendieron las recomendaciones del gobierno. Y vino el cierre de escuelas, el encierro de 33 millones de niños y jóvenes mexicanos. Luego los centros de trabajo y de diversión, la cancelación de toda función pública, el cerrojazo a la actividad económica en plena recesión, sujeta con alfileres a la esperanza de la inversión pública prometida para aplicar medidas de economía anticíclica.

Los ciegos vieron y se abrieron los oídos de los sordos cuando pasó la emergencia y quedó el miedo: Agustín Carstens recuperó la voz y declaró solemnemente que México está en recesión. Le quitaron el tapabocas a Guillermo Ortiz. Carlos Slim dejó de ser terrorista de las finanzas, profeta del desastre: cierre de empresas, pérdida de empleos, el diluvio. La influenza se impuso a la influencia, aunque la mitad de voceros oficiales y oficiosos no dejó de decir influencia cuando se refería a la influenza. Quedó el miedo. Pero en cuanto confirmaron los laboratorios de Canadá que el brote epidémico es nueva cepa del virus que mutó como suelen hacer los organismos vivos, los pasos titubeantes fueron firmes y la confusa recitación de cifras concluyó en proclamación heroica:

El frente de batalla ha sido México y aquí hemos defendido a toda la humanidad de la propagación de este virus. Dicho el 5 de mayo, en Puebla de Zaragoza, por Felipe Calderón, presa de indignación por los agravios a mexicanos allende nuestras fronteras. México envió un avión a China para repatriar a compatriotas puestos en cuarentena al llegar a Pekín, a Hong Kong, a Shanghai. Al aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez, apareció una gran bandera tricolor en la puerta del avión; los paisanos recibieron la bienvenida de la primera dama del país y de la prensa nacional: ninguno de los rescatados mencionó que antes de despegar de territorio chino se negaron a que personal consular mexicano subiera al avión a un compatriota enfermo de influenza A H1N1. Y allá lo dejaron, por miedo al contagio; un miedo más grande que la solidaridad y el paisanaje.

Cómo culparlos por la transformación de víctimas a victimarios sin dar la razón a las autoridades chinas que los pusieron en cuarentena por miedo a la propagación de la nueva cepa del virus que tantas vidas cobró hace años en su tierra. Hay quienes aplauden la defensa presidencial de los mexicanos aislados en el lejano oriente y los reproches de Felipe Calderón a Argentina, Chile, Cuba, por haber suspendido los vuelos a México y los procedentes de nuestro país. Yo no puedo hacerlo, aunque reconozco el derecho a disentir de chilenos y argentinos que encontraron refugio en México y fueron bienvenidos por nuestro gobierno y casi todos los mexicanos. Y el de los cubanos que no olvidan el solitario voto mexicano en la OEA. A pesar de la vergüenza del cenas y te vas.

Pero no es aceptable que el Presidente de México, con 50 millones de compatriotas en la pobreza, al filo de lo que eufemísticamente llaman pobreza alimentaria, olvide su condición de jefe de gobierno y jefe de Estado para decir que en Haití se mueren de hambre, no de virus, al referirse a la negativa haitiana de recibir un barco mexicano que llevaba a Puerto Príncipe granos y otros alimentos. El gobierno de Haití declaró haberle informado al nuestro que no dispone de infraestructura y recursos sanitarios para enfrentar el riesgo de una epidemia de influenza A/H1N1. Es el país más pobre de América. No agravia a Haití la desdeñosa frase; no insulta a los haitianos decir que allá se mueren de hambre: ofende a México, a la institución presidencial, al largo proceso histórico de luchas en busca de la equidad, de abatir la peste de la pobreza que se reproduce a sí misma.

Optamos por la parálisis. La Organización Mundial de la Salud ha reconocido los aciertos del gobierno mexicano en la tarea de controlar el contagio del mal que está a punto de ser pandemia. Ya establecido que la nueva cepa no es tan virulenta como se temió, persiste la pregunta del cómo y porqué la apabullante mayoría de los muertos han sido mexicanos. Atención: en el sector salud hubo un subejercicio de 575 millones de pesos en el primer trimestre. De 3 mil y pico de millones del presupuesto aprobado, no se gastaron 575 millones; ahí quedaron, como homenaje al déficit cero, a la persistencia dogmática. No hubo recursos propios para identificar el nuevo virus. Y ahora hay que pagar el costo de la heroica y loable defensa de toda la humanidad.

Los virus no tienen nacionalidad y se impone rechazar todo acto discriminatorio. Pero el miedo al miedo aisló al país entero. En la capital pagaron la cuenta la microempresa y los que viven al día en la economía informal o el autoempleo. Marcelo Ebrard declara solemnemente que presentará a las autoridades federales su plan para reactivar la economía; por la caída del PIB y porque las participaciones al Distrito Federal han disminuido en 20 por ciento. Y el turismo es hiel. México, la República, dejará de captar entre mil 500 y 5 mil millones de dólares en el año de la peste.

Marcelo Ebrard compartió con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto elogios y reconocimientos por lo hecho ante la epidemia. Pero lo cortés no quita lo faccioso, y los ultra de izquierda divulgaron, al igual que la ultraderecha, motivos presuntamente electoreros de unos y otros. Y los ciudadanos sometidos a la incesante difusión del miedo, vieron transparentarse la preocupación de los actores por su propia imagen. A Ebrard le reprocharon sus compañeros de viaje haber asistido a Los Pinos; sus partiquinos dijeron que el tapabocas era símbolo político y no sanitario.

Para enturbiar el accionar de Enrique Peña Nieto tuvieron que esperar la erupción de miasmas, el recalentado de los motivos del lobo y de cómo algunos meritorios del movimiento se hicieron meretrices para poder gritar que es un honor estar con López Obrador. No hubo desfile obrero y se puso el bozal del miedo al arranque de las campañas electorales. Tanto que los suspicaces anticiparon que el partido en el poder se proponía posponer las elecciones por miedo a la propagación de la influenza A/H1N1.

Para asustar a los timoratos se puso a la venta el libro de confesiones y acusaciones, complicidades y compra de conciencias, obra de Carlos Ahumada, grabador de videos en los que entrega miles, decenas de miles, centenares de miles de dólares a operadores políticos, funcionarios, delegados, dirigentes y encargados del manejo clientelar; todos del PRD, de las izquierdas, de los arrimados a la buena sombra del jefe de Gobierno del DF y futuro candidato a la Presidencia de la República.

Contubernio inmundo, llama Porfirio Muñoz Ledo a lo ahí expuesto. Sin haberlo leído, acierta. Todo se sabía. Todos lo sabían. Pero Andrés Manuel López Obrador tropezó con sus propias obsesiones y hace el juego a quienes abrieron las espuertas para inundar de lodo el ámbito público, para desviar la atención de los votantes con el deleznable espectáculo en el que se confunden corruptor y corrompidos. Todo se sabía, pero López Obrador no resistió la tentación de proclamar su verdad: Era un complot, y se rieron de mí.

Y ahora el presidente legítimo cavará la tumba del PRD. Y la derecha cultivará el miedo al miedo para asustar a los votantes con el retorno de los brujos.