Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de diciembre de 2008 Num: 720

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La dulce espera
ANNIA MARTIN

Cecilia Urbina: escribir desde el presente
SUSANA CORCUERA

Arte y vacío social
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con FRANCESC TORRES

Fidel Castro: de la Sierra Maestra a la batalla de las ideas
STELLA CALLONI

El falso Juárez de la derecha
PEDRO SALMERÓN

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Columnas:
Mujeres Insumisas
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Cecilia Urbina:
escribir desde el presente

Susana Corcuera

En las sociedades primitivas, la familia –según el concepto de Lévi-Strauss– hacía posible que el hombre saliera a cazar mientras la mujer se ocupaba de los hijos, cocinaba y cuidaba el refugio. El trabajo del hombre requería de una concentración enfocada en una sola actividad; el de la mujer la obligaba a estar alerta a múltiples factores a la vez. Independientemente de las diferencias en las estructuras cerebrales, desde entonces sus visiones del mundo eran distintas, y aunque usaran palabras iguales para expresarse, los temas de conversación seguramente no eran los mismos: las historias de los hombres se alimentaban del exterior; las de las mujeres, de un mundo geográficamente limitado. Con el paso del tiempo, mientras los hombres evolucionaban en negociantes, científicos o artistas, la maternidad seguía manteniendo a las mujeres atadas al hogar. No fue sino hasta mediados del siglo xx , con la comercialización de los métodos anticonceptivos, cuando finalmente empezaron a incursionar en el universo hasta entonces reservado a los hombres. En el ámbito literario, Virginia Wolf y Simone de Beauvoir se convirtieron en portadoras universales de la sorprendente noticia: para ser una gran mujer, no es necesario resguardarse detrás de un hombre. Más que cualquier nueva tecnología, el hecho de que la maternidad se convirtiera en una opción le permitió a la mujer alejarse del refugio. En unas cuantas décadas, el mundo intimista que le estaba reservado cedió ante posibilidades que hoy se cuestionan cada vez menos. Sin embargo, sería aventurado pensar que la maternidad ha dejado o dejará de ser un factor determinante en el rol femenino. “Maldita naturaleza”, dice una corriente del feminismo. ¿Sigue siendo válida la frase o lo fue sólo en el contexto del inicio de un movimiento que tenía que luchar contra ideologías arraigadas durante siglos?

La escritora que me propongo analizar es un ejemplo de la forma en que el entorno ha afectado a la literatura femenina. Cecilia Urbina estudió Letras y filosofía en la Sorbona, y Traducción y literatura inglesa en Cambridge. En México, además de escritora y profesora, ha sido periodista cultural. Su novela, Un martes como hoy, acaba de salir a la venta en inglés y sus planteamientos acerca del colonialismo la hicieron acreedora del premio Coatlicue, otorgado por la Asociación Internacional de Mujeres en el Arte.


Ilustraciones de Huidobro

Desde las primeras novelas de Urbina, Las locuras breves y La ruta de los cometas, nos encontramos con una prosa serena, marco no solamente de historias que atrapan desde el inicio, sino de reflexiones alrededor de lo que podría resumirse como la negación a dejarse manipular por ideas preconcebidas. La búsqueda de una ideología propia es una constante en los libros de esta escritora que va siempre a la par de su época. Su obra nos lleva de una muchacha provinciana que se resiste a adaptarse a los designios de su padre, al encuentro de un periodista americano y un joven sociólogo en la selva chiapaneca; del amor casi incestuoso de un hermano y una hermana, a un avión en donde un hombre se cuestiona la fidelidad de su esposa; del viejo oeste a las ruinas de Camboya, donde un viajero hechiza con relatos a dos hermanas. De nuevo la hermandad, la selva, los relatos, las ansias de explorar, los encuentros que amenazan la estabilidad. O, más bien, la estabilidad que amenaza la posibilidad de una aventura.

Douglas J. Weatherford, catedrático de la Universidad de Louisville, habla de la obsesión de Cecilia Urbina por la selva y las bibliotecas. Cada cual a su manera, naturaleza y libros son puertas por donde los personajes de Urbina descubren otros mundos. En De noche llegan, cuando Tim se pregunta qué libro se llevaría a una isla desierta, él mismo se responde: “Te pones a recordar lo que has leído, los que te fascinan o te han sacudido de forma muy especial. Y te das cuenta que ésos no son los que necesitas; si te sacuden es a la primera lectura, y no podrías recuperar la sensación una y otra vez. También hay esas horas en que quieres salirte a otro mundo, olvidarte de lo que está sucediendo. Llegué a la conclusión que debo conseguir un buen volumen manuable de las obras completas de Shakespeare. Creo que incluye más o menos todo lo que te dije.” La respuesta de Tim refleja otro común denominador en la obra de Urbina: sus personajes se internan en la fantasía como adictos ávidos de aventuras imposibles de alcanzar en una sola vida. A través de la ficción conocen distintas formas de acercarse al mundo, aprenden a discutir, disienten, negocian, acuerdan. Y sueltan. Porque, aunque lleven libros a la selva y los utilicen para evadirse un momento de la realidad, aunque las historias los marquen para siempre, no sustituyen al mundo propio. Lo enriquecen, sí, pero no a expensas del placer de actuar por ellos mismos.

En las novelas de Cecilia Urbina nadie es víctima, nadie obedece a menos de que quiera, nadie pretende controlar al otro. En Firme compañera, Lucio arma con sus novelas favoritas bastiones donde juega con la idea de mantener psicológicamente atada a Lina, pero es una quimera que está dispuesto a abandonar en aras del libre albedrío de su hermana. En cuanto a ella, se deja guiar sólo hasta que debe tomar decisiones importantes. En De noche llegan, la actitud tibia de Frank frente a los acontecimientos políticos exaspera a Megan al grado de romper la relación. Sin embargo, no duda en recurrir a él para encontrar a su hijo, enrolado en una misión con la que Frank jamás se hubiera comprometido. Nada indica que haya cambiado de postura. ¿Por qué pedirle justamente a él que, después de tantos años sin verse, arriesgue la vida por un muchacho idealista? Más que por sus credenciales como periodista, Megan lo busca porque el amor que en su juventud no fue suficiente contra las diferencias de opiniones, resurge cuando ambos han aprendido a respetar los sueños del otro.

¿Cómo aborda Cecilia Urbina el ineludible tema del amor? A pesar de los nuevos modelos que han surgido en las parejas, la frase “los hombres dan amor para obtener sexo y las mujeres sexo para obtener amor”, sigue utilizándose. En contraparte, cada vez más escritores plantean que, en el fondo, todos buscamos lo mismo de este tipo de relaciones, y que el enamoramiento enriquece al placer. Las parejas en las novelas de Cecilia Urbina actúan según un código congruente con el libre albedrío del que hablamos antes. El epígrafe de Firme compañera es una cita de Francis Dannemark que podría traducirse de la siguiente manera: “Me permitió responder simplemente al asunto del sentido de la vida: la vida sirve para ser vivida con el mayor placer posible. Nada nos garantiza un nuevo día y no existe ningún paraíso, ninguna recompensa para quienes hacen de su vida un glorioso fracaso. Si no somos auténticos con nosotros mismos estando vivos, ¿cuándo lo seremos?” Y agrega: “Las personas libres no conviven muy bien con quienes no lo son, o no lo suficiente.” En las novelas de Cecilia Urbina no hay mujeres deshojando margaritas ni marineros con una novia en cada puerto. Lo que sí hay, y lo vemos sobre todo en Firme compañera, son mujeres apasionadas, contentas con su femineidad, pero en ningún momento dispuestas a regirse por normas masculinas que no acepten de antemano. A diferencia de Nora en Casa de muñecas, cuando las asfixia la maternidad o las cenas de negocios del marido, encuentran alternativas que concilien los deberes con aquella libertad que no están dispuestas a perder. La Nora de Ibsen es un apéndice; la Lina de Cecilia Urbina, socia en un proyecto común.

El paso de Urbina por la Sorbona seguramente dejó una huella en su escritura: sus libros están salpicados de reflexiones que nos distraen de la trama. La naturaleza es la encargada de volvernos a encausar. En sus últimas novelas, la selva adquiere una personalidad propia, animal. Las descripciones de Camboya en Un martes como hoy la muestran apacible, descansando de los estragos de la guerra: “Arroz flotante y casas que flotan. Así viven los habitantes del lago, meciéndose al ritmo de las ondulaciones del agua, en sus barcos alineados a lo largo de las orillas.” En De noche llegan, la vemos acechante: “Siempre ha pensado que si algo sucede, será a esas horas, cuando el escándalo de los pájaros cubre cualquier otro sonido.” Mecidos por la cadencia del lenguaje o, al contrario, en alerta, los senderos de Urbina nos llevan a territorios inexplorados.

Según estudios recientes, las diferencias en los cerebros femenino y masculino son la causa de que las mujeres suelan darle un mayor significado a lo auditivo que a lo visual y viceversa. Por su parte, los sociólogos afirman que nuestra manera de interactuar con nuestros semejantes obedece más que nada al entorno en el cual aprendimos a comunicarnos con el exterior. “La bruma se levanta con esfuerzo –dice Márgara en Un martes como hoy – de ella surgen las plataformas, las escalinatas y, lejos, casi fuera de mi vista, las torres. La luz funde los edificios en un todo lleno de enigmas. Caminamos lentamente, rodeando la muralla una y otra vez, con la mirada en la cúspide, mientras el cielo pasa del gris al blanco, sin rastros aún del sol. No nos atrevemos a traspasar una de las entradas en el muro y emprendemos el ascenso. Parece un ultraje al silencio que nos rodea, un reto a ese algo sagrado que se adivina en el interior, como si nuestras pisadas destruyeran, cada una, el tiempo acumulado en los peldaños.” Como podemos notar en este ejemplo, la literatura de Cecilia Urbina parece contradecir la teoría expuesta al inicio del párrafo, ya que, si bien es cierto que la autora le da una gran importancia a lo auditivo, la esencia de sus historias adquiere mayor relieve en las descripciones.

El entorno de Urbina tampoco podría asociarse con una literatura de género: en Camboya, Chiapas, París, incluso dentro de un avión, sus personajes discuten temas políticos, se preocupan por el calentamiento global y se enlistan en guerrillas o en peligrosas organizaciones internacionales. ¿Cuáles son entonces los factores que, desde mi punto de vista, delatan una presencia femenina detrás de la pluma? La ruta de los cometas, novela de corte decimonónico, nos muestra a una muchacha que no está dispuesta a amoldarse al sistema patriarcal; en Firme compañera, la heroína está a punto de sucumbir ante la arrolladora personalidad de Lucio, pero finalmente logra compaginar no nada más el amor que siente por su hermano, sino un matrimonio convencional con una vida propia, plena; La imaginación de Roger Donald rompe con el esquema según el cual, después de una aventura amorosa, la obnubilada mujer quisiera mantener al hombre a su lado el mayor tiempo posible; en Un martes como hoy, Márgara reivindica el derecho de las mujeres a guiarse por sí mismas, algo que ni ella ni Megan en De noche llegan se cuestionan.

La obra de Cecilia Urbina nos habla de las transformaciones en los movimientos feministas: si convirtiéramos a sus heroínas en una sola mujer, la veríamos luchar desde muy joven para construir su propia identidad en un sistema patriarcal; la seguiríamos hasta dejarla establecida con un marido y los hijos que decidió tener, en una casa a la que le gusta regresar después de las escapadas sin las cuales no podría ser feliz. La reencontraríamos en Camboya, independiente y llena de intereses, tan rebelde como cuando era adolescente, pero con inquietudes que ya no tienen que ver con un feminismo que ha ido venciendo cada obstáculo del camino. La muchacha que en La ruta de los cometas se enfrentaba con la intransigencia paterna se ha convertido en una adulta cosmopolita. Cecilia Urbina escribe desde el presente. ¿Qué nos contaría aquella mujer de la prehistoria que no podía alejarse del hogar? ¿Qué plasmará la siguiente novela de Urbina?