Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de febrero de 2008 Num: 674

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La poesía y la intermitencia de lo sagrado
ÁNGEL DARÍO CARRERO Entrevista con ÁLVARO MUTIS

Noticia del destierro: una carta de Tina Modotti
ANTONIO CAJERO

Presencia de Clarice Lispector
HAROLD ALVARADO TENORIO

La vitalidad de
Tennessee Williams

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Georges Schehadé:
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Columnas:
Jornada de Poesía
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Ars magna combinatoria (I DE III)

Raimundo Lulio anticiparía con su Ars magna combinatoria esos precisos juegos de la inteligencia tan caros a Borges, y es seguro que a este escritor no le molestaría la mención del pensador catalán entre alguno de sus precursores, máxime si él mismo advirtió (en el ensayo “Kafka y sus precursores”) que “ El poema Fears and Scruples de Robert Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y desvía sensiblemente nuestra lectura del poema. Browning no lo leía como ahora nosotros lo leemos. En el vocabulario crítico, la palabra precursor es indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda connotación de polémica o de rivalidad. El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres.”

Salvada la idea de concebir un sistema que permitiera agotar o predecir el total de las combinaciones posibles en un determinado sistema numerológico, las exploraciones borgeanas en torno a las perplejidades del azar, de las combinaciones textuales, de la posibilidad de concentrar la visión simultánea de todo el universo en un solo punto (el aleph), de que la memoria pueda perderse en la contemplación de un solo objeto (el zahir), o de que Pierre Menard pueda reescribir palabra por palabra El Quijote , resignificándolo, hacen de Borges un escritor que llevó mucho más lejos, en sus ficciones, algunas ideas procedentes de Lulio y la Cábala, fiel a su propia declaración de que “lo que he tratado de hacer es aprovechar las posibilidades literarias de la filosofía, o de los sistemas filosóficos”.

De acuerdo con estas premisas, la actividad intelectual de Borges incluye a Lulio y otros precursores creados por él pero, simultáneamente, al escritor argentino también le ocurre que se ha convertido en precursor de otros, quienes, a su vez, lo resignifican, como en los casos de Italo Calvino, Umberto Eco, Augusto Monterroso, Juan José Arreola, Julio Cortázar y otros muchos cuyo nombre ya es Legión. Al margen de la brutalidad con que Germán Dehesa definió hace algunos años las características de las comentadas genealogías literarias (él habló de dos hijos italianos de Borges, uno inteligente y otro “taradito”: Calvino sería el inteligente y Eco, “el taradito”), concuerdo en considerar superior la imaginación literaria de Calvino a la del Eco novelista, pues éste creó una farragosa y mamotrética novela titulada El péndulo de Foucault cuando Borges ya había previsto y sintetizado esa obra con un cuento concentrado y multisignificante, “La muerte y la brújula”. ¿Dónde no aprendió la lección borgeana el Eco fabulador? En la concisión, la precisa prosa y la rapidez (entendida en el sentido calvinista y, casi, en el que Kundera desarrolla en su novela La lentitud , aunque sin mucha fortuna).

Salvo algunos matices, las siguientes palabras de Calvino acerca de Borges –en su ensayo “Rapidez”–, también son aplicables a los mejores escritores de estirpe borgeana, incluido, por supuesto, él mismo: “ Nace con Borges una literatura elevada al cuadrado y al mismo tiempo una literatura como extracción de la raíz cuadrada de sí misma; una ‘literatura potencial', por usar un término que se aplicará más tarde en Francia, pero cuyos precedentes se pueden encontrar en Ficciones , en ideas y fórmulas de las que hubieran podido ser las obras de un hipotético autor llamado Herbert Quain.”

En esa red de entrecruzamientos, genealogías, lecturas y relecturas, préstamos y prosecuciones literarias, me parece percibir que, entre los muchos goznes que acercan a Borges y Calvino, se encuentra su amor por el juego con los sistemas de permutaciones, las posibilidades del azar, la indagación de todas las causas que confluyen en un mínimo momento de la vida de una persona, o el cumplimiento de cada posibilidad en un sistema infinito de opciones que contradice la condición limitada y temporal del ser humano. En sus respectivas fabulaciones subyace algo más que la idea de jugar especulativamente: lo que ambos autores proponen es la exploración de todas las ramas de la memoria, de todos esos haces de la existencia que, por diversas razones, no se pueden recorrer, es decir, la coincidencia de todas las potencias subyacentes en el acto llamado uno mismo: el otro y el mismo, si se tolera la paráfrasis del título del poemario borgeano.

(Continuará)