Divulgar para sumarse a la conservación
Más de las 100 patas que tienen los ciempiés es el número de revistas de divulgación que se necesitan para difundir los asuntos del medio ambiente, la fauna y la flora de México. Aunque somos potencia mundial en diversidad biológica, en cambio sobresalimos por ser de las que menos importancia concede a la divulgación de ese enorme e invaluable patrimonio. Contadas publicaciones se ocupan periódicamente, lo mismo de llamar la atención sobre las especies en peligro de extinción que de enumerar los logros (por cierto escasos) alcanzados en la tarea de conservar y enriquecer nuestra biodiversidad. Las importantes contribuciones de los científicos en estos temas generalmente aparecen en las pocas revistas especializadas que editan los institutos y las universidades del país, pero el número de quienes tienen acceso a ellas es muy reducido. Destaquemos también que en las publicaciones de circulación internacional (destacadamente los dos negocios florecientes que son Nature y Science) no existen aportaciones nacionales.
Por eso celebramos proyectos de divulgación como el que patrocina la agrupación Naturalia a través de la revista Especies. De aparición bimestral, ofrece en cada entrega materiales de calidad elaborados por especialistas, así como de quienes comienzan a trabajar en el campo de la biodiversidad y la conservación. Diseñada con corrección, ilustrada con buen gusto, cada número es un acercamiento a nuestra riqueza natural y un llamado a cuidarla. Al respecto, cada entrega incluye textos que alertan sobre el peligro de desaparición en que se encuentran algunas especies, pero también sobre la recuperación de otras.
Un caso tratado recientemente es el del lobo mexicano. Óscar Moctezuma, director de Naturalia, nos cuenta que este lobo no está, como se cree, extinto, pues sobrevive en cautiverio, luego que el último silvestre murió hace unos 20 años en la Sierra Madre Occidental. Se trata de la clase de lobo más amenazada a escala mundial (ya sólo existen unos 350 ejemplares) y la idea es que cuando las condiciones estén dadas puedan liberarse en ciertos bosques los ejemplares logrados en cautiverio, gracias a un programa en el que participan diversas instancias académicas, oficiales y privadas.
Especies también nos alerta sobre los problemas para conservar otro animal, legendario, amenazado por la acción del hombre vía la caza y la destrucción de su hábitat natural: el jaguar, el cual, sin embargo, poco a poco suma ejemplares, lo mismo en el sureste que en otras áreas montañosas del país. Que haya más ejemplares se debe al esfuerzo, nuevamente, de las instituciones de investigación, el sector público y el privado. Y a la participación de la población rural, la más directamente involucrada en su protección. Eso mismo ha permitido llevar a su área preferida, la sierra de San Pedo Mártir, en Baja California, varios ejemplares del cóndor de California, desaparecido hace décadas de las tierras que lo albergaron por siglos. Algunos cóndores, obtenidos en cautiverio en Estados Unidos, fueron liberados hace tres años por científicos de Ensenada y hoy gozan de cabal salud.
No la tienen, en cambio, los manglares: el más reciente número de Especies contiene datos sobre la depredación sufrida por ese ecosistema fundamental: perdimos en un cuarto de siglo casi 75 por ciento de manglar. Los tres años pasados, la pérdida sumó 236 mil hectáreas. Cuando en el mundo se habla de la necesidad de conservarlos, los empresarios turísticos, aliados con legisladores-empresarios del PAN y PRI, quieren vía libre para destruirlos.
Especies nos recuerda que el año que comienza mañana ha sido declarado Año de la Rana: debido a enfermedades, al cambio climático y a la desaparición de su hábitat, la mitad de las 5 mil 743 especies de anfibios conocidos en el mundo está en peligro de desaparecer en los próximos años.
Llama la atención el nulo apoyo que el gobierno y los empresarios dan a la divulgación de los problemas ambientales del país. Quizá porque no desean que el recuento de los daños llegue al gran público. Debía ser lo contrario: sumar a la gente a las tareas de la conservación.