Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de septiembre de 2006 Num: 601


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El malpensante
GESUALDO BUFALINO
Poesía joven de Perú
RICARDO VENEGAS
(selección)
Dos relatos
La Sinfonía del deshielo, un grito de libertad
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ
Los dos rostros de Shostakovich
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Pickpocket ataca de nuevo
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Entrevista con MARTÍN LASALLE
180 años de caricatura
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Albricias
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ


Directorio
Núm. anteriores
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Agustín Sánchez González

180 años de caricatura

En el año 1338 el pintor italiano Ambrosio Lorenzetti pintó, en el Palacio Público de Siena, dos murales que representaban al buen y al mal gobierno. Casi quinientos años después, en El Iris, periódico crítico y literario, Claudio Linati, otro italiano nacido en Parma, realizó La Tiranía, considerada como la primera caricatura publicada en México, el 15 de abril de 1826.

Linati es el introductor de la litografía en nuestro país, al que llegó en 1825; un año después se asoció con su compatriota Florencio Galli y con el poeta cubano José María Heredia para fundar El Iris con una visión moderna de periodismo, tomando partido por la república y criticando a la monarquía. Los tres habían llegado perseguidos por sus ideas políticas.

La Tiranía es una alegoría donde aparece un dictador, con patas y orejas de burro, un collar de calaveras en el pecho y gorro de bufón. Un cráneo de Europa en la mano y un bastón, en la otra, con la palabra hierro. En un pedestal se encuentra un tirano pisando los derechos del hombre; a su izquierda la superstición, encarnada en un diablo; a su derecha, el fanatismo, personificado por un fraile, sobre un fondo con escenas de la Inquisición y de actos injustos en ciertos lugares del mundo. Al costado izquierdo un diablo quema los periódicos liberales de la época. Como pie una cuarteta que dice:

Entre superstición y fanatismo
la atroz tiranía mira sentada
y con terror y mercenaria espada
do quier siembra la muerte el despotismo.

Esta primer caricatura marcó la ruta que han seguido nuestros moneros: un camino transitado por artistas a los que no ha detenido ni siquiera la represión, pero que deben ser vistos desde una visión estética y no solamente ideológica.

Esa fue, pues, la ruta de una lista sin fin de moneros como Escalante, Villasana, Casarín, Santiago Hernández, Cabrera y Martínez Carrión, entre muchos más, que en el siglo xix defendieron y lucharon contra los tiranos generando una visión y conceptualización del imaginario del ser del mexicano.

Como un puente entre siglos, José Guadalupe Posada es el más grande artista de nuestra caricatura. Y aquí me permito discrepar de Rafael Barajas, quien lo ha calificado como "porfirista y conservador". Una de las grandes lecciones de un historiador es una frase de Edmundo O´Gorman: "A los muertos no se les juzga, se les comprende."

Posada es el creador del más importante icono de nuestra historia: la Calavera Catrina. Más aún, sus miles de estampas y monos retratan un México que rebasa con mucho la ideología. Su actitud política resulta difícil de descalificar. Posada era un liberal y un genio pero, como tal, no tenía ni siquiera idea de su grandeza.

¿Quién puede descalificar a Orozco por su crítica a Madero? Nadie se atrevería a juzgar a Rius, unos de nuestros más geniales caricaturistas contemporáneos, porque en más de una ocasión alabó a Luis Echeverría.

La caricatura de la revolución se caracterizó por una complicidad con el poder político, lo que tampoco la descalifica. En la prensa se dio una campaña antimaderista; la revista Multicolor se convirtió en una crítica acérrima de Madero. Dirigida por Mario Vitoria, fue una piedra en el zapato, con las plumas de García Cabral, Santiago R. de la Vega, Pérez y Soto y Rafael Lillo, entre otros.

Pero no sólo Multicolor; entre 1911 y 1913 existieron más publicaciones de humor que en ningún otra etapa del siglo xx, con títulos como ¡Ahí va!, El Ahuizote, Don Quijote, Juan Panadero, Ypiranga, El Mero Petatero, La Porra y Ojo Parado.

El nombre de la última se refiere a Gustavo A. Madero quien tenía un ojo de vidrio. En la revista destaca la presencia de un joven que a la postre se convirtió en uno de los grandes artistas del siglo xx: José Clemente Orozco quien, con una gran calidad artística, realizó una carrera de caricaturista poco conocida que suspendería en la década de los veinte.

La Revolución hecha gobierno trajo consigo un régimen presidencialista, autoritario. Durante sus primeras décadas la caricatura tuvo un grave retroceso. No era gratuito si pensamos que la caricatura va de la mano de la crítica política y la libertad de expresión. El gobierno comenzó a ejercer un férreo control sobre la prensa y los caricaturistas sucumbieron a la censura.

Entonces escasearon las publicaciones de humor político, aunque no las de humor blanco con calidad estética pero sin crítica, como Fantoche, realizada por García Cabral. En este semanario colaboró uno de nuestros grandes pintores, Alfredo Zalce, que firmaba como Era.

Los modernos periódicos, El Universal y Excélsior, por su parte, ocupaban el espacio con caricaturas extranjeras o con ilustraciones de humor. En el primero participó Andrés Audiffred, quien logra captar el discurso nacionalista en boga construyendo cuadros de imágenes con tipos nacionales. Ese diario también fue un gran promotor de la caricatura y ahí surgieron personajes como Guerrero Edwards, entre muchos más.

Otros diarios, como El Nacional o La Prensa, sólo permitían caricaturas con tinte oficialista como las realizadas por Salvador Pruneda en el primero.

Hay excepciones respecto al control oficial: Tutankamen (1924) y El Turco (1931), ambas dirigidas por Luis Hagelstein. De El Turco sólo apareció un número pues fue censurada debido a las críticas contra Calles. En ambas publicaciones participa Juan Arthenack quien, debido a la censura, se dedicó a la historieta y realizó Don Prudencio y su familia y Adelaido el Conquistador. Otra excepción es El Tornillo, donde se encuentran las mejores caricaturas contra Lázaro Cárdenas.

En 1944 aparece Don Timorato, un semanario que conjuntó a los mejores caricaturistas y que fue semillero de nuevos autores; Rius la calificó como "fábrica de moneros". Originalmente dirigido por Jorge Piñó Sandoval, colaboraron Arias Bernal, Freyre, Fa-Cha, Audiffred, Bismarck Mier y Abel Quezada, entre otros. Durante su segunda época nació un grupo que se consolidó durante los siguientes años: Alberto Isaac, Vadillo, Carreño, Huici, Puga y Ram.

Existen otros moneros cuyo trabajo es difícil de encasillar; algunos hicieron una carrera importante fuera de México, como Marius de Zayas, o Miguel Covarrubias, que alcanzaron gran éxito en Nueva York; Antonio Arias Bernal, el Brigadier, cuyas portadas en Hoy y Mañana dieron la vuelta al mundo y fueron reproducidas en Collier’s Magazine, Life y The New York Times. Rafael Freyre, niño prodigio de la caricatura, es hoy el decano de los moneros. En 1945 fue contratado por The National Editor Asociation de Estados Unidos. Abel Quezada es creador de un estilo único e imitado una y otra vez, cuyos personajes trascienden más allá del tiempo.

Finalmente, la caricatura contemporánea tuvo sus orígenes en 1968. En ese año nace La Garrapata, punto de partida en la crítica hacía el autoritarismo. Bajo la dirección colectiva de cuatro grandes moneros: AB, Helioflores, Naranjo y Rius, fue una de las publicaciones más críticas y mejor realizadas en el último medio siglo.

La caricatura es un resumen de nuestro tiempo y, aunque se construye a diario, habla del hoy y por lo mismo es un punto de partida para estudios de otra índole. Cada imagen es testimonio de un momento específico; es una propuesta, una opinión, una reflexión y un análisis de lo que acontece desde la perspectiva personal del autor en la que inserta la historia personal y la mundial.

De La Tiranía, de Linati, al Rey Chiquito, de Trino, hay un largo camino de 180 años en que los moneros, con su critica ácida y certera, han tenido la fuerza y calidad suficiente para lograr un país mejor, además de generar una sonrisa ante la frustración histórica y retratar una sociedad como la nuestra.