Usted está aquí: miércoles 22 de marzo de 2006 Espectáculos En ceremonia sagrada totonaca despiden a volador de Papantla fallecido en el Tajín

Dirigidas por el chamán, unas cien personas oraron en medio del aroma a copal

En ceremonia sagrada totonaca despiden a volador de Papantla fallecido en el Tajín

ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO

Papantla, Ver., 21 de marzo. Con una ceremonia sagrada totonaca para pedir perdón ("para que lo dejen entrar") a Dios Padre por el espíritu de Jesús Arroyo Cerón, volador de Papantla fallecido el pasado lunes, luego de caer de una altura de 10 metros, el chamán cumplió uno de los ritos más importantes de quienes tienen en el vuelo una ofrenda a su deidad.

A las ocho de la mañana, con el Sol apagado por las nubes, a punto de llover, con el vuelo de aves negras cruzando el firmamento, ante unas cien personas y reporteros a los que el líder de los voladores prohibió grabar o filmar, so riesgo de cancelar la ceremonia, el olor a copal cubrió el espacio.

Se dirigió al nicho (por la pirámide que tiene 365) llamado Casa Totonaca del Parque Temático El Tajín, donde realizan sus rituales ancestrales, frente a una efigie de Dios Padre con su hijo en brazos. De ahí salieron cinco voladores y el chamán, quienes en fila recta se dirigieron al palo ritual, sobre cuya base colocaron unos claveles y nubes, así como un recipiente con copal, más agua.

Ya se habían colocado sus paliacates en la cabeza, coloridos en verde y azul. En un costado, el morral. Por respeto se quitaron el sombrero, y lo mismo hicieron quienes iban a trabajar al parque. Todo era silencio. Los cinco se persignaron, guiados por el chamán, quien en cuclillas rezó en su lengua.

Mojó una flor de clavel y sacudiéndola roció el palo ritual. Recargada en el palo, una máscara parecía mirar al chamán. Los voladores presenciaban con las manos cruzadas al frente. El chamán ahora rezaba hincado.

Rito con agua

Sorbe agua y la sopla sobre el palo, que para ellos es sagrado. Comienza a oírse el ruido de un tambor pequeño y el de una flauta de carrizo. Los voladores bailan en círculos y se detienen en los cuatro puntos cardinales. Zigzaguean entre ellos, con un ritmo que repitieron durante media hora.

Hay tristeza y los que presencian la ceremonia saben que todo eso es profundo, ancestral. Un día antes cayó su caporal, hombre de 70 años, desde 10 metros de altura. Fue una tragedia. Cada uno procede a sorber el líquido y lo esparce con la boca sobre el palo. Se escucha una tonada circular. Se mueven con la naturalidad de quienes han aprendido a danzar desde niños, viendo a sus padres.

El humo se dispersa por el viento. Un viejo mira triste. Giran de izquierda a derecha. En la cima, la base hexagonal desde donde descendió Arroyo, quien hizo su último vuelo un día antes. Se sienten una brizna de lluvia. Un niño llora.

Atrás se ve el escenario principal, donde los artistas de moda concitan a miles cada noche. Se prueban las luces. El show debe continuar. Siguen los rezos, más persignados. Se van como llegaron, en línea recta, pero se les acercan unas mujeres y un viejo, quienes los limpian con unas ramas. Soplan agua sobre sus cuerpos. Hacen que el humo de copal rodee sus cuerpos, sus vestimentas blancas. Se van los ofrendantes.

Las mujeres van al palo ritual. Se van por el sentido opuesto. Son las nueve de la mañana.

 
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