Usted está aquí: lunes 7 de noviembre de 2005 Deportes Dos orejas y un rabo obsequió el juez Ramitos a Ponce en la corrida inicial

Al recibir la alternativa, a Fermín Rivera se le fue un toro vivo a los corrales

Dos orejas y un rabo obsequió el juez Ramitos a Ponce en la corrida inicial

También ordenó arrastre lento para uno de los mansos de Fernando de la Mora

LUMBRERA CHICO

Ampliar la imagen El p�o le acab�ndo el rabo a Enrique Ponce FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza

Ante más de 20 mil personas que llenaron los asientos numerados de la Monumental Plaza Muerta (antes México) para atestiguar el inicio de la temporada un poco menos chica 2005-2006, el juez Jorge Ramos Ramitos se llevó la tarde al obsequiarle de su ronco pecho un rabo y dos orejas al diestro valenciano Enrique Ponce, premiar con el arrastre lento a un toro sin casta del hierro de Fernando de la Mora y en derroche de rigorismo, eso sí, echar vivo a los corrales al segundo enemigo del imberbe Fermín Rivera, quien de esta suerte salió reprobado del examen profesional que presentó para obtener su alternativa de manos del cada vez más ratonero Eulalio López El Zotoluco.

Fue, como bien se puede inferir del sucinto resumen anterior, una tarde apoteósica para miles y miles de villamelones que regresaron al embudo de Mixcoac disfrazados de vehementes y pasionales conocedores, después de haber ignorado las novilladas del verano de las que no oyeron ni hablar. El ambiente, en consecuencia, era encantador: en los bebederos y comederos aledaños al pozo la gente reflejaba en sus expresiones el alivio de contar con un respiro a la amargura insoportable que ya produce el hecho de vivir bajo el gobierno de Fox.

Por eso todas las gargantas corearon vibrando el ooole inicial de la temporada, y todas las palmas atronaron su homenaje a los alternantes ataviados como príncipes de las aguas frescas -El Zotoluco salió de sandía y oro, Ponce de agua de jamaica y oro y el rebautizado "burrito" Rivera de horchata y oro-, que no tardaron en vérselas con los mansos de De la Mora poniendo fin al ensueño.

Abrió el baile Soberano, negro zaino y cornicómodo de dizque 480, que tomó una vara sin recargar y terminó cayéndose y soseando para morir de una media tendida y un golpe de descabello del nieto del maestro Fermín. Pero cuando éste recibió los trastos doctorales de parte de Zotoluco, un aficionado aseguró que el esquirol de los coletudos le estaba aconsejando al muchachito: "Y ya sabes, obedecerás a Rafael Herrerías siempre, en salud y enfermedad, en riqueza y pobreza, y serás su incondicional si quieres llegar lejos".

Cuando Riverita le devolvió los utensilios, Zotoluco había pasado inédito frente a Carretero, de dizque 530, que rascaba y se caía desde que salió, y al que nada pudo hacerle con la muleta, salvo pegarle trapazos, pincharlo y matarlo de un bajonazo discreto, antes de aburrir a la clientela frente a Mercadillo, de dizque 512, cuarto de la tarde que recogió de rodillas en tablas y consumió en tandas anodinas con izquierda y derecha, suscitando una pandemia de bostezos.

Convertida en Melon Village por el desmedido número de villamelones que la habitaba, la plazota celebró cada lance, cada gesto, cada pose y cada guiño del valenciano. Ante Embrujo, negro bragado y cornivuelto de dizque 492, que también salió rascando y le huyó al caballo, Ponce lo emboscó en toriles con tandas rápidas, despegadas, y frías, adornadas con invertidos en redondo y matando de entera. Ramitos no dudó en premiar con dos orejas lo que si acaso ameritaba una.

Pero cuando salió Protagonista, negro zaino y descarado de pitones, único del encierro que tenía alegría y fuerza (por poco desmonta al picador empujando el peto con el hocico pues jamás humilló, manso como todos sus hermanos), el inefable juez demostró por qué ahora le dicen la criada bien criada, ya que no osó molestar a Ponce ni con el pétalo de un aviso pese a que el europeo se pasó 7 minutos del tiempo reglamentario, prodigando trapazos a granel.

¿Y por qué no lo apremió?, le preguntó este reportero. "Porque la faena era de interés público", respondió, sin explicar si también eran de "interés público" las tramposas pausas en que el europeo trató de provocar el indulto del bicho. Pero cuando Ponce finalmente mató, de una entera caída que no causó hemorragia pero que no contaba para nada como estocada de valía, Ramitos sacó los dos pañuelos -regalando otra oreja- y sin embargo, ante la presión de los villamelones, sacó el pañuelo verde, para conceder el rabo no a la obra "artística" del torero sino a la presión histérica de miles de personas que llevaban horas consumiendo vino y cerveza y no estaban propiamente en sus cabales. Y entonces, echado ya a perder para toda causa noble, celebró la inexistente bravura del toro ordenando el arrastre lento, con el evidente propósito de complacer a un ganadero que si tuviera vergüenza mataría hoy mismo a las vacas y a los sementales que engendraron a los mansos de ayer.

 
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