Usted está aquí: viernes 29 de julio de 2005 Cultura Sublime manifestación de una milenaria herencia cultural en Bellas Artes

Legend Lin Dance Theatre ofreció una metáfora ancestral de los ciclos de la vida

Sublime manifestación de una milenaria herencia cultural en Bellas Artes

Inusitada cópula de hombre y mujer, de blancas anatomías resaltadas por una microtanga

Fue más ritual que espectáculo, con movimientos muy lentos pero de extrema dificultad

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Ampliar la imagen Bailarines de la compa�Legend Lin Dance Theatre, durante el ensayo general de la coreograf�Himno a las flores que se desvancen, cuya �a funci�resentan hoy en Bellas Artes FOTO Guillermo Sologuren Foto: Guillermo Sologuren

Made in Taiwan. Lo que esta noche ha llegado al Palacio de Bellas Artes desde aquel país asiático no son textiles, ni enseres electrodomésticos, ni bisutería, ni réplicas en resina de la Virgen de Guadalupe, ni sandalias, ni plumas, ni componentes para computadoras, ni ropa..., sino la muestra, sublime, de una milenaria herencia cultural.

Las definiciones convencionales -''danza teatro", la más obvia- no alcanzan para describir con precisión el arte que la compañía Legend Lin Dance Theatre despliega sobre el escenario en la primera de sus tres funciones en el recinto de avenida Juárez y Eje Central.

Las cuatro estaciones del año

El programa lo integra una sola coreografía, Himno a las flores que se desvanecen, dividida en cuatro actos que representan las estaciones del año, metáfora ancestral de los ciclos de la vida.

En el programa de mano se llaman: Brotes de primavera (Nacimiento); Sombras de verano (Crecimiento); Debilitamiento de otoño (Cosecha), y Marchitez de invierno (Preservación).

Para cada acto, el programa de mano propone una interpretación que no siempre se ajusta a lo que el cronista percibe. Será la diferencia de culturas. De cualquier modo, eso no impide la comunión con la representación.

En un extremo frente al escenario, un hombre con aspecto de monje budista percute un gong de sonido dulce y profundo. Marca el principio.

Una, dos, tres, cuatro, cinco gotas sonoras irradian desde el gong ondas expansivas en el silencio del teatro... Seis, siete, ocho, nueve, diez... Dieciocho.

De aquel lado de una malla traslúcida, aparecen y deambulan lentos fantasmas luminosos.

La malla se levanta. Un hombre con un tambor al hombro y otro en cuclillas, con un pebetero, cruzan de lado a lado el escenario.

Entonces, de sendos flancos, surgen un hombre y una mujer. Blancas y perfectas anatomías resaltadas por una microtanga que impide el desnudo total.

Ella y él se aproximan en la penumbra con paso lento, exasperantemente lento, dolorosamente lento. Al fin se encuentran frente a frente y empieza una cópula insólita en la que se tocan con cabeza, cuello, piernas, vientre, brazos. Nunca con las palmas de las manos, nunca con los dedos.

Se entregan, se funden, se devoran, con suavidad estremecedora.

En la antología universal de las imágenes más fina e intensamente eróticas, debería quedar esta -para describirlo con códigos occidentales-: Adán y Eva en la soledad cósmica, sin miedo, sin vergüenza, sin serpiente, sin frutos prohibidos... Sin Dios iracundo.

Viene el verano. Bajo el cielo lluvioso y tronante, la tierra se cubre de vegetación y de bestias en el frenesí ruidoso y llamativo del apareamiento.

Después del intermedio se desarrolla el acto del Debilitamiento de otoño, de conmovedora plasticidad, como un cuadro en imperceptible movimiento, con la apacibilidad de un paisaje, como una flor de loto en la serenidad de un estanque.

En la Marchitez del invierno el programa de mano propone la imagen de la naturaleza dormida bajo un manto plateado. Pero los ojos ven un guerrero que blande una vara de bambú como un sable; libra batallas solitarias en una danza de belleza arrobadora y el final se derrumba agonizante bajo la nieve.

Obras de gran formato

La compañía taiwanesa fue fundada en 1995 por quien es hasta la fecha su directora artística, Lee-Chen Lin. Su objetivo -señala el programa- ''es producir obras de gran formato que reflejen el espíritu de la cultura tradicional de su país".

La danza que interpreta no es la que estamos acostumbrados a ver. Su primera, esencial, característica es la lentitud de los movimientos en evoluciones casi minimalistas (lo que en cierta forma la emparenta con el teatro Noh japonés).

El virtuosismo en este caso no se relaciona con la velocidad de los pasos, sino con la precisión y el esfuerzo requerido para sostener un movimiento lento pero constante, mediante posiciones de extrema dificultad.

Por eso no falta quien diga que era ''aburrida". Sucede que se trata más de un ritual que de un espectáculo. Lo cual no impide, en absoluto, experimentar un profundo placer estético y entrar en un estado de ánimo sereno y relajado. ¡Cuánta paz habita en esos cuerpos y en esos espíritus!

(Hoy viernes a las 20:30 horas es la tercera y última función de la Legend Lin Dance Thetre en Bellas Artes.)

 
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