Usted está aquí: jueves 31 de marzo de 2005 Mundo Al Qaeda y EU, también sospechosos del asesinato del ex premier Rafiq Hariri

Alto funcionario de seguridad libanés hizo retirar evidencia decisiva del atentado

Al Qaeda y EU, también sospechosos del asesinato del ex premier Rafiq Hariri

Sea conspiración siria o ataque suicida, lo cierto es que todos están en la mira pública

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Beirut, 30 de marzo. He aquí una extraña historia proveniente de Beirut. Extraña porque tiene que ver con el temor y la sospecha en torno al asesinato de Rafiq Hariri, el pasado 14 de febrero. Lo más extraño es que casi todos en Beirut conocen dicha historia que, en su mayor parte, no se ha publicado en Líbano.

Tiene que ver con un hombre llamado Alí Salah Haj y con el mismo Hariri, y la misteriosa decisión de retirar la más vital evidencia de su asesinato de la escena del crimen. Algunos dicen que fue un error, resultado de la inexperiencia o la ignorancia. Otros creen que era la clave del atentado que mató al multimillonario ex primer ministro y a otros 18 inocentes.

Todo comenzó a finales de los años 90, cuando Hariri fue primer ministro. Vivía en en un imponente palacio de concreto reforzado en Qoreitem, un suburbio de Beirut, y viajaba a todos lados acompañado de un equipo de escoltas proporcionado por el gobierno y formado por miembros de la Fuerza de Seguridad Interna. De los 40 hombres de su equipo, Hariri regularmente viajaba con uno de los oficiales de más alto rango, que le caía bien: Alí Haj.

"Las cosas transcurrían normalmente", dice ahora uno de los más cercanos colaboradores de Hariri, "hasta que Rafiq descubrió que los sirios parecían enterarse de todo lo que él decía. Creyó que lo monitoreaban con micrófonos o le habían intervenido el teléfono. Poco después, pensó que Alí Haj podía estar informando a los sirios".

En un país como Líbano, donde todos escuchan a todos (Hariri tenía a sus propios informantes), esto tenía que ser investigado. "Le dijo a Alí Haj algo muy específico que a los sirios no les gustaría", dice el colaborador, pariente de Hariri. "En una reunión con un funcionario sirio, que tenía minutos de haber comenzado, le tocaron el tema. Ese mismo día, Rafiq pidió a otro elemento de seguridad acompañarlo en su auto y Alí Haj fue relegado". Poco después, Alí Haj fue reasignado a un puesto de inteligencia en el valle de Bekaa, donde trataba regularmente con el general Rustum Ghazali, jefe de la inteligencia militar siria en Líbano.

Trasladémonos al 14 de febrero. El convoy de automóviles blindados de Hariri fue golpeado por una bomba de unos 600 kilos, colocada en el estrecho camino a un lado del hotel Saint George, del barrio Corniche de Beirut. Los vehículos, agujereados por las esquirlas y quizá todavía con rastros de explosivos, formaron un patrón que demostraba que la bomba esparció los vehículos y conservaba el orden en que circulaban los vehículos. Pero en cuestión de horas, y a pesar de que todos los demás automóviles quemados fueron dejados intactos a un lado de la carretera, los vehículos de la comitiva de Hariri habían desaparecido.

La decisión fue tomada por el hombre que ahora encabeza la Fuerza de Seguridad Interna controlada por los sirios, un cierto brigadier general Alí Salah Haj. Fue él quien ordenó que todos los autos destruidos fueran retirados de la escena del crimen, y recordemos que éste fue el lugar del asesinato de la figura más importante en la historia de Líbano independiente. Se los llevaran en camiones de carga a las barracas del ejército en el campamento Charles Helou. Ahí permanecen hasta hoy.

Alí Haj estuvo entre los miles de dolientes que dieron su pésame a la familia Hariri. Testigos recordaron más tarde que se le dio una fría recepción. Ghenna Hariri, la joven hija de la hermana de Hariri, Bahiya, diputada que representa a la ciudad de Sidón, lo saludó con estas palabras: "Este no es su lugar". Cuando ofreció su mano a la viuda de Hariri, Nazek, quien ahora usa la argolla matrimonial de su marido en una cadena en torno al cuello, se tocó el pecho modestamente y no tomó la mano de Alí Haj.

En un país donde todos creen en en la moamara, la conspiración, es esencial no señalar. Nadie ha descubierto quién colocó la bomba que mató a Hariri. Pero hay muchos elementos notables dignos de mención en torno a la investigación.

El primero es que a más de un mes después del asesinato, aún no se ha dado información sobre el crimen. Más aún, el atentado tuvo lugar en un área de Beirut en que recientemente se había celebrado una conferencia francófona en el hotel Fenicia, en donde muchos dignatarios extranjeros se hospedan y que se encuentra a media milla del Parlamento, en la zona más resguardada de Líbano.

Que los asesinos hayan evitado llamar la atención de atención de la policía, el ejército, los policías y una serie de organizaciones de seguridad mientras preparaban la bomba es una proeza extraordinaria. Que se haya ordenado que se retirara la evidencia principal de la escena del crimen también es extraordinario.

Una persona que trabaja en la investigación de los cuerpos de seguridad libaneses admitió que "se han cometido muchos errores" y sugirió que la decisión de Alí Haj de retirar los autos del convoy de Hariri provino de su conflicto de lealtad más que de un deseo de encubrir evidencias: había sido uno de los guardaespaldas de Hariri pero fungía como alto funcionario de seguridad.

Afirmó también que la policía libanesa está convencida de que se trató de un atacante suicida, probablemente de Al Qaeda, que se enfocó en Hariri debido a sus nexos con la familia real saudita. Hariri tenía nacionalidad saudita. Sus simpatizantes están convencidos de que una enorme bomba fue colocada bajo la carretera, quizá en el drenaje o en un conducto telefónico.

Es fácil ver que cada teoría conviene a sus respectivos creadores. Un asesinato de Al Qaeda libera de toda culpa a las autoridades libanesas y sirias. La historia de la bomba bajo la carretera sugiere que las instituciones militares de seguridad libanesas fueron increíblemente negligentes al no advertir la colocación de la bomba. Libaneses y sirios creen en el complot de Al Qaeda e incluso señalan como segundo autor probable a los israelíes, pero la oposición política libanesa incrimina cada vez más a Siria, al menos por incompetencia, descuido y negligencia criminal.

Huelga decir que existe un viejo argumento árabe paralelo a la primera pregunta que se hace un policía: ¿A quién le interesaba que se cometiera el crimen? Pregúntenle a los sirios y ellos dirán que nunca habrían cometido ese acto, sobre todo no después de ver el efecto que las acusaciones han tenido para Damasco y que han provocada tantas desventajas políticas para el joven presidente de Siria, Bachar Assad, quien condenó el asesinato tachándolo de "crimen espantoso".

Los amigos políticos de Siria en Líbano, algunos conocidos personales de Bachar, han señalado, con toda razón, que el proyecto neoconservador de Estados Unidos para Medio Oriente, originalmente trazado por Perle, Feith, Wurmser y otros, no sólo constaba de derrocar a Saddam Hussein sino de llevar la atención hacia Siria "usando a opositores libaneses para desestabilizar el control sirio sobre Líbano".

¿Qué mejor manera de desestabilizar a siria en Líbano que matando a Hariri? Esos millones de libaneses que exigieron el retiro de Siria, la renuncia del presidente libanés y la verdad sobre el asesinato de Hariri no se reconocen dentro de este escenario.

También exigieron saber quién mató al ex presidente Rene Mouawad, al gran mufti Khaled y al líder druso Kamal Jumblatt. Vale la pena señalar que los cristianos entre los manifestantes no exigieron saber la verdad sobre el asesinato del primer ministro, Rashid Karami, y el líder nacional liberal, Danny Chamoun, porque los milicianos cristianos, y no los sirios, son considerados los verdaderos asesinos.

El inminente regreso desde su autoexilio en Francia del ex general Michel Aoun, quien encabezó una "guerra de independencia" sin esperanza contra Siria, en 1989, que costó miles de vidas inocentes, es claro signo de que la oposición podría quedar gravemente avergonzada.

Para ser justos, la mayoría no culpa personalmente a Assad de la muerte de Hariri. Saben que hay hombres más inescrupulosos que él en Siria, y afuera de Siria, a quien se les puede achacar esa muerte. Muchos líderes de oposición incluido Walid Jumblatt, cuyo padre Kamal fue asesinado, esperan desesperadamente que Bachar no esté involucrado. Esto no cambia el hecho de que los funcionarios de seguridad libaneses que fueron nombrados por Siria se han hecho de una reputación miserable.

¿Por qué, por ejemplo, se encontraron otros tres cadáveres en el lugar del asesinato de Hariri, a dos semanas del atentado? Alí Haj pudo haber recogido inmediatamente la vital evidencia de la escena del crimen, algo que no hubiera hecho ninguna policía del mundo, pretextando que debía "protegerla". ¿Pero cómo pudieron los investigadores pasar por alto tres cadáveres en la escena del crimen?

Cuando Mohsen Dallul, diputado por Zahle y ex aliado de Siria, anunció esta semana que las autoridades libanesas sabían quién asesinó a Hariri, que de facto era líder no oficial de la oposición política de Líbano a Siria hasta su muerte, esas mismas autoridades mantuvieron un silencio sepulcral. Quizá están escuchando al millón de libaneses que exigen saber la verdad. Quizá están siguiendo la costumbre de todos los servicios de seguridad, al intervenir sus líneas telefónicas.

Digo esto porque hace unos días Ghassan Tfayley, jefe del departamento de escuchas libanés, intervino el teléfono de mi hogar en Beirut. Bueno, sólo hay una respuesta para algo así: Llámenme a cualquier hora.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.