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México D.F. Domingo 24 de octubre de 2004

MAR DE HISTORIAS

Por un tubo

Cristina Pacheco

Tras el último grito de Carmela, todo volvió a quedar en silencio. Desvelados y a medio vestir, permanecimos inmóviles y tensos en espera de una nueva señal de alarma. La quietud alimentó nuestros más oscuros presentimientos.

Minutos antes habíamos acordado que si volvíamos a escuchar las insolencias de Fabián o los gemidos de Carmela entraríamos en su departamento, así tuvieramos que destruir la puerta. Descalzo y en camisa, Aníbal sostenía su martillo como si se tratara de una bayoneta. Armada con el cable que era flagelo de sus hijos, Benita esperaba la señal para actuar. Los niños, habituados a escenas de violencia, compartían nuestra sorpresa de que la trifulca hubiera ocurrido en el departamento 909, por regla general el más tranquilo.

A lo lejos chilló una sirena. Rubén me preguntó si había llamado a la patrulla. Negué con la cabeza. Mi ahijado Fabrizio se aferró a mi mano:

-ƑFalta mucho para que nos vayamos a dormir? Tengo sueño...

Iba a contestarle, pero Rubén me lo impidió:

-Sht, no hables... -Miró hacia el departamento 909: -Oí pasos.

-Menos mal que alguien quedó con vida -celebró Dolores. Propuse que llamáramos una ambulancia. La maestra Artemisa dijo que era mejor buscar a los policías de barrio para que se llevaran a Fabián. Rubén la corrigió:

-ƑY qué nos ganamos con eso? Lo suben a la patrulla, le dan cuatro vueltas, le quitan lo que traiga de valor, lo sueltan y al rato Fabián regresa para desquitarse con Carmela.

-Ellos jamás habían peleado -reflexionó Benita.

Aníbal se ensartó el martillo en la pretina y se enrolló las mangas de la camisa.

-Y no volverá a hacerlo. A mi prima Carmela ningún cabrón, por muy su marido que sea, vuelve a ponerle la mano encima-. Aníbal sacó el pecho: -Después de la calentadita que pienso darle no se le va a olvidar al pinche Fabián.

En ese momento se abrió la puerta del 909 y apareció Fabián. Desgreñado, sudoroso, con las venas de la frente a punto de estallarle, apenas podía sostenerse en pie. Aníbal lo retó desde lejos:

-Lo que quieras con mi prima Carmela, šconmigo!- Aníbal mostró el martillo: -Te estoy esperando. šArráncate! ƑO a poco nomás eres valiente con las mujeres?

Maclovia, la esposa de Aníbal, quiso impedir la pelea;

-Agárrenlo, no dejen que cometa una locura que pueda comprometerlo. šPor Dios Santo, Aníbal, piensa en tus hijos!

-Maclo dice bien -intervino la maestra Artemisa.

-Contrólate, deja que mejor intervenga la autoridad.

-La autoridad šmis calzones! -Aníbal golpeó el hombro de Fabián. Gritamos horrorizados ante lo que pudiera llegar a suceder.

-Aníbal, por lo que más quieras... -imploró Maclovia mientras intentaba contener la furia de su esposo.

-šLárgate si no quieres que te parta la madre a ti también! -Bonita cosa, Aníbal: saliste para defender a tu prima y ahora la agarras con tu señora -murmuró Benita rumbo al departamento 909: -Mejor me voy a ver cómo está Carmela.

Aníbal levantó el martillo en una nueva actitud de ataque. Fabián abrió los brazos como una víctima que se ofrece al martirio:

-šMátame! Ya no quiero vivir. Carmela no es la mujer que yo creía, que amé, a la que le di mi nombre. šMe engañó!

Aníbal se desconcertó, las mujeres protestaron, yo salí en defensa de Carmela:

-Tu mujer es una santa. Deberías vivir de rodillas frente a ella en vez de difamarla. šCarajo, es el colmo!

-Hablas porque no sabes. Si la hubieras visto -Fabián se cubrió los ojos y lloró: -En mi casa, en el mismo cuarto donde murió mi jefecita, Carmela...

Aníbal miraba hacia todas direcciones. Rubén se acercó para hablarme al oído:

-Tú y Carmela son uña y mugre. ƑQué sabes?

-ƑDe qué? -le respondí.

-De que Carmela haya metido hombres a su casa-. Rubén notó mi disgusto: -No lo estoy inventando. Oíste lo que dijo Fabián.

-Y no es justo porque sabe muy bien que ella sólo vive para él, aunque la engañe-. Llamé a Dolores: -Usted estaba conmigo en el zaguán cuando Carmela dijo que sufría mucho porque su marido le pasaba por enfrente a otras mujeres.

-šYo no aguantaría que Aníbal me humillara así! -declaró Maclovia.

-Y no es todo. ƑSabe cómo se justifica Fabián cuando Carmela se atreve a reclamarle? Le dice que ella tiene la culpa de que él busque a otras porque no lo satisface. -Dolores suspiró: -Cuando oigo estas cosas me alegro de no haberme casado.

Escuchamos la puerta del zaguán. Era Jacqueline que, al vernos, se detuvo a medio patio:

-Así que estuvo buena la función. ƑO qué onda?

A coro, en desorden, la informamos de lo que había sucedido entre Carmela y su esposo. Fabián se abrió paso y, llorando, se acercó al barandal:

-Tú me conoces, güereja. Puedes imaginarte lo que sentí cuando mi mujer empezó a menearse como si fuera... šMe ofendió y no pude controlarme! -Fabián elevó los ojos al cielo: -Que me parta un rayo antes de ver de nuevo algo tan vil, tan sucio šen mi propia casa, en el cuarto donde...!

Jacqueline dejó caer su bolsa, se llevó las manos al pecho y nos interrogó con la mirada:

-ƑLa golpeó? Pero Ƒpor qué?, si lo hizo todo por él-. Desolada, Jacqueline me miró: -Quería sorprender a Fabián, gustarle, reconquistarlo.

-ƑTú qué tienes que ver con mi prima? -gritó Aníbal mientras Fabián descendía la escalera a toda prisa:

-Pinche pendeja, Ƒpues qué te contó mi mujer?

-Que ya nunca la tocabas y cada noche te hacías el muy cansado o el dormido.

-Si hay algo que me enfríe es encontrarme con una mujer rogona-. Con la mirada, Fabián buscó la aprobación de Rubén: -y menos cuando se trata de la propia señora de uno.

-Y si piensas de ese modo Ƒpor qué siempre me andas rogando que nos echemos aunque sea un rapidito? -En medio de las risas, Jacqueline recogió los cosméticos que se habían salido de su bolsa.

-šEstá loca, está ardida porque no quiero con ella! El argumento de Fabián irritó aún más a Jacqueline:

-No me provoques porque me vas a oír.

-šYo soy Fabián Melquiades y a mí ni tú ni nadie me espanta!

-Momentito, porque esto ya es un despapaye-. Aníbal enfrentó a Jacqueline: -ƑTú por qué andas metida con mi prima?

-ƑMetida? A ver si te fijas lo que dices, cabrón, porque luego así se hacen los chismes. Una cosa es metida y otra muy distinta que hayamos platicado.

-ƑCuándo fue eso? -preguntó Fabián.

-El domingo, después de que estuve esperándote desde el miércoles. Le dijiste que andabas trabajando, pero yo sé que te la pasaste con las teiboleras del callejón-. Jacqueline me sonrió: -Eran las once cuando llegó Carmela. Enseguida me preguntó si para bailar el tubo yo había tomado clases. Quise saber por qué le interesaba. Casi me suelto a llorar cuando me dijo: ''Necesito que me enseñes a moverme. Fabián dice que no tengo chiste, que por eso cuando me le acerco no reacciona... Y eso que le hago de todo.

-ƑAsí que tú enseñaste a mi esposa a hacer las porquerías que hizo esta noche? -la interrumpió Fabián.

-Pero nunca me imaginé que a tu esposa le pegarías por lo que a otras les pagas-. Jacqueline subió la escalera: -Y no es por nada, pero Carmela lo hace mejor que muchas. Si quisiera tendría un gran futuro. Pero se conforma con ser tu esposa. Allá ella.

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