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México D.F. Miércoles 13 de octubre de 2004

Carlos Martínez García

Creel, el claudicante

Estuvo más en su papel de feligrés que de secretario de Gobernación de un Estado laico. El discurso de Santiago Creel Miranda ante altos jerarcas católicos de todo el mundo, que se dieron cita en la capital de Jalisco para celebrar el 48 Congreso Eucarístico Inter-nacional, reivindicó la teoría de una Iglesia católica perseguida en los años 20 del siglo pasado y echó mano de los peores lugares comunes para enaltecer a la institución que se opuso a las gestas libertarias que perfilaron a la nación mexicana: Independencia, Reforma y Revolución.

Creel estableció un vínculo casi indisoluble entre catolicidad y mexicanidad: "La religión católica está tejida en nuestra historia por los padres de la patria, con Hidalgo y Morelos, quienes lucharon por darnos una patria libre; también con las pequeñas y alejadas poblaciones fundadas por los primeros misioneros, muchas de las cuales son hoy ciudades industriosas del México moderno". Hay que recordarle al titular de Gobernación que si bien Miguel Hidalgo y Costilla fue sacerdote católico, a la hora de encabezar la gesta independentista las autoridades eclesiásticas de la época lo juzgaron como hereje y lo excomulgaron. La misma pena se dictó contra todos aquellos que apoyaran esa lucha contra el dominio español. La cúpula clerical de entonces decididamente combatió la gesta de la Independencia. Entre las acusaciones inquisitoriales que se le hicieron a Hidalgo, estuvo la de que era seguidor de la secta luterana. Simplemente porque para la estrechez mental de la alta burocracia y sus flamígeros dictados, todo aquel rebelde a la autoridad eclesial necesariamente era hijo espiritual del demonio germano. De las muchas fuentes que se pueden consultar al respecto, nada más cito una, la obra de Luis González y Obregón, Los procesos militar e inquisitorial del padre Hidalgo y de otros caudillos insurgentes. Para el caso de José María Morelos y Pavón, la adaptación histórico teatral de Leñero, Martirio de Morelos, resume bien las despiadadas acciones clericales para doblar al continuador de la lid iniciada por Hidalgo.

Bien podríamos detenernos más en los dos casos citados, pero la claudicante exposición de Santiago Creel nos provoca otros comentarios. Nada más subrayo que la pena de excomunión decretada contra Miguel Hidalgo, hasta donde recuerdo, no ha sido levantada por la Iglesia católica, Ƒo sí? Pasemos ahora al asunto que arrancó satisfactorias sonrisas en varios prelados que escucharon la intervención del secretario Creel. Se trata de la persecución religiosa en el transcurso de la tercera década del siglo XX. A menudo presentada como una gesta contra el Estado que buscaba aniquilar a los cristianos en México, la guerra cristera fue un conflicto en el que las dos partes enfrentadas cometieron atrocidades. Fue una guerra en la que los integristas católicos que se involucraron en ella recurrieron a todo, atentados en los que perecieron civiles, asesinatos de quienes consideraban representantes del Estado ateo, como maestro(a)s rurales, difusión de francas mentiras para estimular levantamientos populares contra Calles/Nerón, mientras que los combatientes de ese enemigo de la religión se autoproclamaban mártires por la libertad religiosa. Desconocer las causas que llevaron a la guerra, así como la actuación de los perseguidos, lleva a una mitificación como en la que incurrió Santiago Creel. El obispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, está de plácemes con el secretario de Gobernación, ya que el prelado es conspicuo promotor de la beatificación de algunos líderes cristeros que echaron mano de lo que hoy llamamos atentados terroristas. Pero como todo pasó bajo la persecución religiosa, nada más es cosa de rociar agua bendita sobre esos actos y ya tenemos nuevos beatos.

Ya entrado en andar echando flores a la Iglesia católica y sus símbolos, se refirió al "mensaje eucarístico de luz y vida para el nuevo milenio", Santiago Creel invisibilizó a millones de mexicano(a)s que no se identifican con la Guadalupana. El secretario de Gobernación dijo que la Virgen de Guadalupe es "la máxima expresión de la religiosidad y la cultura", y el "punto de encuentro e identidad" del pueblo mexicano (según nota de José Antonio Román, La Jornada, 11/X). Como experto en jerarquizar las expresiones religiosas y culturales, parece que en Gobernación tienen un hit parade que pone de mayor a menor importancia esas manifestaciones, Creel ha de saber por qué hizo esta afirmación. En cuanto a eso de punto de encuentro e identidad del pueblo mexicano, suena bonito como lugar común para una transmisión televisiva de las mañanitas a la Virgen el 12 de diciembre. Pero en labios del responsable de la política interior del país, remite a desconocimiento de la multiculturalidad y diversidad identitaria que atraviesa a la nación mexicana actual. El punto de encuentro no puede ser hoy un símbolo religioso, por más veneración que le tenga la mayoría, sino la vigencia del Estado laico, que es garantía para todo(a)s de igualdad de derechos y responsabilidades.

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